Pero aún con todas las
limitaciones y carencias, y a pesar de la mayor voracidad de los
vientos huracanados, el país ha logrado aguantar los efectos y
continuar vivo. Hoy la comunidad internacional se vuelca hacia Haití.
Gobiernos y ciudadanos hacen eco del grito de auxilio, y con lo que se
puede, se está apoyando las necesidades primarias de los haitianos. Sin
embargo, las condiciones devastadoras hacen, a lo que aún queda de
Haití, una nación sumida en el caos e incapacidad para canalizar ese
enorme esfuerzo humano que no basta ante tantos heridos, muertos y
necesidades del pueblo en términos generales.

¿Qué debemos
aprender de esta realidad? Debemos ser cada días más conscientes de la
importancia de ayudar al pobre. En este caso, de una nación que por la
indiferencia de la comunidad internacional quedó en el olvido y
abandono en esos intentos de fomentar la democracia, la consolidación
de la economía de mercado y el desarrollo tecnológico.

Hoy va a
ser mucho más caro ayudar en la reconstrucción. Miles de millones de
dólares que hoy se pudieran ahorrar; sí, con mucho menos se hubieran
establecido políticas mundiales a favor, no solo de Haití, sino de toda
nación o pueblo, que requiere de esa ayuda. Pero Haití no tiene
petróleo como para encabezar una invasión que imponga la
democratización del país, como tampoco es atractivo para los negocios
ante el elevado analfabetismo que estimula y fomenta el desorden
social.

Esa es la verdadera tragedia de Haití, lo que ha
venido a perjudicar todo el contexto que agrava la tragedia natural. El
deber de la sociedad es hacer que la pobreza sea una opción, no una
condición. Es decir, que en las manos de quién tiene debería ayudar al
que no tenga.

Claro que si el que no tiene, tampoco quiere,
difícilmente lograremos que la ayuda sea efectiva para solucionar el
problema; pero por lo menos, lo intentamos y vencimos la indiferencia.

La
auténtica tragedia está en la indiferencia que los ha sumido en esa
extrema pobreza. La ayuda que se envíe por instituciones y órganos de
gobierno, nacionales o internacionales, son solo un paliativo, que de
forma inmediata permitirán remediar en poco la situación apremiante.

Lo
importante es el después. Lo que tendrá que venir, no solo para Haití,
sino para cualquier otra nación sumida en la extrema pobreza, como
aquella que se encuentra en la sociedad, con medidas y acciones que
fortalezcan oportunidades de desarrollo, para que en caso de
presentarse las grandes tragedias no afecten significativamente a los
más vulnerables.


Espero que esta publicación sea de tu interés. Me gustaría seguir en contacto contigo. Por lo cual te dejo mis principales redes para dialogar y comentar los temas de interés para la sociedad y nosotros.