Estos días, por la costumbre religiosa, se invita a la reflexión más allá de lo que significa un tiempo de vacaciones. Sin mezclar los fundamentos religiosos y políticos para mantener la sana distancia es necesario establecer que es necesario un “mirar hacia adentro” no solo del sistema político sino también de la nosotros mismos, incluyéndose a los políticos como individuos con emociones y pensamientos.

Para el religioso la oración es un camino de purificación del alma, de expiación de penas y de contacto con el Ser Supremo. Para el político, sin caer en esos supuestos religiosos, es también, trascendental que se tome un tiempo para reflexionar sobre sus acciones, el efecto que producen sus decisiones y lo que aún se requiere hacer para mejorar su desempeño en la sociedad.

Hay algunas situaciones que no pueden pasarse por alto.

A partir de la expansión y consolidación de las redes sociales la opinión pública ha virado hacia un debate muy frontal de las cosas que pasan en la sociedad, mucho más en lo que respecta a la política, lo que hacen los políticos y como nos marcan sus decisiones en el rumbo social y económico.

Los políticos no han entendido esta dinámica de comunicación digital. Lo malo es que ahí se está marcando un rumbo de discusión y debate político. Mientras algunos funcionarios quieren concebir que con publicar lo que uno hace, lo que comen y en donde van; los ciudadanos arremeten contra los políticos evidenciando la desconfianza contra las instituciones, los marcos jurídicos.

A este proceso de descomposición comunicativo se han unido diversos medios que con tal de vender lo que la gente quiere recurren al escándalo, a la mentira y la difamación. La verdad deja de ser principio rector fundamental del periodismo que quiere contribuir en la construcción de una sociedad informada, en paz y en armonía social.

La comunicación social e institucional se limita a la generación de boletines que no tienen un impacto real en los ciudadanos. Estos se guían más por lo que se dice en los posts de las redes sociales que son más sintéticos y más directos.

¿Cómo poder reconstruir entonces la confiabilidad sino la clase política no está sabiéndose comunicar de manera efectiva con la sociedad?

Es claro que hay cosas que no marchan bien. Pero también hay muchas más que están siendo base para un desarrollo político, económico y social. Lo malo debe decirse con claridad, respeto, verdad, evidencia y objetividad. Debe ser tomado como una aportación para mejorar la sociedad, no un intento de desestabilizar al país, ni al gobierno o la sociedad.

Si vemos la realidad de otras naciones, la situación de México aún con todas las dificultades que tenemos existen condiciones que nos permiten avanzar.

La materia prima para la transformación de México no se encuentra ni en el gobierno ni en la clase política que lo conforma. Es importante reconocer que somos los ciudadanos la base de la sociedad y por ello del sistema político.

En los ciudadanos y en su participación política tendríamos la gran oportunidad para cambiar a este país.

El político de este nuevo siglo debe ser más creativo y más comprometido para fomentar una acción política más cercana a la ciudadanía. No para repartir tortas ni refrescos, ni estarles repartiendo apoyo y más apoyos para salir en las fotos, mucho menos para acarrearlos y llenar eventos públicos.

Los esquemas de participación ciudadana deben encaminarse a un proceso de decisión donde todos tengamos una forma efectiva de ser corresponsables en lo que nos preocupa y nos ocupa de la sociedad. De este modo es como debemos construir la democracia. Es decir, dando la oportunidad a todos para ser parte del sistema político.

Para esto se requiere desmontar la idea del político tradicional. El encumbrado en el poder, sin mirar hacia abajo, ni acercarse al ciudadano.

El político para el 2018 deberá ser más abierto a la sociedad y al ciudadano. Saber comunicarse de forma directa por medio de los canales digitales, con franqueza y honestidad. Que entienda y clarifica los escenarios sociales. Que responda y de resultados en cuanto a las necesidades y carencias sociales. No está de más en enfatizar en los valores de pulcritud y humildad que impida el dispendio del recurso público. La modestia deberá ser un elemento fundamental de la imagen pública.

¿Quién se apunta con esas características para el 2018?


Espero que esta publicación sea de tu interés. Me gustaría seguir en contacto contigo. Por lo cual te dejo mis principales redes para dialogar y comentar los temas de interés para la sociedad y nosotros.