presentacion-reforma-energetica-pea-nietoEn días pasados, la aprobación de la Reforma Energética trajo lecciones muy importantes en acontecer político en México. Desde hace una década, con el nombre de reformas estructurales, se ha discutido la urgencia de realizar cambios jurídicos, institucionales y en esquemas o paradigmas en un México que requiere modernizarse y ajustarse a las nuevas realidades de mercado y compromiso internacionales.

Es muy claro que el mundo ha transitado hacia la globalidad, el intercambio en mercados y paradigmas extranjeros. Las guerras mundiales orillaron al hombre a buscar mecanismos de extrema colaboración con marcos jurídicos internacionales más precisos, respetuosos de la soberanía internacional, y en la actualidad, con el énfasis en el respeto a los derechos humanos.

¿Se va a entregar el petroleo a manos extranjeras? ¿Realmente hay una privatización de los recursos energéticos que atenten contra la soberanía del país?

Leyendo la minuta que se aprobó en el Congreso de la Unión con respecto a la reforma energética no hay en ninguna palabra un indicio que nos conduzca de deducir que es un hecho la privatización del petróleo o la electricidad. Es más, el texto constitucional aprobado afirma que dichos bienes pertenecen a la nación, que son inalienables e imprescriptibles. Sobre los temas polémicos como petróleo y electricidad no existen concesiones, ya que su explotación, distribución o comercialización son tarea del Estado sin perjuicio de que se puedan celebrar contratos con particulares para áreas en donde se requiera de la inversión en infraestructura o áreas especializadas donde no se tenga capacidad financiera.

Pero la izquierda, o mejor dicho, una izquierda muy específica, nos quiere decir lo contrario. Asumen como una verdad absoluta que los legisladores que han aprobado la propuesta son traidores a la patria, que han vendido la soberanía del país, y con ello, negado el valor de la historia de un hecho que trajo solidez a la nación mexicana al arrebatarle el petróleo a los extranjeros y ponerlo al servicio de los mexicanos.

Esa izquierda intentó boicotear el proceso de discusión, con argucias buscaba dilatar en el tiempo para la discusión y aprobación. Se paso del argumento al insulto, a la denostación personal, y en un caso extremo, al despojo de ropa para exponer en desnudez una argumentación que resulta anacrónica de los tiempos y al contexto actual.

Se pedía una consulta nacional sobre un tema que estaba ampliamente discutido, y que un un honor a la verdad, a la gran mayoría de la sociedad no le interesó participar. La evidencia la podemos fácilmente ver en la escasa convocatoria que se tuvo para cercar a las Cámaras Legislativas, en la nula manifestación en las entidades federativas. No se ganó ninguna calle. No se paralizó al país. La funcionalidad y tranquilidad hoy reflejan que México sin duda ha cambiado sus paradigmas, sus modelos políticos, sociales y económicos, porque indiscutiblemente hoy vivimos una realidad muy diferente a la que respondió en su momento Porfirio Díaz, o más reciente, Lázaro Cárdenas.

Es muy claro que la izquierda no tuvo la fuerza para hacer valer su argumento. Estuvieron en ambas sesiones, aún y a pesar de los insultos, las denostaciones y desnudo, se les escucho a todos, en favor y en contra. Con su participación y en atención al procedimiento legislativo fue claro que no tenían los votos suficientes para lograr la victoria legislativa.

Es claro que los mexicanos no queremos violencia dentro de la vida institucional y en la democracia. Al final deseamos gobiernos eficaces, que nos den resultados, que se mejoren los servicios públicos. En el caso específico que nos ocupa que la gasolina deje de subir, que la electricidad no sea un artículo de lujo sino un bien social accesible a todos.

Si los cambios van en esa dirección, no tengo ningún problema en decir que SI a la Reforma Energética. Si es lo que México requiere para dar las oportunidades de crecimiento y desarrollo se debe apoyar.

Esto no significa tampoco una claudicación a los principios fundamentales de la nación. Nuestro papel debe orientarse al fortalecimiento de la transparencia y la rendición de cuentas. En el fortalecimiento del sistema jurídico que acote realmente el abuso de un gobierno.

La Reforma Energética fue solo un paso hacia la modernidad y madurez de la nación mexicana. La consolidación de la institucionalidad jurídica y administrativa relacionada con la materia energética es el siguiente. Después de la aprobación de los cambios constitucionales se requerirá de los cambios necesarios en las leyes reglamentarias y reglamentos operativos. En el planteamiento, discusión, y posterior, aprobación, será la oportunidad específica de interponer los candados jurídicos necesarios para la operatividad de los dicho por la Constitución.

En conclusión, un paso fundamental se ha dado, pero falta la consolidación con las leyes reglamentarias. Es necesario que los viejos paradigmas empiecen a ser realmente obsoletos para abrirse a una nueva visión de México en el mundo actual. Tenemos que llevar al país hacia un proceso de maduración estable, comprometido con el bienestar social, con gobiernos que sean eficaces y eficientes.


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