Una de las lecturas de primaria que resulta difícil de olvidar es aquella del señor y un hijo que transitan la calle de un pueblo acompañados de un burro. Las murmuraciones – que mejor el niño vaya sobre el burro, que pobre burro cargando a uno o a ambos – de quienes los ven no permite que se coincida en lo mejor de la situación.

Con la penetración de la televisión se empezó a hablar de medios masivos de comunicación. Hay quienes cuestionaron el poder de la televisión en el control de las masas. En la década de los 60’s y 70’s la homogenización de la sociedad trajo consigo movimientos sociales de importancia que cuestionaban el conservadurismo de la sociedad.

El teórico social Alvin Tofler lo expone muy bien en los libros “El shock del futuro” y “La tercera ola”. El autor penetra en el análisis de los procesos sociales, productivos, económicos y de poder de la sociedad a lo largo de la historia. Descubre que la industrialización trajo consigo la necesidad de homogenizar los procesos, uniformizar a la sociedad en torno al mejoramiento y evolución de la sociedad agrícola a la estandarización productiva de la fábrica.

Pero aun cuando las referencias citadas datan de la década de los 70’s, el autor hace señalamientos muy interesantes de lo que venía si no cambiaba el curso lineal de la historia. A partir de la aquella década iniciaba una nueva transformación social por la llamada cultura del silicio. La invención del proceso lógico-matemático del chip, predecía el autor, conduciría a una sociedad que rompería los esquemas conservadores y estáticos de la sociedad. El camino de la homogenización cambiaría por la especialización, la segmentación y disgregación de la sociedad.

Si nos vamos al terreno de la política, en México se ha ejemplifica con creces como se da consolidado ese proceso tecnológico, histórico y evolutivo. Para que el país pudiese controlar las ansias de lucha de poder se requirió de un partido fuerte, hegemónico, con la capacidad para controlar a la sociedad en el camino de un proyecto de nación. Aunque se pretenda negar no hay ninguna duda que en las condiciones revolucionarias de la primera mitad del siglo pasado resultaría difícil consolidar las instituciones que el pueblo mexicano requería para su desarrollo.

Tiempo después se requirió de una mayor participación social en la medida que el gobierno fue siendo incapaz de resolver las crisis que se derivaban del mismo control. En la incapacidad de respuesta a las crecientes demandas ciudadanas la confiabilidad del sistema político fue disminuyendo.

Surgieron grupos opositores reales que supieron ganar el ánimo de los ciudadanos para convertirse en opciones de gobierno. Sin embargo, en la realidad de los hechos estos grupos que lograron llegar no supieron estar a la altura de los cambios, por lo cual, en lugar de ser motores de la transformación se convirtieron en administradores del sistema político, cerrando a la mayoría posibilidades concretas en la decisión política.

Hoy es una realidad que el deterioro a la política y a la democracia misma parece que se consolida. Con el advenimiento del mundo global, y especialmente de las redes sociales, se ha convertido esos espacios en auténticas arenas de debate sin importar se tenga fundamento o no en las posturas que se defienden.

Es cierto que los ciudadanos tenemos el derecho – que debe ser sagrado – de la libertad individual de conciencia social y política, nos ha faltado ponderar en la ecuación el interés general de la nación. Un interés que debería surgir de las instituciones y de la pluralidad de las mismas.

La democracia en la actualidad debería surgir no sólo de las elecciones o decisiones mayoritarias. Es una realidad que hoy todos deben contar en la sociedad. No solo las mayorías, sino también las minorías. Ni una, ni otra por encima. Lo que implica la necesidad de la coincidencia para encontrar los cauces del consenso.

Un interés de Estado que nos conduzca a un proyecto de nación parar el beneficio de todos, sin distinción ni discriminación por ideología, color o credo político. Donde se acepta al contrario con la gallardía y el espíritu democrático.

Aún no vemos en el camino de la llamada “consolidación democrática mexicana” ese recorrido. Nos hemos concentrado en la lucha polarizada que no nos conduce a un entendimiento. La democracia no debe circunscribirse a solo luchar contra el adversario político.

¿Veremos algún día la madurez en los políticos y en la sociedad para construir una democracia genuina, consensuada, respetuosa e incluyente con todas las ideologías?

Lamentablemente yo no tengo la respuesta… ¿y usted, la tiene?


Espero que esta publicación sea de tu interés. Me gustaría seguir en contacto contigo. Por lo cual te dejo mis principales redes para dialogar y comentar los temas de interés para la sociedad y nosotros.