“Donde gobernantes y ciudadanos prescinden del teatro, se cae en la intolerancia, la tiranía y los sectarismo”, alerta el director de escena

Por Juan Carlos Castellanos C.

México, 17 Jun (Notimex).- Luis de Tavira respiró profundo, miró de manera penetrante y elevó la voz: “Que quede claro: El derecho al teatro es un derecho de la sociedad y por lo tanto, una tarea del Estado. La cultura no es un lujo burgués prescindible en tiempos de crisis”.

Ante las actuales condiciones del país, el dramaturgo, pedagogo, ensayista, director de escena y esencialmente hacedor de buenos histriones sostuvo que ese arte está en un momento decisivo donde depende en buena medida de quienes hacen teatro, “pero en decisiva medida, de quienes lo aprecian, lo reciben y lo hacen suyo”.

El teatro tampoco es una manifestación folclórica convertida en mercancía de turismo, “es la construcción de la conciencia, el arribo a la condición espiritual de los seres humanos. De esa forma, la tarea de quienes lo hacemos es la personificación para salir al encuentro del espectador como se sale al encuentro de una relación personal”.

Su expresión corporal acompaña a su pasión al hacer notar que al teatro hay que ir personalmente, “porque no puede ser intermediado por la cámara, ni por la televisión, ni por el teléfono, ni por la Internet. Hay que estar ahí, porque por ser constructor de conciencia, el teatro es parte de la identidad nacional”.

Entrevistado por Notimex en su espacio natural, “La Casa del Teatro” ubicada en el Barrio de La Conchita, en Coyoacán, el icónico personaje de las artes escénicas nacido en la Cudad de México el 1 de septiembre de 1948 destacó que ese arte ofrece a la sociedad los personajes de la catarsis nacional, aquello que permite construir la identidad de nación en la diversidad de la nación misma.

Piensa que no se valora suficientemente la necesidad del teatro, hoy más que nunca; “tendría que estar claro en los responsables de la cultura pública, porque tampoco puede ser una tarea solamente de la iniciativa privada o de la sociedad civil. Es responsabilidad del Estado porque el derecho social del teatro es de la sociedad”.

Lo que pasa, continuó De Tavira, es que la sociedad no tiene teatro y por lo tanto no lo sabe. Las políticas no deben ser el cuestionamiento de si es un derecho de los artistas o si los artistas son un parásito del presupuesto.

“¡No! Son servidores públicos de quienes depende la construcción de la conciencia, sujeto de la libertad y de la democracia”, abundó el experto mientras se acomodaba en un mullido sillón de su oficina.

La democracia, recordó, es un invento del teatro. “Fue Esquilo el primero que se ocurrió que podíamos liberarnos del cerco de la venganza para entrar en el consenso democrático.

“La democracia es un fruto teatral y donde desaparece el teatro, donde gobernantes y ciudadanos prescinden del teatro, se cae en la intolerancia, la tiranía y los sectarismos”, enfatizó.

Luis de Tavira se vislumbra haciendo teatro, se siente lleno de esperanza y ánimo, con ganas de seguir en esta labor y colaborar en la formación de los histriones.

“Porque quien se ocupa de la formación de los actores y las actrices jóvenes, se está preocupando por el porvenir del teatro, y por lo mismo, por el porvenir de la humanidad”, aleccionó el autor de 14 piezas teatrales y ganador en 2006 del Premio Nacional de Ciencias y Artes en el rubro de Bellas Artes.

Subrayó que mientras las personas se sigan reuniendo frente al escenario para convertirse en espectadores de nuestro acontecer, se podrá tener esperanzas para construir una mejor sociedad.

Y por esa y otras razones, De Tavirá seguirá haciendo lo que hace. “Espero que sea posible hacer teatro (…) me ha tocado hacerlo en todas las condiciones, en la hostilidad y en la propiciación”.

“En tiempos de mayor hostigamiento, florece, pero uno aspira a que existan buenas condiciones porque es para la sociedad y sobre todo para aquellos a quienes nunca ha alcanzado el gozo del teatro. Por eso me importa tanto llevar el teatro a quienes nunca lo han tenido”, externó.

Esas giras le granjean al también fundador del Centreo Universitario de Teatro y el Núcleo de Estudios Teatrales una experiencia tremendamente aleccionadora y entusiasmante.

“En las aldeas atrapadas en el circuito cerrado de los satélites, que cuentan con Internet, televisión y acceso a las plataformas del cine, para muchos no hay nada por hacer, pero yo percibo lo contario: como nunca antes tuvieron teatro, creo que está todo por hacer”, resaltó.

Para hacer buen teatro, marca estas reglas: “Formar a la persona; tratar de ser personas es la tarea fundamental de la vida, sobre todo la de un actor o actriz, porque son los artistas de la personificación”.

La segunda es “formar al sujeto de la comunidad, porque el actor no trabaja solo, el teatro es ante todo un arte colectivo”, y luego viene la formación de actores según el arte y no según el oficio.

“Se suele formar a los actores para que sean suficientes y consistentes para entrar en el mercado laboral, lo que querría decir formarlos según los mínimos del mercado laboral y no según los máximos de la excelencia; la actuación puede ser un arte que hay que aprender”.

El cuarto punto citado por el maestro es formar histriones comprometidos con la realidad social, “que entiendan que el teatro es un derecho social y que los hacedores de él somos servidores, no divas narcisas que piensan egolátramente en sí mismas, sino como servidores, constructores, formadores y sanadores de las conciencias de la sociedad”.

En ese sentido dejó ver que dirigir a Marina de Tavira, nominada al Premio Oscar 2019 como Mejor Actriz de Reparto por su participación en la película “Roma”, de Alfonso Cuarón, es una alegría y un privilegio.

“Además de ser mi muy querida sobrina, fue alumna de La Casa del Teatro y se ha construido una actoralidad y una congruencia admirables”, aseveró con voz solemne.

“Es una actriz de una pieza, con amplísimo registro y capacidad de complejidad; estamos hablando de una espléndida actriz”, concluyó sonriente Luis de Tavira, sin saber si habló el maestro o el tío, “porque no sé quién está más orgulloso”.


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