El asunto no es menor. Desde que se dio a conocer la noticia de la balacera en un antro en la madrugada del lunes la alerta sobre la penetración de la delincuencia organizada en la Riviera Maya se encendieron. Pero basta un poco más de 24 horas para que la situación adopte una gran dimensión ante el desafío de grupos delincuenciales contra las instituciones de seguridad pública del Estado.

Es comprensible la psicosis que se ha provocado estos incidentes. La zona de Cancún, conocida como la Riviera Maya, es uno de los principales centros de operación turística del país y especialmente de la Península de Yucatán.

Si algo podemos estar plenamente seguros es que las zonas turísticas siempre representan un gran atractivo para el mercado de actividades ilegales. Precisamente por el alto tránsito de personas la venta y distribución de droga o prostitución son alicientes para el desarrollo de un comercio paralelo con altas ganancias para grupos de delincuencia organizada.

Por lo cual las autoridades no deben afirmar que están sobresaltadas o asombradas de estos incidentes. Más cuando protagonistas que se disputan el derecho del terreno fueron parte de los cuerpos de seguridad del Estado. Lo que alarma a la población por caer en la conciencia, aunque muchos así lo han percibido, que hay penetración en la delincuencia en los organismos que dicen nos protegen de ello.

Esto que vemos y que nos hace siempre cuestionar a las autoridades el verdadero compromiso en el combate al crimen y la delincuencia organizada no es nuevo. Es parte de la descomposición de un sistema social que ha perdido el control de las actividades sociales por la corrupción de los valores institucionales.

Vivimos sin duda una crisis de instituciones, una deficiencia en los valores constitutivos de la sociedad. Esto nos enfrenta a una serie de problemáticas sociales donde el enfrentamiento entre grupos por el crimen, la política, sobre las decisiones, propuestas o alternativas de solución a problemas sociales, en la opinión pública evidenciada en las redes sociales o cualquier otro asunto que debería ser del interés general ocasiona división y lucha de poderes.

Viene a mi mente la película “El Padrino”, basada en el libro homónimo de Mario Puzo, donde se retrata las relaciones y negocios de la mafia italiana y norteamericana. Hasta en aquellas familias criminales habían reglas y normas a seguir. Si alguno trascendía de ellas, los mismos líderes o cabezas de familia determinaban el lamentable destino como sanción y castigo. Inclusive, si un mafioso atentaba contra los cuerpos de seguridad, eran desprotegidos y abandonados a su suerte. Recuerdan, los que han visto y analizado esta excelente película, aquella reunión donde Vito Corleone (intepretado por el actor Marlon Brando) convoca a las cabezas de las familias mafiosas para dirimir las diferencias y que pone en la mesa de discusión que no tenía inconveniente de que se vendiera droga en las calles, siempre y cuando, no se haga en las puertas de la escuela. Además, las diferencias se resolvían entre ellos, no se extendían hasta los ciudadanos.

Hoy la realidad ha superado la realidad. Vemos como la descomposición social llega hasta los criminales que no tienen reparo de atentar contra las instituciones de seguridad, ni que el ciudadano inocente este en medio de un tiroteo. Las imágenes que se han compartido en las redes sociales alarman y nos hacen cuestionar el nivel de seguridad que no garantiza la integridad física ni patrimonial del ciudadano.

Esto pone de rodillas a toda una ciudad en nuevo tipo de terrorismo por la incertidumbre que genera salir a la calle, asistir a una plaza o acudir a tramitar alguna diligencia a un edificio de gobierno.

Es por ello que lo que sucedió en Cancún y en Playa de Carmen es importante no solo analizar, sino emprender acciones para la recuperación de la tranquilidad. No solo en cuestión de recuperar un control de las calles, de la paz y la armonía social. Hay una tarea mucho más amplia que tiene que ver con la recuperación de valores sociales que faciliten la convivencia más armoniosa y en paz.

Para los yucatecos la cercanía con estos hechos y lugares es muy importante. Muchos tenemos familias que han ido a probar suerte en el mercado turístico. Es un centro de fácil acceso para ir a vacacionar y relajarse. La vinculación comercial es vital para el desarrollo económico de la península.

AL CALCE. Dentro de esta realidad que sacude la conciencia del peninsular, los yucatecos debemos sentir orgullo por construir y consolidar un clima de paz y seguridad. Más allá de las notas rojas, que nunca acabaran por ser una ciudad grande, debemos reconocer que estamos lejos de sentir la incertidumbre que hoy se vive en La Riviera Maya.

Es por ello que debemos trabajar unidos en la conservación de esa paz y seguridad que nos ubica como el estado con mejor percepción de seguridad y para la inversión.

Vienen tiempos difíciles en la economía nacional por la situación de amenaza y amago del nuevo presidente de los Estados Unidos. La consolidación de la seguridad sin duda permite darle la confianza al inversionista para continuar en nuestra entidad y beneficiar con empleo formal a las familias yucatecas.

Pero la tarea no sólo es del gobierno, sino de todos y cada uno de nosotros.

Yo me sumo.

¿Y tú?


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