Como si fuese una novela kafkiana el proceso electoral de 2018 empieza con cada tropezón y ocurrencias que superan al dicho “parecía que ya lo había visto todo”

Desde el sismo de septiembre los partidos políticos tuvieron que entrarle al tema del financiamiento público. Lo que apenas meses atrás se habían negado a considerar. Pero el reclamo terminó siendo muy superior a lo que pudieron controlar y contener, así que no les quedó más remedio que tirarse al ruedo oportunista de quien se donaba o se quitaba más.

La corona del descaro fue el dirigente Enrique Ochoa Reza al querer pretender imponer una reforma constitucional en una materia electoral cuando desde el 8 de septiembre el proceso electoral estaba en marcha con todo y calendario electoral. La intención de la propuesta era la eliminación del financiamiento público para los partidos políticos y los recursos enviados a la reconstrucción, pero, además, se sugería la eliminación de los cargos legislativos plurinominales federales y estatales.

Una propuesta totalmente inviable jurídicamente ante la imposibilidad de hacer modificaciones legales al proceso electoral 90 días antes de iniciado uno, como se determina en el texto constitucional. Para su caso, la propuesta deberá esperar que el proceso electoral actual termine para aplicarse, en función de los principios de no retroactividad, a otros tiempos futuros.

Después vino el tema de las alianzas, especialmente de la conformación de un frente, primero amplio que terminó en ciudadano conformado por el PAN, PRD y Movimiento Ciudadano. La unión de las posturas ideológicas de derecha con la izquierda, los conservadores con los liberales. Una alternativa que nace sin ideología y más con fines pragmáticos y utilitarios en materia electoral. Como se hace necesario ante los derrumbes en la percepción ciudadana por el hartazgo social se consideró este un golpe maestro para la viabilidad política, así sumar las fuerzas y con ello obtener una ventaja competitiva en contra del principal adversario: impedir que AMLO logré, según así lo establecen las encuestas, un triunfo electoral en 2018.

Sin embargo, las cuentas no le están saliendo bien al PAN. La renuncia de Margarita Zavala, la mejor posicionada en la lucha interna del partido blanquiazul les ha abierto un boquete y muchas grietas a las aspiraciones de consolidar dicho frente. El efecto aún no se puede medir con absoluta precisión. Pero es claro que la dirigencia del PAN se evidencia intolerante y prepotencia.

Otra aparente fiesta democrática son las candidaturas independientes. Si bien es cierto que la participación política ciudadana es importante, la proliferación de tantos candidatos independientes viene a segmentar más el voto de los mexicanos, por lo cual, resultará difícil que un candidato resulte ganador con apenas un tercio de la votación. Esto trae como peligro para la democracia mexicana que existen condiciones de ingobernabilidad que termine afectando el desarrollo político, económico y social de México al resultar un ganador con más del 75 por ciento de voto en contra.

Caso especial es el gobernador de Nuevo León, de Jaime Rodríguez Calderón, que sin dejar la titularidad del Poder Ejecutivo de su entidad es un candidato independiente. ¿Es ético y equitativo que siga en funciones y este en una actividad alternativa proselitista?

Pero termina la semana con la separación del cargo de Santiago Nieto como titular de la FEPADE, es decir, la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos Electorales. Esto por decisión del encargado de despacho de la Procuraduría General de la República. Raúl Cervantes el titular había renunciado días antes a la dependencia.

Más allá de la discusión sobre la facultad de un encargado de despecho, de Alberto Elías Beltrán, que no es titular sino un sustituto en la ausencia del responsable, es claro que viene a enturbiar más el proceso electoral. Por lo menos abre la suspicacia de los motivos ya no sólo de la renuncia de Raúl Cervantes, el mejor conocido con el mote del #FiscalCarnal, sino de las implicaciones que tiene el responsable de investigar y atender los delitos electorales obedezca más a intereses políticos de mayor envergadura que la jornada electoral.

Así empieza este proceso electoral. Un proceso no está quedando exento de sospechosísimo, de intriga, de mucha grilla y de cuestiones que, en lugar de dar certidumbre y certeza al final, lo enrarece y complica.

A lo que vale la pregunta ¿quién o quiénes son los que obtienen mejores beneficios?


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