Sin embargo, a estas horas la desilusión ya empieza a dominar el ánimo de los medios de comunicación por la falta de evidencia física que corrobore que realmente Osama ha muerto. Pero es importante señalar que la fuente que da a conocer este hecho, el presidente Barack Obama, imprime un sello de seriedad y veracidad. Difícilmente se caería en el error de exponer la imagen de liderazgo presidencial ni no se tuviera la certeza de estar frente al cadáver del terrorista.

En lo particular considero que resulta difícil que aparezca una imagen del líder caído, por más que esas sean las intenciones de los americanos de exponer el trofeo alcanzado. En un mundo tan digitalizado visualmente, la imagen de Bin Laden, expuesta aunque sea muerto, corre el riesgo de convertirla en un símbolo para los mismos terroristas. Si eso sucediera, no importa que se logrará la caída de Osama, ya que aún muerto, pero idealizado, se convierte en un peor peligro que dejarlo vivo.

Lo mismo sucede con su cadáver. Según las fuentes militares se afirma que éste fue tirado al mar. Sin poder verdaderamente corroborar la veracidad de lo hecho con su cuerpo, es fácil darse cuenta que lo harán desaparecer. No tendrá ninguna tumba con cuerpo presente. Riesgoso que se tenga un lugar que de acuerdo con la cultura religiosa fanática se pueda convertir en lugar de culto al terrorismo, un mausoleo inspirador para la destrucción y la muerte.

Pero lo que también es cierto es que en gran medida los USA fueron los responsables de lo que ha sucedido, desde los ataques terroristas hasta esta guerra contra el terrorismo que continuará aún con la muerte del líder y símbolo más importante. Osama Bin Laden creció como parte integrante de la CIA en los tiempos de conflicto con los soviéticos en Afganistán. La política del use y tírese en una máxima expresión. Cuando ya no servía para los intereses al acabar la guerra fría, ya las células de lo que se convertiría después del AlQueda, la peor pesadilla de los norteamericanos, estaban armadas y entrenadas.

Con lo que se concluye que el principal enemigo de USA no se encuentra en el exterior, sino en dentro del país mismo: en la opacidad de sus intereses que obedecen a la propia conveniencia.

Es por ello que el mundo no necesariamente será diferente o mucho más seguro ahora con la muerte de Bin Laden. Los intereses encontrados continúan, el conflicto entre oriente y occidente perduran y se mantienen.

No obstante, el hecho si ha servido por lo menos para sanar las heridas psicológicas de los ataques del 11 de septiembre de 2001. Cuando apenas faltaban meses para llegar a los diez años de los hechos, por fin sienten que se ha hecho justicia.  


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