El martes pasado, el electorado de los Estados Unidos dio
una lección histórica al darle el triunfo a la presidencia al primer mandatario
afroamericano de esa nación. Un país irónicamente de libertades pero que en su
estructura social es muy discriminante con sectores como son la comunidad
latina y afroamericana. Donde hace 200 años había una esclavitud de dominación
blanca, que si bien fue abolida, no es hasta hace menos de 50 años que se
reconocen los derechos civiles de la comunidad negra.

¿Están los americanos listos para ser gobernados por un
presidente de color?

No hay que dejar pasar por alto que hace poco menos de una
década en nuestro incómodo vecino del norte se había realizado una campaña de
concientización a favor de la llegada de una mujer a la presidencia. En medios
de comunicación, en sus análisis e inclusive en la masificación de los
programas de series tan populares y en las películas comerciales, ya se ventilaba
la posibilidad de la llegada de una presidenta. Es por ello que Hillary, esposa
del ex presidente Bill Clinton, se convertía en una candidata natural en la
transición que se venía encima con una presidencia malograda de George W. Bush.

Pero no se contaba con la creatividad e inteligencia de un
senador, prácticamente desconocido y ajeno en la escena política nacional, que
con un discurso muy humanista y ensalzador de los valores del sueño americano,
lograron quitarle a la Clinton la candidatura y convertirse en el candidato
demócrata: Barack Obama.

Sin embargo el camino no estaba sencillo. Los americanos
están muy arraigados a las historias de heroísmo. En ese sentido, la elección
de John McCain como su contrincante republicano, representó un sendero difícil
de surcar. Un héroe de guerra, con un currículo y ascendencia política, tenía
las cartas credenciales para fortalecerse en la percepción electoral para
asegurar una permanencia de los republicanos en el poder. La elección de Sarah
Palin, una mujer como compañera de fórmula presidencial, se entendió como una
jugada inteligente y acorde con lo que se esperaba de la participación de la
mujer en esta elección 2008.

Pero vino en las semanas previas a la elección una recesión
económica que ha provocado muchos daños en el patrimonio y estabilidad laboral
de miles de norteamericanos. Situación que se responsabilizó a la
administración republicana encabezada por George W. Bush por descuidarse de los
indicadores económicos, emplazados por las necesidades de guerra expansionista
en Medio Oriente. Esto ya se debe considerar un factor muy importante para
entender este proceso electoral.

Los americanos tienen un sistema muy especial donde no
necesariamente el que gana el voto popular se convierte en ganador por el sistema
de votos electorales. De este manera, la distribución del voto popular entre
las dos opciones principales es mínima, de 46 por ciento John McCain y 53, del
ganador Barack Obama; en comparación con los electorales donde aparece que el
ganador desbanca a su oponente, 169 a 349 respectivamente.

Hay quienes hablan de una victoria abrumadora, sin embargo,
con el parámetro del voto popular no estuvo a la vuelta de la esquina la
victoria de Barack Obama. Así tenemos el caso de Florida, que la diferencia en
voto electoral es de apenas dos puntos porcentuales (de 49 por ciento para el
republicano y 51, para el demócrata) pero suficiente para sumarle al ganador
los 27 votos electorales que corresponde a ese estado. No hay que olvidar que
por una diferencia de 500 votos, en proceso electoral pasado, los republicanos
ganaron la elección aún cuando no tenían el respaldo popular ganado en las
urnas.

¿Qué hubiese pasado si no existiera esta crisis o recesión
económica?

Estoy de acuerdo que es difícil hablar de escenarios posible
cuando la realidad ya está consumada. Pero es importante no olvidar que las
condiciones contra el racismo no están del todo olvidadas en el país americano.
Que el cobro de facturas por los errores financieros se les achaca a las
actuales autoridades.

Sobre el primer punto no creo que sea lo mismo, ahora que se
vota por un candidato de color, que todos los días, a partir del 20 de enero,
sea un afroamericano la figura central de la Casa Blanca. No es difícil
vaticinar que la seguridad en torno a su figura deberá ser mucho más exigente,
porque el enemigo no necesariamente estará afuera, sino, adentro.

Por lo tanto, el reto de Barack Obama es muy grande. Le urge
convencer con acciones y un liderazgo fuerte para imponer orden al sistema
financiero interno y resolver los problemas militares que hereda de la
administración de Bush.

Pero, por lo menos en su primera intervención pública en la
noche de la elección, no se le vieron esos rasgos de efusividad, liderazgo y
compromiso. Mucho más lo tuvo John McCain en su discurso donde reconoció la
derrota y llamó al pueblo americano a unirse en torno a la figura del ya “su
presidente” en alusión al ganador demócrata.

Por su parte Barack Obama, después de encabezar un
movimiento orientado al cambio y el fortalecimiento del sueño americano, se
excusó de no poder darle respuesta y solución a los retos sociales y
económicos, por lo menos, no de manera inmediata. ¿Por qué esa tibieza en la
noche de la victoria? ¿Por qué “curarse de salud” inclusive antes de tomar las riendas
o empezar los trabajos de transición y analizar de qué tamaño son los
problemas?

Preocupa que Barack Obama no tenga contundencia como debería
corresponder a un líder de una nación poderosa como la americana. Hoy todos
señalan la relevancia histórica de la llegada de un afroamericano a la
presidencia americana. No vaya a ser que todo sea un solo sueño o apariencia
que nos haga no fijarnos en los aspectos trascendentales del rumbo y
necesidades que hoy el mundo demanda: un liderazgo fuerte que equilibre entre
el orden con la justicia y los valores.

AL PUNTO. El accidente aéreo donde falleció el Secretario de
Gobernación, Juan Camilo Mouriño, debe ser investigado de forma clara y
transparente. Hoy cuando hay mucha desconfianza hacia las autoridades se debe
cuidar las precisiones para evitar las especulaciones innecesarias. Lo que es
cierto es que ahora se reconfigura el escenario político federal al no estar ya
a su lado el mejor amigo y compañero político del presidente Felipe Calderón
Hinojosa. ¿Hacia dónde vamos? Es la pregunta que se empezará a contestar cuando
ya se tomé la decisión política de quién deberá encabezar la dependencia
vacante. Por el momento, mi solidaridad y condolencias a los familiares y
amigos. Una muerte nunca se desea, menos en las condiciones que nos atañe, por
más diferencias ideológicas que tengamos con los occisos.

 


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