En México, crear condiciones de seguridad para la reapertura en muchos casos será posible, especialmente en las escuelas –privadas o públicas– ubicadas en contextos favorecidos, pero no así en las de localidades pobres debido al rezago existente, desde antes de la pandemia, en la dotación de servicios básicos como el agua potable o instalaciones sanitarias adecuadas, señala un estudio de la Dirección General de Investigación Estratégica del Instituto Belisario Domínguez.

El documento titulado “El cierre de escuelas provocado por la Covid-19: consecuencias y condiciones para la reapertura”, elaborado por la investigadora Concepción Torres Ramírez revela que, de acuerdo con la SEP, en el ciclo escolar 2019-2020, 27% de las escuelas primarias y secundarias carecían de agua, y 31.6% no tenía lavabo de manos; los porcentajes en educación media superior eran 22.8 y 21.2, respectivamente.

Lo anterior, hace difícil cumplir con las recomendaciones formuladas en marzo de 2020 por la UNICEF –en colaboración con la Organización Mundial de la Salud y la Cruz Roja Internacional, que entre otras cosas sugieren establecer la obligación de lavarse las manos, mantener comportamientos de higiene, garantizar instalaciones de agua y medidas de saneamiento.

La UNESCO estima que durante el primer año de epidemia resultaron afectados por el cierre de escuelas más de 1,600 millones de niños y jóvenes de 210 países, 94.44% de la población estudiantil en el mundo.

El documento del IBD, por su parte, apunta que, con corte al 15 de mayo del año en curso, 113 países ya habían reanudado totalmente las clases presenciales, entre los que se encuentran: Japón, Islandia, Nueva Zelanda, España, Francia, Italia y Reino Unido.

Agrega que las estrategias para la reapertura generan costos que, en los países que han reabierto hasta ahora, están siendo atendidos con presupuestos extraordinarios aprobados por los gobiernos.

Sin embargo, hasta el momento, en el caso de nuestro país, la decisión de la SEP de reabrir las escuelas el 7 de junio no está acompañada con alguna asignación presupuestal adicional destinada a apoyar los costos de la reapertura, al menos para los sectores más vulnerables de la población, destaca el estudio.

Si lo anterior no se modifica, advierte la investigadora, el costo de las medidas de mitigación se depositará en las familias, arriesgando la salud de los estudiantes (si asisten) o profundizando la desigualdad educativa existente (si no lo hacen)

La reapertura de escuelas en México es una necesidad debido a los múltiples efectos negativos que el cierre tiene, especialmente para los niños, niñas y adolescentes. En el caso de nuestro país –como en el de la mayoría de los países de ingresos medio y bajo– la pandemia está contribuyendo a agravar el de por sí bajo nivel educativo que logran quienes asisten a la escuela y la desigualdad existente entre el tipo de servicios y los resultados que logran diferentes sectores de la población, señala el estudio del IBD.

La investigación completa se puede consultar en la siguiente dirección: bibliodigitalibd.senado.gob.mx/handle/123456789/5265

 

 

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