Como una verdad incontrovertible se dice que uno llega a conocer a los verdaderos amigos en los desastres y en las tragedias.

México, el pasado viernes, ha tenido que pasar una dura prueba. De manera inusitada un temblor sacudió a todo el país. Inclusive en Yucatán algunos sintieron el movimiento sísmico, en una zona donde se tenía la certeza que no se deberían sentir los movimientos telúricos.

La destrucción, a pesar de ser mayor intensidad que el temblor de 1985, fue localizada en una zona muy determinada del país con una cantidad de muertes mucho menor. La capital de la república resistió.

¿Qué podemos aprender de esto?

En los últimos años hemos vivido los mexicanos un proceso de descomposición por las rencillas políticas, el hartazgo social y el rompimiento del tejido social por los rezagos sociales y poca atención de los grupos vulnerables.

En el contexto nos preparamos a un proceso electoral que se califica por histórico por las diversas variables y factores que enmarcan una descomposición de nuestro sistema político.

En 1985 la situación no era muy diferente. El sismo que destrozó en aquella ocasión la Ciudad de México se contextualiza en el desgaste de un sistema hegemónico y vertical que impedía que la ciudadanía participará de manera activa en los procesos de decisión política y social. La tardanza de actuación de las autoridades ante la magnitud de aquel desastre hizo que sea la gente la que se organizará y entre la población se resolviera las necesidades de emergencia más apremiantes.

No hay duda de que en 1985 México cambió su forma de organización social. Surgieron las agrupaciones civiles, se dinamizó la participación ciudadana y se preparó el camino a lo que se llamó el proceso de consolidación de la democracia que condujo al país hacia una transición democrática que parece fallida.

Ahora, este nuevo sismo nos ha abierto la posibilidad ver hacia adentro de nosotros como país. Justo cuando empieza el proceso electoral de 2018 y el país se encuentra resquebrajado hay una posibilidad de darnos cuenta lo que somos y que lo que podemos hacer nosotros.

No hay duda de que hay hechos que son capaces de mover la conciencia de un pueblo.

La tragedia es un elemento que ha sabido unir a los pueblos, de olvidar las diferencias por los intereses comunes y sacar lo mejor de las individualidades para el beneficio de la colectividad.

México es más grande que cualquier tragedia o desastre. Eso lo hemos podido comprobar en múltiples ocasiones.

También debe ser mucho más imponente que las diferencias políticas.

México es un gran país que puede superar este terremoto, como también el proceso 2018.

¿Nos sumamos a este esfuerzo?


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