En la visita pastoral del Papa Francisco a México un tema que parece que encendió a la Arquidiócesis de México, encabezada por el Cardenal Norberto Rivera, fue el llamado de atención a una mayor humildad de los obispos mexicanos para acercarse al pueblo, a no vivir como “príncipes”, sino en contacto directo con las necesidades de la población.

En los corredores de la visita los expertos habían cuestionado el papel que jugó la Arquidiócesis de México en la organización del viaje papal. Algunos rumoreaban que el Papa Francisco no tiene buenos ojos a Norberto Rivera, que en el contexto nacional ha sido duramente criticado por su protección a sacerdotes acusados de pederastia. De hecho, en las imágenes por televisión se notaba a un Rivera Cabrera muy serio y hasta cierto punto incómodo ante la figura del máximo jerarca de la Iglesia Católica.

Uno de los puntos más visibles de las diferencias fue el mismo sábado de la visita en lo que sucedió en el zócalo de México. Una plaza que lució semivacía ante lo que se esperaba sería un momento de contacto entre el sumo pontífice y la feligresía capitalina en momentos en iba a visitar la Catedral de México. Hoy sabemos por ese hecho que la organización del viaje había quedado en manos de la Conferencia Episcopal, dejando a un lado a Norberto Rivera.

Hoy, en el semanario católico Desde la Fe, editado por la Arquidiócesis de México, en su editorial titulado “Un episcopado a la altura” arremete y cuestiona el llamado que los hizo el Papa Francisco. Afirma el documento que “Mientras otras instituciones han fallado en el cuidado y procuración del bien común, los obispos mexicanos han venido acompañando al pueblo sufriente, apaleado, haciendo una vida de entrega al prójimo y no de “príncipes” sin contacto con el rebaño”.

Se entiende entonces un reto a la Santa Sede para que explique los motivos que tuvo para las afirmaciones que emitiera el Papa Francisco en ese famosos “regaño”. Ahora es el líder de la Iglesia Católica el que no sabe, el que fue mal aconsejado. El rotativo oficial de la Arquidiócesis de México lo acusa de una improvisación producto del mal consejo. Con lo cual le resta valor a la autoridad de cátedra e inefabilidad que supuestamente los hombres de fe le respetan al papado.

Lamentablemente la Iglesia Católica mexicana no ha sabido estar a la altura del compromiso de atender los casos de violencia y pederastia como ha sucedido en otras partes del mundo. En lugar de atender con celeridad los casos denunciados e implementado medidas de prevención, como lo han hecho otras iglesias igualmente con casos similares, se acusa en México que desde la Arquidiócesis de la capital se ha protegido a los curas cambiándolos de sedes parroquiales.

No podemos cerrar los ojos ante esta condenable realidad que lastima al pueblo y daña la credibilidad de la Iglesia Católica. No pasemos por alto la triste historia del fundador de los Legionarios de Cristo, que ante toda la evidencia contra el sacerdote Marcial Maciel, la jerarquía católica mexicana nunca fue contundente en la condena. Tuvo que llegar el Papa Benedicto XVI, antecesor de Francisco, para poner orden y retirar a tan deshonesto cura en el silencio. Pero nunca se dio una condena pública por los delitos que cometió.

Tal parece que esa realidad la quiere subestimar la Arquidiócesis de México. Una realidad que aleja a muchos y alienta la crítica que siembra la desconfianza. Los católicos no debemos cerrar los ojos ante esos casos de sonada corrupción de los auténticos valores cristianos.

Tal vez a eso se refería el Papa Francisco… a no vivir como “príncipes”, sino bajarse a ser solidarios a los sentimientos, percepciones y emociones del pueblo. A ser empáticos de la realidad. No dejar pasar la crítica, ni la denuncia. Actuar en su caso con la valentía ante las dificultades y errores que se cometen en nombre de Dios y de la Iglesia misma.


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