México es un país de porquería. Por favor… no se moleste ni empiece con las mentadas de madre. Mejor reconozcamos en estos tiempos de reflexión una cruda realidad.

Porque mientras más importancia le demos a la noticia escandalosa que la verdadera crítica con propuesta seguiremos siendo un país de porquería.

Mientras privilegiemos la cultura de que es mejor las cosas sin esfuerzo, seguiremos siendo un país de porquería.

Denostamos a la educación como mediocre sin aportar ni querer cambiarle nada.

Los ídolos sociales, por los cuales gastan recursos los medios de comunicación, sigan siendo un “ladywu” o una Le Mars que, a pesar de mandar al diablo al sistema y al trabajo Adela Micha le da oportunidad de trabajo sin mayores méritos que ser una figura de moda y rating en el mundo viral para elevarle los “likes” sin importar el contenido y la propuesta.

Aceptamos que somos un país de porquería.

¿De qué sirve criticar al presidente Peña o cualquier otro político de ignorancia cuando nosotros mismo premiamos socialmente a los ignorantes?

La OCDE acaba de dar a conocer un informe donde determina que los mexicanos siempre criticamos la corrupción, pero en la práctica requerimos a la ella en educación, pago de impuestos y otros servicios burocráticos.

¿Por qué nos ensañamos contra el político o el funcionario cuando la corrupción empieza desde los ciudadanos con la práctica de la mordida para evitar multas, saltar la tranca y facilitar beneficios personales por encima de los intereses públicos?

En decir… seguimos siendo un país de porquería.

Queremos tirar un sistema político cuando todos hemos contribuido en su consolidación. El trabajador que vende su libertad por la comodidad y conformismo sindical. La ama de casa que mejor dice no participar para no comprometerse. El político que mejor prefiere dar una torta y refresco, simular el diálogo ciudadano, entregar uno que otro apoyo quedándose con el “moche”… siempre y cuando eso le permita seguir “mamado de la ubre” gubernamental.

México es un país donde hay leyes para todos y de todo, pero inútiles para resolver con verdad y justicia a favor de las verdades históricas, de las víctimas y de los sectores vulnerables.

Somos un país de porquería porque la política no la concebimos para avanzar en las diferencias para encontrar coincidencias. Por el contrario, la democracia como sistema de vida lo distorsionamos para justifica la denostación al contrario sin importar reconocer sus aportaciones para la construcción de una mejor sociedad.

Quitémonos las máscaras culturales y mejor aceptamos el diagnóstico: que somos un país de porquería.

Tal vez así podamos, encontrada la causa, reconfigurar una solución que nos permita encontrar la manera de dejar de ser lo que realmente somos.

Yo no quisiera vivir en un país de porquería… ¿y usted?


Espero que esta publicación sea de tu interés. Me gustaría seguir en contacto contigo. Por lo cual te dejo mis principales redes para dialogar y comentar los temas de interés para la sociedad y nosotros.