Para todos los maestros es conocido que en estos días, cuando estamos cerca de la conclusión del curso escolar, es costumbre de la Secretaría de Educación solicitar con mucha antelación los resultados finales para completar toda la documentación de cierre del mismo. En verdad no hay mucha perdida de tiempo, ya que el maestro literalmente debe correr para concluir lo más efectivo el contenido, inclusive, antes del proceso de evaluación de las pruebas Enlace, donde más que uno se da cuenta de que se pregunta de temas que según cronograma aún no estarían vistos al momento de su aplicación.

¿Qué ha pasado en las experiencias de huracanes en Yucatán, como recientemente sucedió con Isidoro? ¿Aumentaron clases en aquella ocasión?

No nos hagamos bola. Es cierto que el sector educativo ha sido señalado, más por la fama de los mercenarios de la educación, como un sistema flojo y falto de compromiso por el desarrollo de México. Pero la culpa no es solo de los maestros, sino de la apatía de las autoridades educativas y sindicales que ha usado a la fuerza magisterial más con fines políticos que educativos. Pero eso es punto y aparte de lo que hoy sería el fundamento para aumentar el número de horas de clase.

Aumentar por espacio de poco más de un mes las horas efectivas de clases no abonará más a la calidad educativa, no se desprenderá de la medida la solución al gran rezago educativo ni permitirá que se complementen todos los conocimientos. Bien dice el refrán “que lo visto en último momento no es suficiente nunca para un buen desempeño en una evaluación final” – lo malo de todo, como siempre, es que como las autoridades que hoy encabezan el cuerpo de decisiones que no han sido maestros… difícilmente sabrán lo anterior.


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