Uno de los puntos que detuvo mi atención y motivo mi análisis fue la discusión sobre cómo se vinculan las promesas de campaña y la decisión y acciones de gobierno. Uno de los diputados españoles señaló que un gobierno que llega bajo una plataforma electoral, en caso de requerir tomar decisiones diferentes a lo inicialmente propuesto, debería someterla a consulta a los ciudadanos antes de hacerla efectiva.
Por un lado tiene la razón en la medida que antes de consolidarse un gobierno, éste debió llegar a ejercer el poder por la vía electoral. Es decir, que los ciudadanos ya debieron de ejercer una reflexión de la propuesta política que es avalada con la victoria electoral. Si por alguna razón, el gobierno se aleja de lo inicialmente prometido, no es algo que tenga un aval representativo.
Sin embargo, en su intervención el Presidente Zapatero contestó que ya siendo gobierno se tienen que tomar decisiones que deben estar sustentadas en los principios de confianza y responsabilidad. Confianza depositada a partir de las urnas en un proceso electoral, y como gobierno, la responsabilidad de aportar resultados y cuentas claras a los ciudadanos. Ambas importantes y fundamentales para cualquier sistema que se define democrático.

¿Funciona el sistema democrático en nuestro país?

A partir de la lucha por los derechos de los ciudadanos ante el totalitarismo de los monarcas que ejercían el poder fundamentado en el principio divino, se ha creído que la división del poder en tres órganos de gobierno y la representatividad del mismo. Al final, tiene pros y contras.
El principal contra que caracteriza al sistema político en nuestro país es la personalización en lugar de consolidar la vía institucional. El culto a la persona o al color del partido se convierte en el elemento fundamental para decidir apoyo o no a las acciones de gobierno, sin importar que la decisión sea necesaria para cubrir las necesidades o ayuden a mejorar la infraestructura que apoyen el crecimiento y desarrollo de una comunidad.
Esta realidad está más enraizada en nuestro Estado: basta que uno se atreve a apoyar una causa o no suficiente para que inmediatamente sea uno catalogado bajo el color político. Como consecuencia se polariza la sociedad.
Polarización que rompe con la estabilidad política y social, que impide por desgaste, consolidar los proyectos que el Estado y el Municipio requieren para avanzar hacia estados de desarrollo moderno.

¿Hay solución?

Se ha avanzado en la alternancia en el poder, pero no el consciencia política que nos permita construir en la coincidencia de lo que necesitamos para avanzar social, económica y políticamente.
Requerimos volver a la base ciudadana. El PAN utilizó el discurso ciudadano para lograr obtener el poder. Después, al conseguir la meta, se fue olvidando de los ciudadanos. El PRI también lo hizo en el 2001, sin embargo, la seducción de estar ya en el poder y atender las tareas de gobierno, es más grande que consolidar la participación ciudadana.
Es por ello que es necesario fortalecer la organización social ciudadana, pero desterrando de ésta la simulación partidista. Los ciudadanos no debemos ser rehenes del juego político de intereses particulares. No podremos consolidar el avance en la participación ciudadana sin los valores de la honestidad, la probidad y responsabilidad social.
Seamos conscientes que ahora un partido llega al poder, mañana podrá ser otro. Lo que siempre estará somos nosotros, los ciudadanos, quienes al final perdemos por las luchas estériles la oportunidad de crecer y desarrollarnos.


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