En la cultura mexicana siempre ha privado el revanchismo. Cuando algo no le sale bien al mexicano, no se detiene a pensar en qué salió mal, sino más bien, en quién debe pagar por los errores que uno comete.

Si lo llevamos al terreno de la política y lo social estamos inmersos en una dinámica de siempre queja y denostación contra los dirigentes de las fuerzas políticas, las autoridades de los diferentes niveles de gobierno o contra cualquier otra persona que puesta al frente es la que colocamos como responsable de nuestras desgracias.

Hace algunos años leía un libro de Gabriel Zaid (el tiempo y el desgaste neuronal no me permiten precisar el nombre del escrito) donde hacia una crítica a la hipocresía disfrazada del mexicano. En su argumentación sostenía, por ejemplo, que la efusividad del saludo mexicano al abrazo y las palmas en la espalda, en lugar de corresponder a un gesto de concordia, al final, constituía una forma de verificar si la otra persona tenía o no un arma oculta entre las ropas.

Para el mexicano común es difícil de entender esto. Hasta cierto punto se requiere de una apertura mental necesaria para ir al fondo de muchos de los problemas que como cultura son difíciles de solucionar.

Otra de las características de los mexicanos es la desconfianza que tiene muchas más implicaciones en la vida personal y política.

Tenemos el caso de los exorbitantes salarios de los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Con tal que no sean tentados por el dinero de la corrupción en los procesos judiciales hay que pagarles más que bien para que tengan una vida decorosa. Se premia lo que debería ser la expresión de la valía e integridad de la persona.

Como igualmente sucede en el caso de los partidos políticos donde es difícil concebir que no tengan financiamiento público. De no darle el dinero y abrirlo a ingresos privados hay el temor de que los grupos de presión utilicen los recursos económicos para influir y manipular las decisiones que afectan la justicia, el bienestar general y el bien común. Y entiéndase que por grupos de presión también estaría la posibilidad de ser la delincuencia organizada uno más que inyectando capital a los partidos al final se compren las conciencias de los políticos.

La población hoy en día desconfía de los políticos. Sobran razones. Muchos en lugar de ser auténticos servidores públicos para el bien de la colectividad, obedecen a otros intereses, ya sea particulares o personales. Pero tampoco se quiere, desde la perspectiva ciudadana, hacer que las cosas pasen y ser entonces motores y agentes de presión para dignificar la política mexicana.

Entre el revanchismo y la desconfianza se mantiene entrampado al país en muchas luchas que desgastan a la sociedad y a las instituciones del Estado. Se convierten en obstáculo que inhibe el compromiso social, altera la paz pública y destruye el tejido social.

Posiblemente parecerá una nimiedad este análisis. Pero si vamos estableciendo que para que una persona sea competente se requiere de la suma de sus conocimientos y habilidades a los cuales se multiplica como unidad reforzante las actitudes, entonces hay situaciones que no estamos valorando como sociedad de nuestra cultura y del sistema político. Ni el revanchismo ni la desconfianza puede ser fundamentos de la conducta humana, ni del análisis socia y mucho menos de la exigencia en la defensa de los derechos de los ciudadanos.

Por eso no nos extrañen que los políticos y las autoridades tengan manga ancha para actuar en contra de los intereses ciudadanos. A la clase gobernante le conviene el grado de desconfianza en los ciudadanos porque al final así están protegidos. – total, el ciudadano no se va a quejar, mucho menos iniciar un proceso legal para exigirle al gobierno un derecho – justifican.

Vemos que los políticos no cumplen lo que prometen en campaña. Pero pocos ciudadanos, terminado un proceso electoral y ya en acciones de gobierno, sin fuerza avasallante, exigen resultados. Pocos, por no decir nadie, de los ciudadanos parece importar lo que pasa en el país,

Así vendrán una y otra elección y seguiremos dizque avanzando en la consolidación de la democracia. Candidatos que irán hasta uno pidiendo la confianza en el voto, muchos sirviéndose del poder al ser electos con el respectivo olvido de las propuestas y de los compromisos. Confirmando en el ciudadano el nivel de desconfianza en los actores políticos y en las instituciones del Estado que con el revanchismo producen una bomba social que alimenta la denostación a los procesos institucionales.

Un círculo más que vicioso, que nos lastima como sociedad.

AL CALCE. Agradezco a Rodrigo Menéndez y a todo su equipo editorial la oportunidad para compartir con los lectores de La Revista Peninsular algunas de mis reflexiones. Hace 10 año se me dio la oportunidad de aparecer en estas páginas.


Espero que esta publicación sea de tu interés. Me gustaría seguir en contacto contigo. Por lo cual te dejo mis principales redes para dialogar y comentar los temas de interés para la sociedad y nosotros.