El mes de agosto tocaba este tema en La Revista Peninsular el 30 de julio pasado. En dicha colaboración recogía el sentir de los maestros con respecto a los aparentes motivos por los cuales no se pagaba el estímulo. No es despreciable la cantidad de intereses que estarán generando esos 20 millones de pesos, en caso de aún existir, en las cuentas de la Secretaría de Educación.
Ante la incertidumbre creciente mientras más pasa el tiempo, la situación empeora en el ánimo de los maestros. Mucho más cuando es palpable la irresponsabilidad y falta de compromiso de sus líderes, si es que así se les puede llamar a los que se impusieron no por el voto de confianza sino por la imposición, en contra del espíritu democrático y ajenos a cualquier responsabilidad de rendición de cuentas.
Ni el profesor Ariel Castillo Nájera, presidente de la comisión ejecutiva de la sección 33, ni profesor. Rafael Ochoa Guzmán, secretario de la comisión ejecutiva de la sección 57 han brindado a los agremiados la representación sindical apropiada. Ellos sólo han servido a los intereses de la maestra, la líder vitalicia del SNTE, Elba Esther Gordillo, tan envilecida por el poder que ya no le importa la defensa de las condiciones laborales de los trabajadores de la educación.
¿Cuándo hemos visto a Castillo Nájera u Ochoa Guzmán salir a dar la cara, a enfrentar a los maestros y a la sociedad? ¿De qué sirve tener y pagarles por vía comisiones sueldos para que no hagan nada, ni se preocupen, ni luchen por el respeto a los derechos de los maestros?
Como ellos no fueron elegidos por los maestros han rehuido a la rendición de cuentas a sus agremiados. Una verdadero afrenta a los valores democrático. No les importa la suerte de los maestros de Yucatán.
AL CALCE. Me han llegado comentarios por los mismos trabajadores en dos dependencias del Gobierno del Estado con respecto a quejas de que en tres  y cuatro meses no han recibido su pago de su sueldo. No estamos hablando de grandes cantidades, sino de quincenas que no rebasan los cinco mil pesos. La justificación es que no hay dinero, pero al mismo tiempo es incomprensible que entre los directores de la dependencia no falten las fiestas. Aquí lo malo es que se juega con un derecho fundamental que es el pago por los servicios profesionales que una persona ya prestó. Por más que se intente de convencer sobre los logros del gobierno, quienes conocen la historia y el drama del préstamo para satisfacer las necesidades básicas, es difícil comprender la situación. Omito sus nombres, así como las dependencias relacionadas. Lo hago por respeto a quienes, a pesar de esta insuficiencia de pago, quieren continuar trabajando y no quieren más problemas. Sin embargo, la historia cada día se vuelve más apremiante, y si persiste, no hay duda que será del conocimiento de los demás, amén de las demandas laborales que ya se podrían suscitar. Ojala que exista reacción positiva, y la situación sea sólo pasajera y se cumpla con la responsabilidad de pagar lo que a derecho corresponde ante un trabajo realizado por alguien. Lo que se deje hacer al respecto, sin duda, tendrá un efecto en la visión y percepción del gobierno de quienes conozcan la historia.


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