El tiempo es unidireccional, solo avanza hacia adelante. Por lo cual llega el fin de un 2016 que marcó diferencias por las decisiones políticas que han impactado a la economía global, nacional y local.

Es muy fácil echarle la culpa a los otros de lo que uno es responsable. Así vemos como las consecuencias de decisiones es fácil decir que son resultado de las variables de la economía global. La interconectividad global es el mejor pretexto para deslindar una responsabilidad de lo que sucede dentro del país.

Pero no necesitamos irnos lejos. Se apuesta a la desmemoria colectiva que no recuerda que todos los actores políticos, de alguna manera, han participado dentro de las reglas del sistema en las decisiones que hoy afectan a el bienestar de los mexicanos.

Hace un año, al iniciar el 2016, se exigía al sistema político resultados de las decisiones y acciones. Desde el 2012 se habían dado pasos significativos para accionar al país en los cambios estructurales que desde dos décadas antes no se daban. Desde la presidencia de Zedillo, después del caos de la salida del salinismo en el país, la nación se estancó en su desarrollo político, social y económico. De nada sirvió el arribo del PAN al gobierno federal para reactivar a la nación.

De 2012 al 2014, gracias al Pacto por México promovido por Enrique Peña Nieto, los tres principales partidos políticos se dieron a la tarea de reformar el marco legal del país. Lo que se llamó “reformas estructurales” desde Vicente Fox que se quedaron en foros donde mucho se discutió y nada se resolvió. Después Calderón con el proyecto México 20-30 que promovió antes de asumir la presidencia y, que al final, nada de que se hizo se logró concretar.

No hay que negar que contra cualquier crítica el tema alentaba la expectativa del crecimiento económico, político y social del país. Sin embargo, se cruzó en ese camino la polarización política. En esta ocasión con el apoyo de las redes sociales para una denostación muy fuerte que minó el camino de la confianza y respeto a la institucionalidad del país.

La construcción de un país no solo debe depender de las acciones de un gobierno y sus actores políticos. La nación mexicana es un conjunto de diversos grupos sociales como empresarios, asociaciones civiles y hasta la ciudadanía en muchas ocasiones es apática ante el tema de la política.

El gran error de todos los sectores es caer en la complacencia y comodidad en lugar de empoderar a la sociedad para que sea exigente de los resultados que se esperan de los políticos. Si nos vamos al plano de la fundamentación de la democracia establecida en la teoría del pacto social se afirma que los ciudadanos, en la búsqueda del bienestar, hemos depositado en la clase política la facultad de gobierno. Pero un elemento esencial, es que la clase política debería vigilar por el interés público, que no es más que el beneficio para todos sin distinción de ideología política, sector social ni económico.

Hoy nos quejamos de muchas cosas. Algunas de las que podemos tener control, en otros casos, no. No podemos cambiar el resultado de las elecciones de Estados Unidos. Eso nos enfrenta a dificultades que deberían verse como oportunidades y retos. No podemos depender de lo que suceda en una nación extranjera con los recursos económicos y el capital humano que hay en el país.

Nos quejamos de la realidad económica, de la situación apremiante ante el aumento de gasolinas y seguramente de la escalada de precios que será una consecuencia directa. Sin embargo, debemos ser conscientes que hemos privilegiado más el consumo de productos extranjeros por encima de los nacionales.

Si tocamos el tema de la corrupción, la situación se complica más. Es cierto que hay corrupción en el gobierno, pero también, los ciudadanos cuando aceptamos el camino fácil del “aceitito en la mano” para suavizar la dureza del camino burocrático. No es cuestión de poder económico, porque siempre “hay el amigo” al que podemos acudir para “saltar la tranca”.

El camino del 2017 no pinta sencillo. Habrá muchas cosas que tendremos que analizar y proponer con responsabilidad y compromiso.

No deberíamos apostar la caída de un gobierno, sino procurar que se decida y accione lo mejor para el país con madurez, equilibrio, sensatez y juicio.

 


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