Quiso impulsar una reforma energética que veladamente
sugería, si bien la no venta de Pemex, si la cesión de algunas operaciones a la
iniciativa privada, lo que algunos entienden como una forma de privatización.
Por el discurso y oposición de Andrés Manuel López Obrador se tuvo que irse al
análisis con expertos y sociedad civil, cara a cara delante de la nación, que
ha ocasionado una derrota fáctica a la propuesta calderonista.

Ahora, con la crisis financiera global, se ha anunciado
desde la presidencia un programa anti crisis que nos habla ahora de planear la
construcción de una refinería, lo que no era posible si no apoyábamos la
reforma energética, según así nos lo advertían. Además de promover una mejor
infraestructura que de certidumbre a los inversionistas, así como también, del
empleo necesario para darle el poder adquisitivo a los mexicanos ante un panorama
internacional devastado por la crisis económica global.

¿Tendrá resultado el plan o solo quedará, como ha sido hasta
ahora, en un catálogo de buenas intenciones?

Hay motivos de desconfianza, desde el inicio discutido de la
presidencia misma. La legitimidad de un régimen depende mucho de las
percepciones ciudadanas, más allá de las resoluciones judiciales al respecto.

La verdad que la presidencia de Felipe Calderón está
quedando corta con respecto a la expectativa que se planteó en un principio.
Más cuando el presidente se está dedicando más a la lucha electoral que atender
las demandas y retos del país.

De este modo, vemos como se ha dedicado a entorpecer las
labores de gobiernos que no son panistas, como es el caso de Yucatán, que aún
cuando con bombos y platinos anunció millonaria inversión federal en
construcción de vivienda, en pocos días después, puso la piedra en el zapato al
Instituto de Vivienda de Yucatán cuando la federación no envió los recursos
económicos para hacer frente a los compromisos con las constructoras. Como
consecuencia se desalienta la industria de la construcción, se compromete el
patrimonio de los mexicanos que no verán terminadas sus casas, y al final, nos
demuestra que el presidente se mueve más por intereses personales y compromisos
políticos que el verdadero respeto a la democracia.

En conclusión… una presidencia de buenas intenciones, nada
más.

 


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