En la participación semanal en tribuna de una persona hablante de lengua originaria, para conmemorar el 2019 como Año Internacional de las Lenguas Indígenas, el escritor zapoteca, Víctor Cata expresó que la política lingüística que han seguido las autoridades en el país separa al español de las lenguas indígenas.

A muchos, dijo, “nos tocó vivir las dos: una, hablar el español porque es el idioma del Estado, el que emplea el sistema educativo, el que nos garantizará una educación que nos permitirá mejorar nuestro nivel de vida, y la otra, la de parapetarse detrás de los idiomas indígenas y esperar, qué otra cosa podemos esperar, sino la muerte”.

Datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) en 2010, revelan que la ciudad de Juchitán, Oaxaca, tenía 42 mil 762 hablantes del zapoteco. Pese a estos datos, los juchitecos aún seguimos viviendo en medio de dos políticas lingüísticas.

“En la paradoja, entre aceptar lo que nos han enseñado, que el zapoteco es un idioma limitado geográficamente, que entorpece la educación porque enreda la lengua, como si el zapoteco tuviese una soga, cual trampa, con la que derriba las palabras castellanas de nuestras lenguas y nos hace hablar tan chistoso. O aceptar que el zapoteco es una parte de nuestra identidad, la que se presume ante el extranjero”.

Víctor Cata afirmó que el zapoteco está dejando de ser una lengua materna para pasar ya no a un segundo plano, sino a formar parte de la memoria de hablantes pasivos.

Argumentó que si se busca el porqué del desplazamiento de las lenguas indígenas frente al español, “nos toparíamos con la Cédula Real que expidieron los Borbones el 16 de abril de 1770, en donde se establece que se le quite el poder y los beneficios a todos los gobernantes indígenas que hablen o que consientan que se hablen las lenguas indígenas en sus territorios”.

La política lingüística de los Borbones, dijo, rebasó la época colonial y se alojó en los cimientos de la nación mexicana. Dos autores del siglo XIX en México, y que fueron algunos de los constructores ideológicos de la nación, “hacen suponer una visión paternalista y compasiva del mundo indígena, un mundo al que consideraban carente de los conceptos tan en boga de aquellos días, tales como: saber, instrucción, educación, ciencia y civilización”.

 

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