Ensayo que corresponde a la actividad integradora de la unidad 2 del primer módulo del Diplomado de Competencias Docentes 

El maestro que intenta enseñar sin inspirar en el alumno
 el deseo de aprender está tratando de forjar un hierro frío.
Horace Mann (1796-1859) Educador estadounidense.

mcc Horace Mann nació en el estado norteamericano de Massachusetts. Es considerado uno de los grandes reformadores de la educación en nuestro vecino del norte, al grado de calificarlo como el “Padre de la Escuela Pública”. Promovió el examen como un medio de evaluación idóneo al considerar que resultaba más imparcial y menos interferencia de los maestros en la valoración de la competencia del estudiante. (Buscabiografías, s.f).

Resulta interesante que hace ya dos siglos temas, como la obligación de la sociedad en la educación de sus propios individuos y la meta de formar alumnos competentes, abriera el camino a acciones de reforma en los sistemas educativos. Lo que se reconoce en importancia y trascendencia a la aportación de Horace Mann a la educación norteamericana. Si vamos a una análisis hermenéutico de la frase inicial, resulta más que interesante descubrir que la educación no solo debe ser limitativa a la transmisión de un conocimiento, sino que va más allá hacia la conformación de la persona, de su ser y constitución.

El individuo no es un ser acabado, sino que su misma naturaleza es cambiante, evolutiva y dinámica en su propia realidad. Por lo cual, la necesidad de conducir hacia el “aprender a aprender” no es un concepto nuevo, ni de moda actual.

Los maestros no somos ajenos a esta realidad humana, porque no dejamos de ser individuos igual que los alumnos. Junto con ellos compartimos la misma naturaleza física, emocional y psicológica. Lamentablemente perdemos la conciencia de que nuestras acciones marcan la vida de los jóvenes a los cuales se nos presenta el reto de educarlos. La posición directiva de transmisión de contenidos nos coloca por encima del estudiante. El maestro es el maestro y su palabra debe valer por sí misma – es la expresión absolutista de una posición que día a día debe de cambiar por ya no responder a los tiempos actuales y a la necesidad de una educación más competitiva, pero a la vez, más humana por requerirse una mayor integralidad en la formación del individuo.

En el acuerdo 444 de la SEP en su consideración y justificación del Modelo Curricular Común (MCC)  se afirma que “…en el México de hoy es indispensable que los jóvenes que cursan el bachillerato egresen con una serie de competencias que les permitan desplegar su potencial, tanto para su desarrollo personal como para contribuir al de la sociedad.”

Lo anterior constituye todo un reto para el sistema educativo nacional, una vez que el bachillerato se volvió obligatorio en el Decreto Constitucional publicado en el Diario Oficial de la Federación el 10 de junio de 2013 por el presidente Felipe Calderón Hinojosa. (Proceso, 2013).

Un cambio que contó con la unanimidad de los actores políticos y educativos por considerar sustancial elevar la calidad de la educación tan evidenciada y deteriorada en los procesos de evaluación internacional. Es muy claro que una formación preuniversitaria débil impide realmente fortalecer el insumo que la educación profesional exige. Por lo cual no ha excusa para continuar pretextando las brechas de división en conocimientos, habilidades y actitudes entre niveles formativos diferentes. Máxime cuando hay que reconocer la gran variante y riqueza de la diversificada oferta educativa en educación media superior.

La homogenización o construcción de un marco común de competencias que establezcan el mínimo estándar, pero que a la vez abra la posibilidad y flexibilización para que cada subsistema cumpla con su función social, era un paso más que necesario, trascendental y de vital importancia para unir esfuerzos educativos. La labor del docente preuniversitario, que ha abierto sus puertas a otras profesiones para su ejercicio, entonces se ve forzada a cumplir un nivel de concreción áulica de las competencias en sus planes de estudio y dinámica propia de trabajo diario y cotidiano.

¿Estamos los maestros preparados para asumir con responsabilidad y compromiso ese rol?

No resulta sencilla la respuesta. La reforma en sí misma resulta un gran cambio en el paradigma o modelo educativo. Como cualquier modificación requiere de un cambio de visión, óptica y de acción.

Lo primero ha sido la difusión y socialización de la nueva propuesta curricular, así como también de la instrumentalización de los medios para conseguirlo. La primera se ha cumplido desde un principio con platicas, cursos y con el diplomado de formación en competencias docentes. Igualmente se han creado planes y programas de estudio que continuamente se revisan, materiales como guías didácticas para docentes y alumnos basados en las competencias.

Sin embargo hay que ser críticos en la búsqueda de las deficiencias para mejorar los procesos. En la práctica se destaca que uno de los talones de Aquiles se encuentra en la evaluación de la actividad académica.

El acuerdo de la SEP número 8/CD/2009 sobre el tema de la evaluación se afirma que“… debe ser un proceso continuo, que permita recabar evidencias pertinentes sobre el logro de los aprendizajes para retroalimentar el proceso de enseñanza-aprendizaje y mejorar sus resultados. Asimismo, es necesario tener en cuenta la diversidad de formas y ritmos de aprendizaje de los alumnos, para considerar que las estrategias de evaluación atiendan los diferentes estilos de aprendizaje.”

Lo que desde una perspectiva simplista resulta interesante y valioso, sin embargo, hay elementos en la política educativa que dejan dudas, o por lo menos, una doble interpretación o sentido a lo que se dice se debe hacer y lo que resulta de esa acción malinterpretada. Tenemos el caso de la falta de permanencia de alumnos en las aulas de educación media superior. Por un lado no se ve, por las mismas características psicológicas, motivación natural hacia el estudio por los adolescentes en edad de bachillerato. Esto junto con otros factores como la realidad económica lacerante para la familia que requiere que el preuniversitario opte mejor por el trabajo que el estudio, son algunos de los factores principales para abandonar los estudios de educación media superior.

