En el caso de México se entró en los inicios de la década de los 90 a las negociaciones del Tratado de Libre Comercio entre los tres países del norte de América: México, Canadá y los Estados Unidos de Norteamérica.
Entre las ventajas que se pensaban serían beneficiosas para México serían el orden que se requería en los mercados, la gran oportunidad de solucionar disputas comerciales, la reducción de los costos de venta por el desbloqueo de las barreras fronterizas, y sin duda, la elevación de la competitividad en las industrias y servicios.
¿Ha beneficiado el TLC a la economía mexicana?
Podría haber muchos argumentos tendientes a justificar los beneficios que ha recibido la economía mexicana a partir del TLC. Algunos de estos análisis acompañados de miles de gráficas que numéricamente nos retraten el comportamiento de los sectores económicos. Pero no olvidemos que cualquier estadística es igual a los bikinis en cuanto “no es tanto lo que enseñan, sino lo que esconden”.
De este modo, de forma perceptiva es muy fácil darse cuenta como la competitividad del mercado ha sido en beneficio de muy contadas empresas, algunas que se han aprovechado de las franquicias para posicionarse en el mercado por la marca y calidad del producto extranjero, inhibiendo la creatividad e ingenio del empresario mexicano que se limita a seguir los manuales operativos que se le imponen.
Sacrificados han sido los comerciantes pequeños, los conocidos como “tienditas de la esquina”, que cada vez sucumben ante la imposibilidad de competir con los supermercados y las tiendas de conveniencia, por marca, productos y ofertas, así como también, de sistemas de cobros o uso de instrumentos de crédito o financiamiento.
Lo peor de caso es la penetración de empresas extranjeras que sistemáticamente han violado los derechos de los trabajadores, como fue el documentado caso de Walmart cuando la Suprema Corte en septiembre de 2008 calificó el Plan de Prevención Social como “tiendas de raya”, en virtud de entregarle a los trabajadores vales que solo podían ser canjeados con productos de la misma tienda o similares, afectando con ello la libertad para usar el dinero o percepciones al arbitrio del trabajador.
Indudablemente hay voces que en legítimo uso de expresión libre se manifiestan en contra del TLC. Manifestantes que aprovecharon en días pasados la Cumbre de Líderes de Norteamérica. En la percepción queda muy claro los puntos anteriores que provocan un rechazo. La pobreza extrema sigue siendo una realidad en el panorama nacional.
Es cierto que se contestó con el TLC a la inercia de la evolución política y económica del fin del siglo pasado, sin embargo, no ha respondido a los objetivos por los cuales fue creado.
Obviamente que para los gobernantes no hay necesidad de renegociar el TLC, por la conveniencia que hay en todas las partes en mantenerlo con las actuales reglas operativas. Aunque con ello, en el caso de México, se continúe paralizando las reales fuentes de crecimiento y desarrollo económico y social del país.
 


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