jovenesEn los dos últimos meses las noticias rojas han sido los asesinatos a mujeres, y por otro lado, las desapariciones de adolescentes que movilizaron a la fuerza pública en su búsqueda, y que al final, resulta que habían huido de sus casas por líos de hogar, amorosos o escolares. Con respecto al primer caso hay que reconocer el trabajo profesional de las autoridades de investigación policiaca de la entidad que han aclarado los 11 casos de asesinatos de mujeres, todos ellos por causa de violencia extrema o de robo, ninguno por misoginia o por razones de género, por lo que podemos afirmar que no hay feminicidios en Yucatán como algunos pretenden hacernos creer.

Pero el caso de los adolescentes se debe tomar con suma importancia ya que nos demuestra el gran problema que hoy existe en la formación del joven en los conocimientos, habilidades y actitudes que debe poseer para afrontar de manera efectiva los problemas personales y sociales. Menciono los tres aspectos anteriores que son elementos básicos en la formación de competencias en el sistema educativo, que por lo menos, en el papel nos afirma que se intenta consolidar a un individuo integro y completo con pleno uso de las facultades para enfrentar los problemas de la vida que se le presentan.

Sin embargo, estamos observando claramente que hay una incapacidad de la juventud actual para resolver problemas. La interacción social que ha privilegiado los derechos por encima de las obligaciones provocan que el joven no adopte un papel activo en su propio desarrollo. No hay objetivos ni metas que conformen una visión de vida, aún cuando en las escuelas se dice que hay que formar en la vida y para la vida.

Viene a la mente la película “El castillo de la pureza” de 1972, dirigida por Arturo Ripstein, cuyo protagonista Gabriel Lima – interpretado por Claudio Brook – está convencido de que el mundo exterior es dañino para su familia y ha mantenido encerrados a su esposa Beatriz (Rita Macedo) y a sus hijos por 18 años. Una cinta que constituye una metáfora de la situación de la juventud de aquella época que vivía en un franca rebeldía, y que por ello, debían de encerrarla para conservar su pureza de las influencias negativas de un entorno incierto y dañiño. Al final el aislamiento provoca que los “instintos” naturales – por dar un nombre – salgan a flote provocando un mayor conflicto en los jóvenes y en esa sociedad encerrada en sí misma.

Hoy el mundo es diferente, no hay duda. Los medios de comunicación más abiertos con redes sociales que harían imposible una “encerrona” o “aislamiento” absoluto.

Pero así como ese aislamiento no es bueno por la misma naturaleza sociable del hombre, tanta libertad sin consolidar las habilidades de vida que fortalezcan al individuo en los valores positivos y universales, así como también, la carencia de las estrategias para afrontar los riesgos y los peligros que se derivan de la interrelación humana, hoy tenemos a una juventud que se encierra en sí misma, que es incapaz de resolver sus problemas, y por ello, las salidas fáciles son más accesibles.

El problema es que las huidas o pseudo desapariciones provocan un problema a la sociedad. Por lo menos, los operativos de seguridad se distraen por la investigación de una comisión de delito que no existe, lo que implica gasto de trabajo humano y de recursos materiales de investigación o promoción de la búsqueda del desaparecido. No estoy diciendo con ello que una familia deje de denunciar. Es obligación de la autoridad investigar cuando tiene la presunción de la presencia de un delito, y hasta ahora, todas las denuncias han tenido un final feliz: no son secuestros ni trata de blancas, sólo una “travesura” juvenil.

Algo sin duda debemos hacer, no es posible cerrar los ojos ante esta incapacidad del joven para resolver sus problemas y que sea la sociedad la que cargue los costos económicos y sociales.

Si es necesario admitir que el sistema de competencias no está educando para la vida, no sería más que el inicio de encontrar una solución que efectivamente nos ayude a disminuir este problema que afecta a las familias, conocidos, amigos y a toda una sociedad que se solidariza con el sentimiento de dolor y búsqueda.

 


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