Uno de los derechos fundamentales, así reconocidos y garantizados por la Constitución Política Mexicana, es la libre manifestación de ideas y el ejercicio libre de la opinión. Un elemento esencial para la construcción de una sociedad democrática al permitir los canales de comunicación adecuados para cuestionar, tanto a las autoridades como a los ciudadanos, sobre los temas de interés social.

Sin embargo, la democracia se debe sostener con el valor de la tolerancia, expresado de manera magistral con Juan Jacobo Rousseau con la expresión “puede ser que no esté de acuerdo con lo que digas, pero defenderé hasta la muerte el derecho que tienes de decirlo”. Aunque también es necesario precisar que el concepto de tolerancia hace referencia al “aguantar”, lo que en términos religiosos podemos decir de forma analógica “… es dar la otra mejilla”. El que tolera soporta, no necesariamente contesta.

Una realidad de nuestra sociedad mexicana es el alto grado de humorismo que en muchas ocasiones raya en la insolencia; pero por el doble sentido o albur y demás costumbres de expresiones cotidianas, no importa el grado soez de la expresión, el mexicano lo toma como festejo. En la cultura política popular la burla caricaturesca de la imagen del político es parte esencial de la expresión ciudadana. Es una forma de dar a conocer los sentimientos, emociones y cuestionar los hechos políticos. La incongruencia del actuar y del discurso entre la clase política y autoridades es un insumo de importancia para el caricaturista o cartonista, que con ingenio nos hace no solo reír sino también reflexionar.

En el mundo de la globalidad y de la facilidad de los programas y aplicaciones electrónicas de diseño de imagen y el acceso a las redes sociales el ingenio del mexicano está más que “flor de piel”. Los “memes” se han convertido en un objeto de consumo social que fácilmente es leído y distribuido por una gran cantidad de usuarios que resultaría difícil precisar con gran exactitud su impacto viral.

Ahora bien ¿cuántas de esas críticas “memetizadas” realmente corresponden a una genuina preocupación de cuestionar la realidad para la reflexión que conduzca a una efectiva toma de decisiones de mejora? Tenemos que reconocer que muchas de ellas se conducen más por la emoción que surge de los traumas y odios, más que poner en la mesa de discusión lo que nos preocupa con la finalidad de encontrar las formas y maneras de abatir los rezagos que se critican.

De un activismo responsable, la nueva forma de expresión ciudadana lo que busca es desahogar la frustración social de quienes no han comprendido que la institucionalidad, enmarcada con marcos jurídicos, debe estar por encima de los intereses personales. Lo realmente importante debe ser el empoderamiento ciudadano con las propuestas inteligentes y fundamentadas en la mejora.

México no necesita de revoluciones. Por la experiencia se afirma que éstas no fueron necesariamente buenas para el país. La convulsión social sin la dirección y visión nos llevan al caos y a la anarquía institucional.

Lo que si debe ser prioritario es darle cauce a las ideas, a una auténtica EVOLUCIÓN DE IDEAS donde el diálogo sensato a partir de las coincidencias por una mejor sociedad sean el pilar y fundamento que la conduzcan. No son con palos, ni incendiando edificios o confrontando a los cuerpos de seguridad como podemos hacer valer ante la autoridad lo que deseamos y queremos para el país. Eso no construye, sino que impone un punto de vista que obviamente es de quien resulta ganador o con la suficiente fuerza física y violenta para manipular la realidad de las cosas.

No podemos, ni debemos, como tampoco está permitido, ejercer una libertad de expresión sin límites. El texto constitucional previene que el ejercicio de ese derecho se debe hacer con respeto a la dignidad de las personas, que no altere la paz ni la armonía social. Lo que se debe cuestionar son los hechos y las decisiones políticas sin importar que sea de naturaleza irónica o sarcástica. Hay aspectos de suma importancia que constituyen el fondo de las situaciones que se ven opacadas por solo centrarse en las formas. Lo que hace difícil encontrar una propuesta clara y sustentada de lo que tenemos que hacer.

No estoy diciendo ni afirmando que se deba acabar con el humor de los mexicanos ante los hechos políticos. Sino que nos debemos centrar, después o además, en lo prioritario que es crear las condiciones políticas para hacer los grandes cambios en la conciencia social del mexicano.

Los grandes transformadores de países – como lo fueron Lech Walesa (Polonia), Mahatma Gandhi (India) y Nelson Mandela (Sudáfrica) – entendieron bien que el cambio social se lograba con la modificación de las inercias que como fuerza siguen manteniendo un rumbo. Fueron conscientes que más allá del uso de la violencia como medio lo importante es el psique social, el empoderamiento de la conciencia social a favor de una visión y proyecto de nación.

Los lamentables hechos de violencia que se creían superados deben ser el punto de inflexión hacia la búsqueda de una transformación real de la política y sociedad mexicana. Lo que se va a construir no sólo con la crítica sin sentido, vacía y sin propuestas.

Abramos el camino hacia algo más. El camino hacia la EVOLUCIÓN DE LAS IDEAS.


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