Como respuesta el Gobierno Federal delegando la responsabilidad a la Secretaría de Educación Pública se implementa una política de no abandono escolar que tiene la finalidad, como su nombre lo indica, de impedir que los factores de riesgos de abandono provoquen más deserción en los estudiantes de bachillerato. Sin embargo, hay quienes han interpretado que por otro lado se hace un énfasis de “no reprobación” en interpretación análoga a lo aplicado en los niveles de educación básica – primaria y secundaria – que por más que se niegue por parte de las autoridades educativas la sí aplicación de la reprobación, en los hechos y exigencias la realidad es muy diferente.

En 2014 en el artículo titulado ¿Qué destino queremos para nuestros jóvenes? O ¿Qué jóvenes queremos en nuestro destino? Publicado en La Revista Peninsular al respecto me saltaron las siguientes preguntas que reproduzco por relacionarse en el aspecto que estamos analizando.

¿No estamos entonces privilegiando más el número que la calidad? ¿Qué es lo que debe dar mayor proyección de éxito al sistema educativo nacional? ¿Qué podamos decir que nuestros jóvenes terminan – como sea – sus estudios? ¿O qué éstos demuestran que son jóvenes productivos, comprometidos, con conocimientos, habilidades y actitudes que los hacen hombres y mujeres capaces de resolver problemas, de afrontar retos con entereza, eficacia y eficiencia?

Que me llevan, con la nueva información y análisis de los temas en comento a concretar las siguientes dos preguntas ¿Realmente estamos llevando el esfuerzo educativo de propiciar en el alumno el “aprender a aprender”, especialmente cuando evaluación se desvía de una correcta valoración del aprendizaje? ¿No será que con la flexibilización de contar con otros medios o instrumentos de evaluación se disminuya la calidad del aprendizaje?

Casanova (1998) nos advierte que una de las problemáticas de la evaluación continua y formativa es que la “… evaluación de actitudes puede ser compleja si se pretende hacer bien, y más aún cuando son muchos los alumnos que se atienden y se está poco tiempo con ellos”, como también, “… en la evaluación de los procedimientos adquiridos por el alumnado requiere, igualmente, que el profesor vea cómo se desenvuelve al aplicarlos a distintas situaciones” (p. 236).

Con lo analizado y la situación problemática establecida se pueden llegar a las siguientes conclusiones:

(1). Hay avance en la construcción de un Modelo Curricular Común en competencias en la educación media superior.

(2). Se reconoce que la educación en el nivel de bachillerato debe procurar un estándar mínimo de calidad establecido en el MCC.

(3). Como cualquier cambio es necesario una transformación de nuestra visión, enfoque y trabajo cotidiano, superando los paradigmas educativos anacrónicos.

(4). No obstante del avance importante hay retos aún que deben superarse como sucede con el caso de la evaluación de competencias.

(5) Es necesario que sea más precisa la información gubernamental con respecto a sus políticas que eviten malos entendidos que distorsionan el esfuerzo educativo para el logro de una mayor calidad educativa.

Pero lo más importante al final somos nosotros los maestros.  Aunque nuestra responsabilidad se ve limitada al último nivel de concreción de la reforma, es muy cierto que somos la fuerza motora del cambio. Los que llevamos en el hombro el compromiso de materializar los cambios de la reforma. Nuestro convencimiento y la consecuente ejecución de acciones en continua preparación y capacitación, junto con una mejor planeación en los programas y en la actividad cotidiana en la clase diaria, en el contacto directo con los alumnos y trabaja colegiado con los demás docentes de la institución educativa.

Como dijera el rector de la Universidad Autónoma de México, el doctor José Narro en 2012 en la conmemoración del 145 Aniversario de la Escuela Nacional Preparatoria (El Economista): “tenemos que seguir volteando a ser parte de la solución en la educación, tenemos que seguir confiando en el saber que forma a hombres y mujeres”… de ese tamaño es el compromiso y reto del docente en educación media superior.

 

Referencias de información

 

Buscabiografías (s.f.). Horace Man. Recuperado de la dirección web http://www.buscabiografias.com/bios/biografia/verDetalle/7245/Horace%20Mann el 29 de junio de 2014

Casanova. M. (1998). La evaluación educativa. Escuela básica. Colección Biblioteca del Normalista. México: SEP-Cooperación Española.

Diario Oficial de la Federación (2009).Acuerdo Secretarial Número 8. Comité Directivo del Sistema Nacional de Bachillerato.

Diario Oficial de la Federación (2008). Acuerdo Secretarial Número 444 por el que se establecen las competencias el marco Curricular Común del sistema Nacional de Bachillerato.

El economista (2012, 13 de febrero). Benéfica reforma para obligatoriedad del bachillerato: Narro. Recuperado de la dirección web http://eleconomista.com.mx/sociedad/2012/02/13/benefica-reforma-obligatoriedad-bachillerato-narro

Proceso. (2103). Publican decreto que hace obligatorio el bachillerato. Recuperado de la dirección web http://www.proceso.com.mx/?p=344507 el 29 de junio de 2014

 

Vidales, E. (2014). ¿Qué destino queremos para nuestros jóvenes? O ¿Qué jóvenes queremos en nuestro destino? Recuperado de la direcciónhttp://www.chanboox.com/que-destino-queremos-para-nuestros-jovenes-o-que-jovenes-queremos-en-nuestro-destino/ el 29 de junio de 2014


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