En la mitad de la década de los 80’s y en la posterior, el gran baluarte de Acción Nacional fue convencer a la población, en ese entonces, de ese rango de edad, que motivados por el discurso y compromiso ético y de valores fueron el fundamento que les permitió consumar su arribo a los gobiernos, federal y estatal.

En el caso municipal hay que reconocer que la hegemonía del PAN ha sido continua desde hace 19 años, siendo la gestión de Ana Rosa Payán Cervera un elemento que resulto muy atractivo y seductor en la juventud yucateca que dio el apoyo a los panistas.

Hoy las cosas están cambiando. Ante el estéril discurso por la continua repetición de aparentar ser la mejor opción ante la hegemonía príista, los actos deshonestos crean la desconfianza en la juventud que ahora conoce que los panistas ni son tan puros, ni tan honrados como dicen serlo.

El caso de Cecilia Flores Argaez, la ex coordinadora de comunicación social del Ayuntamiento, aunque se le quiera configurar por el César Bojórquez que es un asunto estrictamente personal y ajeno a la administración municipal, demuestra que no son tan santos como nos aseguraron que iban a ser.

Bien lo dijo Félix Rubio Villanueva apenas el PAN había sido derrotado en las elecciones del 2007. Cuando un miembro de una pareja ha traicionado a la otra, aunque pida perdón y sea concedido, no se le puede fallar, ya que sería prácticamente desastroso que se repitieran los errores porque provocarían la pérdida total de la confianza.

Cuando el PAN llegó al poder, como grupo político se encerró en si mismo, al igual como un club de toby donde nadie más que ellos mismos podían pasar, cerrando las puertas a otras expresiones frescas y juveniles propias de la misma evolución del partido a lo largo del tiempo. Con el olvido de los jóvenes arguyeron un plan para garantizar la sucesión del poder, por lo que sin importar los liderazgos internos, el grupo comandados por Patricio Patrón Laviada no visualizo ningún obstáculo al eliminar conscientemente a sus opositores en el 2007, Luis Correa Mena y Ana Rosa Payán Cervera, para imponer a su delfín, Xavier Abreu Sierra. Pero no contó que en la dignidad y la consciencia de su propio liderazgo, la contadora, causará la gran dimisión que sembró desconfianza en miles de simpatizantes, que inclusive en menos de 12 meses, de la elección 2006 a 2007, retiraran el voto al panismo y otorgaran el triunfo que permitió el arribo del PRI nuevamente al poder ejecutivo estatal.

Lo que sucede en el PAN en el Ayuntamiento de Mérida es la prueba del desgaste que la misma senadora Beatriz Zavala advirtió como la llegada de los vicios del poder en Acción Nacional al respecto de las “designaciones”. En el diario Reforma de la Ciudad de México, el pasado 14 de febrero, la legisladora acepta que el partido ha recurrido a las afiliaciones exprés en el padrón panista para beneficiar a equis candidato. Con el descaro de pretender justificar las decisiones cupulares justifica que, los también identificados “dedazos”, ante no contar con un padrón electoral confiable de simpatizantes, solo queda elegir a los mejores por medio de encuestas. ¿Los militantes conocerán la metodología y resultados de las mismas, o será una simple pantalla para beneficiar a alguien en particular?

Lo bueno es que por la misma transparencia que ellos establecieron hoy el ciudadano está más abierto a realizar cuestionamientos y críticas a la autoridad. Ya no se tragan los cuentos fácilmente. Ya no es admisible para los panistas y simpatizantes que están comprometidos con el fomento de la vida democrática que se les impongan candidatos que a leguas obedecen a intereses particulares del grupo de interés patricista.

En ese sentido resulta difícil suponer que César Bojórquez desconociera lo que hacia una subalterna especial. Digo especial porque una coordinadora de comunicación social es la persona más cercana a la autoridad, que la acompaña en los diversos eventos públicos, que viaja en muchas ocasiones, en el mismo vehículo, que a diario y cuando sea necesario e programan reuniones de trabajo para establecer las políticas y líneas de la comunicación y declaraciones.

Fácilmente y lógicamente se configuran preguntas: ¿A qué horas se dedicaba Cecilia Flores a sus actividades empresariales y personales sin desatender las tareas de comunicación social? ¿Cómo creerle al alcalde meridano cuando ahora nos quiere convencer que los actuales funcionarios cumplen cabalmente las funciones asignadas a los puestos, cuando quien tuvo el cargo de más confianza ahora el señor se hace sentir extrañado, ignorante e inocente?

Muy posiblemente no se encuentren elementos que lo vinculen directamente, al igual que Patricio Patrón no pudo encontrar ningún acto de corrupción contra su antecesor como lo prometió en campaña. Pero quedará en la percepción de los ciudadanos que en su administración, la coordinadora de comunicación social y presidente del Comité del Carnaval de Mérida, siendo está última función directamente relacionada con la organización de espectáculos con artistas, lo que desde la “empresa personal” de Cecilia Flores era a lo que se dedicaba, hubo corrupción por el simple hecho de usar el puesto y poder para garantizar a socios ganancias sustanciosas. Es difícil pensar lo contrario.

En este caso hay denuncias, de ciudadanos a quien hay que reconocerles la valentía de no importarles represarías por la defensa de sus intereses personales y financieros. Estas diferencias que deberán ser ventilados y solucionados en los procesos judiciales y en la transparencia de la cuenta pública del Ayuntamiento que ha quedado ya manchados por corrupción.

Solo preciso que no somos los ciudadanos quienes debemos avocarnos a la tarea de la investigación para asegurarnos la limpieza de la actuación municipal, sino que por el contrario, son las autoridades quienes nos deben convencer de ello. Ni modos… las cosas así son.

 


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