Este esquema tiene su origen desde el momento en que se instaura la educación pública en el siglo XIX y se intenta crear una educación nacionalista supervisada por los organismos de gobierno, estatales o federales. De este modo, los profesores o maestros egresados de las escuelas normales que ingresan al sistema educativo mexicano del país se convierten, al fin y al cabo, en funcionarios al servicio del estado.
 En el tiempo contemporáneo, los docentes de las escuelas públicas y oficiales se han aglutinado en torno al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), no solo para defender los derechos laborales correspondientes, sino también para buscar influencia en el sistema político mexicano. Sobre el último punto, tenemos ejemplos lamentables de influyentismo, nepotismo, coacción y uso inadecuado de recursos sindicales para esos fines.
 Por lo tanto, en la medida que se continúe con el esquema anterior, continuaremos los mexicanos siendo testigos de pronunciamientos, plantones y acciones, en detrimento de los alumnos, padres de familia e incluyendo a los maestros mismos, que todos terminamos como carnes de cañón o artillería de avanzada de los líderes sindicales y autoridades que solamente ven su beneficio político.


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