En verdad que podemos celebrar cuando llegamos a la cita del festejo rodeados de un declive económico que afecta a miles de familias que no pueden solucionar sus problemas cotidianos. Ahí tenemos los casos del desempleo que ha sido fomentado hasta cierto punto desde la misma presidencia con el cierre de Luz y Fuerza del Centro, y más recientemente, por avalar el Secretario de Trabajo, Javier Lozano, la transferencia de Mexicana de Aviación a otra empresa con la condición de permitir el despido de toda su fuerza laboral y la recontratación de sólo el 25 por ciento sin el respeto a los derechos de antigüedad de los que serán contratados. Otro gran núcleo de familias que se enfrentaran al desempleo, la desocupación o el subempleo.
El colmo ha sido el anuncio del director de PEMEX, en esta semana, de que la paraestatal tendrá que comprar petróleo crudo que no lo pueden extraer para mantener en óptimo funcionamiento, a su decir, las plantas de refinación de los productos que oferta al mercado interno. Ahora no sólo importamos gasolina, lo que nos ha llevado a un proceso inflacionario permanente, sino ahora materia prima, cuando se ha dicho y sostenido que México tiene toda la capacidad para producirlo. ¿No es ésta una gran incongruencia?

Hasta el momento no he tocado el tema de la inseguridad y los efectos no sólo en la familia de los afectados sino en toda la sociedad. Si partimos que una de las tareas primordiales del Estado es procurar un clima de paz y armonía social, los hechos delictivos en el norte y centro de México, enmarcados dentro de la lucha frontal contra la delincuencia organizada, es evidente que la Presidencia no queda bien parada por la responsabilidad que tiene en el caso. Ya ni los diálogos por la seguridad, que más que intercambio de información con crítica y propuesta se convirtió en monólogos sin llega a nada concretos, han podido levantar el ánimo de todos los mexicanos.

Pero no sólo es la delincuencia organizada, sino que hay otros elementos que ayudan a consolidar la desconfianza en la vía institucional en el país. Ahí tenemos el caso de los niños de la guardería ABC y su efecto en quienes se dieron cuenta que ni en la Suprema Corte de Justicia se puede confiar para pedir justicia. ¿Cuáles creen que serían los ánimos de celebración de los padres y madres de los niños muertos, que ven como los funcionarios señalados continúan impunes al castigo civil o penal?
Es por ello que se entiende la crítica permanente y sostenida hacia los festejos del Bicentenario. La misma que llevó a Alex Syntek a cancelar su twitter por los comentarios en contra de la supuesta canción oficial del festejo; señalada inicialmente así por la misma comisión que organiza los festejos, pero que en el transcurso de las horas ante la falta de aceptación cambia de decisión y que siempre no era la oficial sino que era sólo para ambientar.

Lujambio, el encargado por el Presidente para organizar los festejos, insiste que los que quieran celebrar que se una y los que no, quienes emiten esa crítica constante, que no lo hagan. Pero se le olvida que para cualquier festejo no sólo es la organización de la fiesta lo que hay que cuidar, sino también, de todo lo que le rodea. Sobre este último punto, la tarea no se cumplido.
 


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