Lula de Silva era el modelo de un gobierno de izquierda moderno. Su labor en Brasil creó muchos adeptos y la esperanza de que la izquierda política tiene un futuro viable como opción de gobierno. En la historia política la clase obrera, campesina o pobre han esperado y confiado en personajes que han prometido implementar la justicia igualitaria que les permita alcanzar mejores estadios de desarrollo que supera los rezagos sociales de los más vulnerables. Es el fenómeno de los mesías, de los líderes mesiánicos han marcado la forma de acción política desde una perspectiva izquierdista.

Evo Morales, Hugo Chavez y Lula Da Silva, era la tríada de políticos de izquierda en una Sudamérica que históricamente sufre mucho rezago social y cultural, sobre todo los pueblos aborígenes y los pobres. Una realidad política, cultural y económica heredada de la colonia española.

El principal de ellos que ya se sentía con el derecho a la perpetuidad en el poder, Hugo Chavez, ya falleció. Su sucesor Nicolás Maduro no ha tenido ni el carisma, ni capacidad de decisión e imposición, por lo cual se ha convertido en una caricatura política. Venezuela después de Chavez ha caído. No le queda dinero, el poder presidencial se tambalea, la oposición cada vez aumenta su presencia.

Por su parte Evo Morales ya huele a “dictador”. Al parecer ha copado a la oposición e impuesto normas que le permite la reelección que provoca su permanencia en el poder. De origen indígena ha probado las mieles del poder, tanto que no quiere dejarlo.

En el caso de Brasil se destaca el valor de la democracia. Por ese ejemplo de civilidad se le concedió al país de la samba la organización del mundial de fútbol y las próximas olimpiadas. Es la primera vez que convergen las dos justas deportivas más grandes del planeta en un mismo país de forma consecutiva. Aún con las diferencias sociales imperantes en la sociedad brasileña se le reconocía la estabilidad de la economía. Lula tenía el mundo a sus pies.

México le reconocía a Lula da Silva su aportación a la economía y política. Lo invita cuando Enrique Peña Nieto inicia su campaña contra el hambre. Posteriormente, el brasileño le concedería a la presidencia de México una serie de descalificaciones y críticas duras.

Sin embargo, la realidad ha alcanzado al ex presidente brasileño. Al inicio de la semana se dio a conocer su detención para declarar sobre un caso de corrupción de Petrobras, la empresa petrolera brasileña. Una compañía de esquema paraestatal que fue modernizada por la presidencia de Lula.

Hoy se confirma que hay acusaciones contra el ex presidente por poseer propiedades lujosas que no fueron debidamente declaradas. Por lo cual se enloda su presidencia, se le acusa de no transparente. Eso nos lleva sin duda a la corrupción. Una corrupción que también sabe alcanzar a la izquierda.

La enseñanza es que todos son posibles de caer en la corrupción. No importa si uno es de derecha, izquierda o centro. Nos permite darnos cuenta que no podemos confiar ciegamente en los mesías. En los que buscan prometer y solo prometer.

La forma en como el caso está siendo tratado en Brasil, por la trascendencia mediática que tuvo en su mandato, el caso de Brasil y el ex presidente Lula da Silva tiene una importancia global. Su liderazgo ha caído por los errores que cometió en su mandato. Se ha trasgredido la confianza del ciudadano.

¡Vaya manera de perder la credibilidad!


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