Para el 2000 poco se puede decir. El país, para aquel entonces vivía la foxmanía, que el resultado de un debate no sería significativo para impedir el arraigo y arrastre del candidato panista que se convirtió en el primer presidente de oposición de México.

El 2006 fueron unas elecciones muy competitivas. Inició Andrés Manuel López Obrador en el primer lugar de las preferencias, lo que a la postre significó la caída electoral del político tabasqueño que ofuscado por la gran posibilidad de lograr el triunfo no le importó
ofender a las instituciones y la imagen presidencial, insultar a los empresarios y renunciar a participar en el debate. López Obrador no participó. Su ausencia si significó un revés que permitió que Calderón lo logrará rebasar en las dos últimas semanas de la campaña. Es por eso que resulta irónico que quien no le importará los debates políticos en el pasado, hoy se convierta en el que más exige y pide la organización de estos ejercicios. Sin embargo no hay mucho que escudriñar sobre el cambio de estrategia.

El debate debe ser abordado como una estrategia electoral, que por obviedad a quien se encuentra arriba en las preferencias busca evita para no caer, mientras que el de abajo, es la gran oportunidad para dejar mal ubicado a su opositor superior. En el combate en el debate la dirección del ataque es hacia arriba, no hacia los lados, y mucho menos, hacia abajo.

Quien entiende las reglas del debate como estrategia no se le dificulta hoy entender la posición de Enrique Peña Nieto a la participación de los debates. Además es importante considerar quién es la entidad organizadora, el formato y los temas. Un candidato en la cima, con la ventaja que hoy separa a Peña del segundo lugar competido por Josefina Vázquez y López Obrador, lo que menos desea es caer en el error que provoque lo que Vicente Fox afirmó sobre la posible victoria del PRI: sólo un milagro haría el PAN gane la presidencia.

Por lo mismo, Josefina Vázquez y López Obrador están más que interesados en participar en los debates políticos. La primera se le nota convencida de que su participación con todo y el contexto de la “estrategia comparativa” tendrá los elementos para acusar de mentiroso e incumplido a Peña Nieto; sin embargo, hasta ahora no ha existido una evidencia clara de las supuestas mentiras del candidato presidencial. La campaña de ataque sin propuesta desgasta más la imagen del PAN, que ha retrocedido en las preferencias electorales, alcanzada por AMLO, sin que disminuya la tendencia que confirman como primer lugar a Enrique Peña Nieto. Tendrá que tener mucho cuidado Josefina al momento de atacar, no vaya a ser que existan reviros que ante su posición si resultaría desastroso.

Hoy estamos en el tiempo del predebate. Se discute la expectativa general y particular del ejercicio. Lo que llama la atención es el poco interés de las cadenas nacionales que nos interesan en la transmisión del mismo. Tenía entendido que la transmisión de imagen de televisión es una concesión del Estado México, por lo cual, éstas deben estar al servicio del interés público, no a sus caprichos. Por lo tanto, sería grave que por televisión abierta no
se transmitiera el ejercicio, que guste o no guste, sin importar la rentabilidad económica forma parte del interés público y general de la democracia. Pero ya ven, que en el país donde se prohíben los monopolios en la Constitución, ellos se cuecen aparte.

Lo que si puedo estar seguro es que después de celebrado el debate, todos los equipos saldrán diciendo que han sido los ganadores del ejercicio. Hay que tener calma y ser muy fríos en el análisis de lo que sucederá el próximo 5 de mayo. Ya que considero que no será
del todo significativo para cambiar la percepción electoral. Lo más seguro es que se confirmará las elecciones personales y se conservarán las tendencias actuales.


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