2015Los dos primeros años de la presidencia de Enrique Peña Nieto, gracias al acuerdo de voluntades de las tres principales fuerzas políticas, se dieron pasos significativos en lo que se conoce como las reformas estructurales. Cambios en materia política, financiera, laboral, amparo, educación, telecomunicaciones, acceso a la información pública y energética. Un período de mucha transformación y dinamismo que vino a ser opacada por los sucesos trágicos de Ayotzinapa donde una presidencia de origen perredista dio la orden para la desaparición, y posteriormente, la entrega de los estudiantes a la delincuencia organizada que terminó con la ejecución de los normalistas. Un hecho por demás condenable y que trastocó la vida política y pública del país. La marca del año que termina.

Sin embargo estamos al inicio de un nuevo año. Sin dejar de olvidar los hechos, estamos en la oportunidad de reiniciar el camino de cambio, transformación y mejoramiento que el país requiere. A lo largo de 20 años estuvimos estancados en por un período de transición que nos debió mucho en cuanto los cambios e innovaciones que se requerían. De un modelo mixto de economía, pasamos a un liberalismo social que sólo dio una marca al régimen salinista sin que los beneficios realmente se manifestaran a favor de los ciudadanos. Los doce años del panismo solo fue una administración de la política sin el oficio para llamar a los consensos y pactos que resultaban necesarios para la adecuación de México a una economía de mercados global y competitiva.

Los pasos se dieron, y contra lo que algunos digan, con el consenso y participación de las tres principales fuerzas políticas. Lo que dio legitimidad a los cambios y modificaciones. Como parte de una democracia había discrepancias en algunos temas, pero eso tampoco significa el pretexto para una descalificación total. Más bien es parte distintiva del pluralismo cultural, ideológico y político.

Se entiende que la muerte de los 43 normalistas esté ocupando la titularidad de las noticias en los últimos meses. Sin embargo, siendo congruentes con el mismo desarrollo psicológico que nos permite recuperarnos de una pérdida dolorosa, sin olvidar estos hechos para buscar los medios para que la historia no se vuelva nunca a repetir, los mexicanos tenemos que salir adelante, luchar por este país que no puede quedar condenado a sufrir para siempre del dolor y la desesperación. No podemos cambiar la dirección y sentido del tiempo que solo va hacia un punto, hacia adelante. Lo que hoy dejemos de hacer, el tiempo difícilmente lo podrá recuperar. Y vale la pena decir que ya tenemos tiempo perdido.

Tampoco significa un voto de confianza en blanco para las autoridades. Porque es tiempo de concretar las reformas y sus beneficios para el bien de la sociedad y de los ciudadanos. El problema al reflexionar si los mexicanos estamos preparados para asumir un mayor compromiso en el cambio y modernización de México.

Queda claro que cuando hablamos de sistema político no solo se hace referencia a las autoridades que lo encabezan o tienen las facultades de mando sobre el mismo. Es la base del sistema estamos los ciudadanos. Al final somos nosotros la fuerza motora que debe moverse para que el país avance y evolucione. Más allá de la “revolución” como algunos convocan debe estar el sentido de la “r-evolución” que nos permite analizar el pasado y presente para que con visión empezamos a trabajar hoy en nuestro futuro. No significa olvido, sino que no nos podemos estancar. La vida es dinámica, es evolutiva, transformadora. La materia inerte no tiene vida, no avanza, no es capaz de ser consciente de su propia existencia.

En lo particular, el compromiso tanto de las autoridades y a donde debemos empujar los ciudadanos es la senda de la PRODUCTIVIDAD. Ya superar los rezagos de conciencia que nos suman en la pasividad, complacencia y estancamiento. Una mente y acción fundamentadas en la productividad significa un mayor compromiso y trabajo propio en lo que nos permite solventar más allá de las necesidades básicas. Requiere de mejores empleadores como trabajadores que se acepten mejorar condiciones de trabajo, pero al mismo tiempo, que se optimicen resultados en la calidad de los productos y servicios. Para las autoridades que se abran más a la sociedad en la evaluación de las políticas públicas, al mismo tiempo, que los miembros de la misma se comprometan a cumplir con sus obligaciones constitucionales.

¿Estamos los mexicanos preparados para ello? ¿Estamos conscientes que más allá del insulto y la descalificación, que no conducen a nada más que descargar un estado emocional, la política se construye a partir de la capacidad de negociación, debate, de ganar en algunas cosas como también de perder en otras pero siempre anteponiendo el bien colectivo por encima de los intereses particulares?

Lo que siempre he pensado: la salida del presidente o de cualquier otra autoridad no soluciona el problema de fondo. La verdadera solución está en el cambio en la conciencia de los ciudadanos en un mayor compromiso político a favor de la sociedad. Pongan al que ponga, sin hacer el cambio de “chip” no nos dará un resultado significativo.

Este año 2015, además de las elecciones, es oportunidad para que los mexicanos retomemos el rumbo. Como siempre, lo importante es como se levante uno de una caída por más grave que ésta sea. Es ahí cuando encontramos motivos de grandeza y orgullo.

AL CALCE. Esta semana ha sido muy intensa en la vida política de la entidad por la definición de las precandidaturas. Ya sabemos de pactos, de alianza, cesiones, imposiciones y bajadas. Es parte de la vida interna de los partidos que tampoco debe ser ajena a los ciudadanos en general. Mientras más información tengamos, mejores decisiones debemos tomar.


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