Un detalle que
gustó, y además se disfrutó, es el cierre a vehículos en la calle
Madero, la que va de Palacio de Bellas Artes hasta el Zócalo. Un espacio
que cuenta con la seguridad necesaria para caminar hasta altas horas de
la noche preocupados más por gozar de los restaurantes, los antros y
comercios que continúan abiertos hasta esas horas.

Sin embargo,
hay aspectos que merecen la atención, sobretodo porque son elementos
característicos y descriptivos en la imagen de México, D.F., que aún
sábados y domingos son capaces de desquiciar el tránsito de la ciudad:
las manifestaciones.

Me tocó, el pasado fin de semana, observar
una más de las múltiples manifestaciones, en este caso de los
antorchistas que demandan al gobierno federal del PAN, específicamente a
la Presidencia y Secretaría de Desarrollo Social un basta a la
corrupción y laceración de oportunidades de desarrollo económico.

Lo
que llama la atención es el orden de la marcha, el cómo se organiza y
caminan, así como también, el apoyo policiaco que resguarda en todo
momento la seguridad de los manifestantes con el cierre de calles con
alternativas para los conductores.

Otro caso palpable fue
constatar cómo está organizado el comercio ambulante. Estos no han 
desaparecido del centro histórico. Cuentan con vigías provistos de radio
comunicadores que entrelazan una red de comunicación que les permite
huir con prontitud ante los inspectores.
Los últimos que se hacen de
la vista ciega, ya que es evidente, con tan sólo un poco de observación,
que los policías que participan en ese operativo de revisión saben
perfectamente quienes son los que dan los pitazos.

Con todo
descaro, agentes de seguridad y vigías intercambian opiniones a la vista
del ciudadano. Sin embargo, es propio de las grandes ciudades que los
que las habitan sólo se preocupan por sí mismos y dejan atrás la
capacidad de ser observadores del entorno.

Tal vez por ello, el
pretender manejar en una ciudad donde no se respetan las reglas mismas
del tránsito, se convierte en todo un reto.

Pero lo más
sorprendente para quienes tenemos un esquema muy propio de la familia,
es darse cuenta de la gran tolerancia que existe en la ciudad por las
parejas del mismo sexo que libremente se encuentran en los parques,
avenidas y servicios públicos de transporte, como si fueran cualquier
otra pareja de enamorados que manifiestan públicamente su amor.

Hoy
la Ciudad de México se ha convertido en la capital de la tolerancia, ya
que es política de cualquier edificio público o privado la no
discriminación de ningún tipo, sea sexual, social, política.

Por
ello la manifestación pública es común y alentada en la ciudad. En pleno
domingo, en las calles aledañas a Palacio de Bellas Artes un grupo de
chicas, sin ningún logotipo institucional u oficial, hacen campaña
contra la violencia contra las mujeres. Muestra de conciencia política y
ciudadana en torno a un gran problema social.

Pero lo mejor de
todo, fue la oportunidad de entrar a Palacio Nacional y estar en la
exposición de los restos fúnebres de los héroes de la Independencia de
México. Huesos que resguardan un gran valor histórico y que nos
recuerdan nuestro origen como Patria.

De ahí, y como parte anexa
a un recorrido por la historia de México, es posible la visita de la
zona presidencial del Palacio Nacional. Es decir, caminar por los
pasillos, observar los cuadros de los presidentes de México, los salones
bellamente decorados con finos muebles, hasta el despacho y balcón
presidencial.

Ciudad de México, una gran ciudad con historia, con
los problemas urbanos actuales, con esperanza de construir una mejor
sociedad con más tolerancia, centro de los poderes y del acontecer
político que influye en todo el territorio.

Hoy eso es México, un lugar de claroscuros… donde la grilla y la tolerancia se unen y se conjugan. 


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