Objetivos específicos:

 1.    Comprender que, como laico comprometido, tiene la misión de promover y defender los valores cristianos de la dignidad e identidad de la persona humana, la vida, y el matrimonio y la familia naturales.
2.    Asumir la necesidad de formarse y de dar una lucha organizada

Desarrollo de contenidos

Si el mal no encuentra oposición ni resistencia acaba siempre por imponerse.
“El mundo no será destruido por aquellos que hacen el mal, sino por aquellos que lo observan y no hacen nada” (Albert Einstein).
“Lo único necesario para el triunfo del mal es que los buenos no hagan nada” (Edmund Burke).
“El problema principal no está tanto en los defensores de la ideología de género, sino en la aparente apatía de la sociedad, y singularmente en los cristianos. Nos hemos desvinculado del contenido esencial de la fe cristiana y de la tradición de la Iglesia, y nos hemos convertido en socios y cómplices acomodaticios de este proceso descivilizador” (Aquilino Polaino).

1.    El llamado de la Iglesia a la Nueva Evangelización

“Una grande, comprometedora y magnífica empresa ha sido confiada a la Iglesia: la de una nueva evangelización, de la que el mundo actual tiene una gran necesidad. Los fieles laicos han de sentirse parte viva y responsable de esta empresa” (Christifideles Laici, 64).
“Urge en todas partes rehacer el entramado cristiano de la sociedad humana… a los fieles laicos corresponde testificar cómo la fe cristiana constituye la única respuesta plenamente válida a los problemas y expectativas que la vida plantea a cada hombre y a cada sociedad. Esto será posible si los fieles laicos saben superar en ellos mismos la fractura entre el Evangelio y la vida, recomponiendo en su vida familiar cotidiana, en el trabajo y en la sociedad, esa unidad de vida que en el Evangelio encuentra inspiración y fuerza para realizarse en plenitud” (Christifideles Laici, 34).
Una nueva evangelización, como sugirió San Juan Pablo II: “nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión” (discurso a la XIX Asamblea del CELAM, 9 de marzo de 1983).

2.    Es la hora de los laicos

Misión propia de los laicos es promover los valores cristianos de la dignidad e identidad de la persona humana, la vida, y el matrimonio y la familia naturales, así como protegerlos de todo tipo de ataques abiertos o velados.
“Los fieles laicos tienen como vocación propia la de buscar el Reino de Dios, iluminando y ordenando las realidades temporales según Dios.
 Responden así a la llamada a la santidad y al apostolado, que se dirige a todos los bautizados” (Compendio del Catecismo, 188).
“Son los laicos… los que tienen que actuar a manera de fermento en la más para construir una ciudad temporal que esté de acuerdo con el proyecto de Dios” (Aparecida, 505).
Los cristianos somos “luz del mundo y sal de tierra” (Mt 5,13-16) y “germen segurísimo de unidad, de esperanza y de salvación para el género humano” (Lumen Gentium 9).
“Nuevas situaciones, tanto eclesiales como sociales, económicas, políticas y culturales, reclaman hoy, con fuerza muy particular, la acción de los fieles laicos. Si no comprometerse ha sido siempre algo inaceptable, el tiempo presente lo hace aún más culpable. Urge en todas partes rehacer el entramado cristiano de la sociedad humana. A nadie le es lícito permanecer ocioso” (Christifideles Laici, 3).
“¿Qué es lo que espero de la Juventud? Espero lío… quiero que se salga afuera, quiero que la Iglesia salga a la calle, quiero que nos defendamos de todo lo que sea mundanidad, de lo que sea instalación, de lo que sea comodidad, de lo que sea estar encerrados en nosotros mismos… Los jóvenes tienen que salir a luchar por los valores, tienen que hacerse valer… hagan lío” (S.S. Francisco en Río de Janeiro, 2013).

3.    ¡Que nadie se quede con los brazos cruzados!

En este tiempo que nos ha tocado vivir, preocupante y al mismo tiempo maravilloso, que participamos en los miedos, en las incertidumbres y en los interrogantes de los hombres de hoy, no debemos ser pesimistas ante el futuro, tenemos razones para la esperanza de que la humanidad pronto sea mejor, no sin nuestra participación comprometida y activa.
“Tenemos muchos signos de una cultura de la muerte en América Latina… pero son más fuertes las energías de humanidad, de vitalidad, de esperanza de nuestros pueblos, porque están profundamente arraigadas en la victoria del Resucitado” (cfr. Aparecida, 13).
“El llamado a ser discípulos misioneros nos exige una decisión clara por Jesús y su Evangelio, coherencia entre la fe y la vida, encarnación de los valores del Reino, inserción en la comunidad y ser signo de contradicción y novedad en un mundo que promueve el consumismo y desfigura los valores que dignifican al ser humano. En un mundo que se cierra al Dios del amor, “somos una comunidad de amor, no del mundo sino en el mundo y para el mundo” (Aparecida Mensaje final, 3).
Se requiere que “recobremos el valor y la audacia apostólicos” (Aparecida, 552).
“Prefiero una Iglesia herida, manchada y accidentada por salir a la calle antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a sus propias seguridades… Más que el temor a equivocarnos espero que nos mueva el temor a encerrarnos” (S.S. Francisco a los laicos en la Vigilia de Pentecostés, mayo 2013).
“¡Que nadie se quede con los brazos cruzados! Ser misionero es ser anunciador de Jesucristo con creatividad u audacia en todos los lugares… en especial, en los ambientes difíciles y olvidados” (Aparecida Mensaje final, 4).

