La habitación estaba en penumbra, el sofá parecía ser de poco espacio para
las dimensiones de nuestros cuerpos. Por unos minutos las miradas se encontraron
en la oscuridad, cuando los ojos daban un brillo inusual, excitante y
perturbador.

– ¿Qué quieres? – entrecortada por la emoción cuestionaste.

Por respuesta, solo busque acercarme a probar la dulzura de sus labios, que
extasían y me transforman en el hombre más loco en el mundo. Tímidamente, poco a
poco, te dejastae llevar por el ritmo de la mano que explora cada poro de tu
suave piel.

Los dos, perdidos en el tiempo y escondidos en el espacio íntimo de la
existencia. Cuerpos que se transforman en un ser, mentes que viajan más allá del
infinito.

Los dos, juego y desafío al destino y al convencionalismo. Amar sin
condiciones y con sólo las ataduras que nos imponemos, que marcan y nos unen.

La penumbrosa habitación fue testigo de la intensidad del momento.

Los dos, desnudos en alma, abrazados, compenetrados, respiración
entrecortada, sintimos la tranquilidad en el alma con la seguridad de la dicha
de no solo haberse encontrado, sino además, haberse amado.

 


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