De los tres precandidatos, hasta ahora para la presidencia de la república, Andrés Manuel López Obrador parece tener el discurso más sencillo y fácil. Hasta con “se lo dije” podría sintetizar en pocas palabras el supuesto fracaso del régimen de Enrique Peña Nieto.

Existe en la población un sentimiento de hartazgo contra la presidencia que determinadas palabras, sean reales o no, bastan para seguir animando la molestia contra un sistema político que nos ha quedado mucho a deber. Los replicadores en las redes sociales fomentan esos dichos y arremeten contra los que no piensan igual. Esto motiva a quienes lo siguen al creer que ya se tiene garantizada la victoria.

Sin embargo, para como están realmente las cosas, es necesario considerar que estas elecciones no serán de tercios, sino de cuartos. Estrictamente hablando gana quien tengo tan solo un voto más que los demás. Por lo cual, ante la alta competitividad política puede bastar hasta poco más de 25 puntos porcentuales para determinar al ganador en junio de 2018.

Las encuestas mantienen entre un 30 a 35 por ciento la intención de voto a favor de AMLO. El político más conocido por haber participado en dos procesos electorales presidenciales, además, de ser el más sobreexpuesto por los spots de Morena.

¿Quién no conoce a López Obrador? Son pocas las manos que se levantan.

Es iluso pensar que el panismo y el priismo están vencidos. Existen sectores sociales y territorio nacional que son bastiones de ambos partidos. Los otros pequeños tampoco se quedan atrás. Estos también jugaran un papel fundamental en la distribución de la votación. Con los independientes se refuerza más la segmentación de la votación.

Con todas las campañas anteriores y la exposición en los medios de comunicación, a lo que se agrega los actos proselitistas públicos en este tiempo de precampaña, López Obrador ha llegado a tu tope electoral. Pensar que podría superar el tercio en la preferencia es no contar con un análisis objetivo y real de la intención de voto. Es muy difícil que un candidato logrará superar la barrera de un tercio. Si lo hiciera sería por algunos puntos porcentuales.

Por lo cual, aún y a pesar de ser el discurso de López Obrador el discurso más fácil, en contrapeso, tiene mucho más que perder en la intención de voto.

Por lo menos hay signos que deben ser analizados por el candidato de Morena o sus seguidores. A la comunidad LGFT no le agrado la alianza con el Partido Encuentro Social. No se percibe puntos de unión entre un pensamiento liberal con un partido que tiene un origen confesional y religioso. Más en temas polémicos como resulta la lucha cívica de los derechos de las comunidades gays y lesbianas, el matrimonio igualitario y otros adyacentes.

Otro punto del discurso que ha sido debatido es la propuesta de amnistía a los delincuentes, narcotraficantes y delincuencia organizada. En un país donde se ha convulsionado el tejido social con mucho dolor para miles de familias el tema resulto un insulto y gran acto de insensibilidad. Lo que debería ser más un compromiso para combatir la impunidad a actos crueles, López Obrador pretendió vender una idea que en otras latitudes ya fue un fracaso político y social. La delincuencia se combate, no se negocia, mucho menos se les perdona para fortalecer más la impunidad.

¿Qué país quiere consolidar López Obrador? ¿La nación que se fortalece el trabajo que surge del emprendimiento y el esfuerzo cotidiano para ser mejores? ¿Preferimos premiar a quienes no aportan nada, ni trabajan y mucho menos estudian? Esta es la disyuntiva que plantea López Obrador cuando sugirió otorgar una pensión para los famosos ninis.

Además, ha juntado en su entorno a reconocidos personajes que en tiempo atrás se les percibió como corruptos, de aquellos que fueron parte de “la mafia del poder”.

A todo esto, han seguido ocurrencias que se leen en su discurso y más lo que viene ponen en peligro que López Obrador pueda mantener la primera posición que tiene hoy en las encuestas.

Como algunos dicen, el peor enemigo de López Obrador es él.

 


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