4.    Nuestra misión requiere de nuestro esfuerzo, es de lucha.

“Tal es la gravedad de la ideología de género que no durará mucho tiempo, pero desde luego no basta con agarrarse a un árbol, sino que hay que estar preparado a nivel social y, sobre todo, a nivel familiar y educativo, a la vez que prever cómo reconstruir en el futuro lo que va a destruir este tsunami”. “La solución pasa por dar una adecuada formación sexual, sobre todo en la familia, sin miedo, como algo positivo y digno, con responsabilidad, y que va unido al amor humano y al matrimonio, porque si no se puede caer en deformaciones” (Benigno Blanco).
Se trata de ganar la batalla cultural a la ideología de género.
Para trabajar por nuestra misión, requerimos de la virtud de la fortaleza.
 Y al igual que la virtud de la fortaleza tiene dos aspectos, nosotros debemos hacer dos tipos de acciones: una positiva, de compromiso y otra de resistencia.
1.    El compromiso es pasar a la ofensiva, no presumiendo de las propias fuerzas, sino confiando mucho en la ayuda del Señor. Se trata de promover, con la palabra, con el testimonio y con el ejemplo, los valores de la dignidad humana, el matrimonio y la familia naturales. Significa ganarse inteligencias, voluntades y corazones; ganarse aliados que decidan sumarse a esta misión. En una sociedad cada vez más plural, seamos integradores de fuerzas en la construcción de un mundo más positivo, más justo y más solidario.
“Seamos misioneros del Evangelio no sólo con la palabra sino sobre todo con nuestra propia vida, entregándola en el servicio” (Aparecida Mensaje final, 4).
“Si bien es siempre indispensable la predicación, la proclamación verbal de un mensaje, sabemos bien que el hombre moderno, hastiado de discursos, se muestra con frecuencia cansado de escuchar y, lo que es peor, inmunizado contra las palabras…. El testimonio de una vida auténticamente cristiana es el primer medio de evangelizar… El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escuchan a los que enseñan, es porque dan testimonio” (Evangelii Nuntiandi, 41 y 42).
2.    Resistencia es la capacidad de enfrentar las dificultades tanto internas como externas; la fuerza moral de superar las adversidades de la vida, de vencer al mal en todas sus formas. Implica el combatir contra los enemigos de nuestros valores.
Significa confirmar en nosotros nuestras convicciones, principios y valores para evitar caer en el peligro de adaptarnos a las formas de pensamiento y de conductas actuales, o del desinterés, del conformismo o de la derrota.
En primer lugar impedir que se instalen en nosotros los criterios del egoísmo, del individualismo, del relativismo, del consumismo, de la “revolución sexual”, de la ideología de género.
Un factor esencial en nuestra misión es el espíritu de lucha, y para ello debemos entrenarnos.
Nos resistiremos con todas nuestras fuerzas a esta avasalladora ideología radical que es opresora en los hechos y que niega la misma naturaleza humana. Lo haremos por el amor apasionado e irrenunciable al ser humano, a los destinos de la humanidad, y con la esperanza invencible de que el hombre moderno sepa descubrir también ahora su vocación a una civilización que no muere, sino que progresa siempre hacia la perfección natural y sobrenatural del espíritu humano.

5.    Se requiere de la ayuda de Dios

No podemos solos, necesitamos de Dios y de su gracia.
“Sin mí no pueden hacer nada” (Jn 15,5) nos dijo el Divino Maestro, y precisamente para participar “en el mundo sin ser del mundo” es imprescindible aprovechar y vivir la gracia que hará que me mantenga firme y fiel “sostenido por la fuerza de Aquel que actúa poderosamente en mí” (Col 1,29).
“El desarrollo necesita cristianos con los brazos levantados hacia Dios en oración, cristianos conscientes de que el amor lleno de verdad del que procede el auténtico desarrollo, no es el resultado de nuestro esfuerzo sino un don. Por ello, también en los momentos más difíciles y complejos, además de actuar con sensatez, hemos de volvernos ante todo a su amor” (Caritas in Veritate, 79).
“Trabaja como si todo dependiera de ti. Reza como si todo dependiera de Dios”. San Agustín.
“Ora et labora”. San Benito.
“En las empresas de apostolado, está bien -es un deber- que consideres tus medios terrenos (2+2=4), pero no olvides ¡nunca! que has de contar, por fortuna, con otro sumando: Dios+2+2…” (San Josemaría Escrivá de Balaguer, Camino, 471).

Bibliografía:

•    Exhortación apostólica post-sinodal Christifideles Laici, sobre la vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo. S.S. Juan Pablo II. 30 de diciembre de 1988
•    Exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi, sobre la evangelización en el mundo contemporáneo. S.S. Pablo VI. 8 de diciembre de 1975
•    Conferencia del Episcopado Mexicano. Documento conclusivo de Aparecida. Ed. CEM, 2007. https://parroquiaicm.files.wordpress.com/2008/12/documento_conclusivo_aparecida.pdf

Fuente: http://frentenacional.mx/


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