El pasado lunes se promulgaron las leyes que dan origen al Sistema Nacional Anticorrupción. Fue un paquete de 7 leyes entre nuevas y reformadas para darle la sustentabilidad legal al nuevo sistema que busca acabar con la corrupción en el país.

El punto que revisa una importancia, que es necesario para cualquier ley que se crea, es la definición del objeto que se pretende regular con la nueva norma jurídica. Es lo que se conoce como la parte definitoria.

Revisando la ley que crea el Sistema Nacional Anticorrupción no se logra establecer con claridad lo que debemos entender por CORRUPCIÓN. Tendríamos que irnos al Código Penal, pero igualmente ahí hay abismos definitorios al desglosar el término en diferentes conductas.

Comúnmente decimos que corrupción es el dispendio o mal uso de los recursos económicos por parte de la autoridad en detrimento de la sociedad. Sin embargo, el concepto en sí mismo puede ser mucho más amplio.

Podemos hablar de corrupción en cuanto tráfico de influencias para favorecer en una decisión de gobierno a un particular con un contrato, beneficio o prebenda gubernamental. También sería corrupción cuando se da “mordida” a una autoridad para agilizar un proceso o quitar la sanción de la multa. El pedir una “palanca” para que un hijo entre a una escuela es también un acto de corrupción. Se hace corrupción cuando se usan recursos de una empresa para fines personales. Somos corruptos cuando intentamos justificar una conducta ilegal bajo la premisa de que así es el sistema y el que no transa, no avanza. Existe corrupción en el empresario o adinerado que con tal no pagar impuestos y optimizar ganancias transfieren su dinero a paraísos fiscales.

La corrupción no sólo engloba y limita a la autoridad. Igualmente, los ciudadanos somos parte de la corrupción en la medida que no asumimos la realidad y cumplimiento de la ley, siendo más fácil buscar y encontrar otra salida.

Es por ello que debemos juzgar desde otra perspectiva la petición de perdón presidencial. No es cuestión de llegar tarde y más allá de estar en el momento justo al crearse el Sistema Nacional Anticorrupción. Es la necesidad de pedir un perdón de todos los ciudadanos por los actos cotidianos de corrupción que se cometen.

Hay mucha hipocresía social y política. Lo hay en los ciudadanos que no tememos salirnos de la ley para encontrar una ruta alterna para conseguir un beneficio. Lo hay en los partidos políticos que solo acusan a los contrarios de actos corruptos, pero se callan ante el conocimiento y evidencias de “moches”, “diezmos” y “nepotismo” del propio grupo político.

Tal vez por eso no hay una definición legal de corrupción. Si la hubiera con mayor precisión nos alcanzaría a todos.

Por lo cual, todos tendríamos que pedir perdón.


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