protestas-fergursonEn el país que muchos toman como ejemplo de democracia, los Estados Unidos, el día de ayer vivió un final de jornada en medio de protestas por el fallo de un jurado en el Estado de Missouri que exonera a los policías blancos de la acusación formal por la muerte de un joven afroamericano. Lo que desató la ira y el enojo de manifestantes que vandalizaron patrullas.

El padre de la víctima ante los medios de comunicación antes de darse a conocer el fallo decía “Responder a la violencia con más violencia no es la reacción adecuada”.

Por su parte el presidente Obama defiende la decisión del jurado al decir “que somos una nación que se basa en el principio del estado constitucional”.

Sin embargo las manifestaciones violentas se esperaban y el gobierno de Missouri desde día antes tenía prevista tal situación, al grado de solicitar la presencia de la Guardia Nacional y declarar a ese estado norteamericano en alerta máxima. Tales medidas para contener en la mayor medida posible efectos negativos por manifestaciones, como en la experiencia pasada sucedió en la Ciudad de los Ángeles, California de 1992 que se suscitaron igualmente por el fallo adverso en el caso Rodney King.

¿Qué nos lleva a reflexionar lo que está sucediendo en los Estados Unidos? ¿Podemos encontrar paralelismos en la situación que estamos viviendo los mexicanos?

Una cosa hay en común. En ambos casos se trata de situaciones que se suscitaron u originaron por la acción de una institución de poder público. En el caso de México por un presidente municipal de extracción perredista que arremetió de forma violenta, sin fundamento ni excusa legal que provocaron la desaparición de 43 estudiantes de la normal de Ayotzinapa. En el caso de México el presidente y su esposa, vinculada al caso, se encuentran detenidos afrontando un proceso legal que difícilmente les permita alcanzar la libertad.

En ambos casos la indignación e ira se entienden. Lo entiende el Estado norteamericano y se prepara para la eventualidad. Si es necesario intervenir para el control de la situación lo hacen y no precisamente con una guirnalda de paz.

El caso del padre es digno de hacer mención. El llamado a la cordura, a que su hijo no sea el pretexto para violentar la paz nos habla de una alta conciencia social y política. El caso por ello no deja de ser interés público por la vinculación con las autoridades involucradas. Pero si se pide una seriedad en la protesta para que no se caiga en desmanes que altere la paz pública ya trastocada por el abuso de autoridades.

De una u otra manera estamos viendo que ambos países están atravesando por una situación problemática. En USA no es nuevo casos de esta naturaleza, como también tampoco se han volcado a pedir la renuncia de su presidente. En el caso de México la desconfianza a las instituciones continúa siendo un factor definitivo en estos casos. Lo que valdría la pena preguntarnos ¿qué fue lo que sucedió en 12 años de gobierno de oposición? ¿Cuáles fueron los cambios en la acción política?

La situación que nos está pasando parecería ser parte un proceso cíclico generacional. Paso el 68 con una prueba muy dolorosa para los mexicanos que intentaban presumir al mundo la entrada a la globalidad y modernidad. Siguió el 98 y el aglutinamiento de la izquierda en torno a un proyecto de nación de más justicia, de acceso al poder para atender a la ciudadanía. Una izquierda que en el 2014 resulto resquebrajada por la penetración de la delincuencia organizada, que nos llevo por apoyar y hacer presidente a José Luis Abarca a una presidencia donde abuso del poder, inclusive contra los del mismo partido. Habría que pensar que tanto beneficio económico o de control les ofrecía el presidente perredista corrupto para hacerse la dirigencia del partido de la “vista gorda”.

Pero lo peor es el cinismo de muchos mexicanos que ante el río revuelto están haciendo de las suyas para culpar de omisión y pedir la renuncia de Enrique Peña Nieto. Hagamos un ejercicio “si hubiese pasado” imaginativo y creativo. Hagamos un retroceso a los hechos y nos ubiquémonos antes de la desaparición de los 43 desaparecidos. Pongamos el escenario del Poder Ejecutivo realizando una acción de investigación, policiaca o política en contra de José Luis Abarca. ¿Qué hubiese hecho el PRD? ¿Cuál sería la reacción de Jesús Zambrano y Carlos Navarrete? ¿No estarían acusando de intromisión en la vida municipal libre al presidente? ¿Estarían caminando junto al presidente para acabar con un gobierno corrupto?

Creo que es muy fácil suponer las respuestas. Por lo cual el problema no es el Presidente y ni siquiera el PRD. El verdadero fondo del asunto somos los mexicanos, que como dice el adagio “cada pueblo tiene el gobierno que se merece”, por la forma de conducirnos a la conveniencia política, sin ver el interés colectivo y público, juzgamos siempre sesgados.

Ferguson, Misuri e Iguala, Guerrero comparten muchos elementos comunes, pero la principal diferencia se encuentra en los ciudadanos, decisiones y acciones.


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