La mañana eterna estaba muy fría con un vendaval muy húmedo y calcinante para
un espíritu errante que no acertaba a mirar más allá del horizonte. Caminaba, y
caminaba …caminaba, cada paso, cada respiración cortaba el silencio y medía la
distancia y con mucha pesadumbre continuaba.

A sus cuestas, larga cabellera crecía y multiplicaba con mayor velocidad.
Provocaba cada vez más dolor y pesar; pero sin titubear y no mirar hacia atrás,
caminaba y caminaba … caminaba.

Por momentos el sendero es sombrío, en otros con luminosidad efervescente. El
errante, disfuta lo que cada tramo del sinuoso derrotero le proporciona.

En un cofrecito que le acompañaba, en lugar para el solo conocido, guardaba
unas piedritas, cada una para no olvidar, cada una con un motivo especial. Al
detenerse a descansar o abría y miraba y tocaba y sentía las melancolías,
tristezas, triunfos, alegrías y frustraciones que los colores y texturas
representaban. Recuperaba energía para continuar

Caminaba,

Y caminaba,

…caminaba.

En cada paso, medía distancia y con pesadumbre continuaba.

 


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