Vamos por partes. Empecemos estableciendo que uno de los retos de la evaluación es que ésta verdaderamente logre ser representativa en su contenido y ejecución para medir de forma objetiva la realidad que evalúa. Siendo alumnos en algún momento de nuestra vida escolar estamos conscientes de las dificultades que encierra cualquier periodo de evaluación académica. ¿Cuántas veces no se apartó el instrumento de evaluación a lo que realmente se analizó y estudio en clase?

Igualmente no podemos eliminar el estrés que se genera al ser un sujeto de evaluación. Para algunos es verdaderamente traumante el sentirse expuestos ante el escudriño sobre los conocimientos, habilidades o actitudes. No falta quien afirme que la persona que esté acostumbrada al peligro extremo y que maneja mejor el nerviosismo tiene mayores probabilidades de salir avante de un proceso de evaluación, a diferencia de quien no sepa o no pueda mantener un control de sí mismo. En analogía lo comparamos con la cámara de vídeo, donde hay personas que aún con toda y una capacidad de comunicación, al estar frente a ella, enmudecen. ¿Cuántas veces hemos escuchado casos de grandes estudiantes, de mejores calificaciones, reprobar exámenes de selección universitaria, en contraste de alumnos que se pasaron su vida en extraordinarios lograr su entrada a la universidad? En el segundo caso, la acostumbrada manera del control emocional de los extraordinarios es un factor para salir adelante en un examen de selección, donde se juega un pase a la universidad, o en caso de fallar, quedarse sin oportunidad de estudiar.

Ser parte de una evaluación, en el papel de evaluado, representa un gran riesgo por las implicaciones emocionales que son ineludibles al mismo proceso. Por lo tanto no es posible analizar el problema haciendo a un lado todo esta información contextual.

Si nos aterrizamos al caso de los maestros, se ha dicho que la evaluación universal pretende elevar la calidad del magisterio haciendo a un lado a quienes de forma reiterada no aprueben dicha prueba. Si vamos a ser honestos, hoy las plazas de maestros se otorgan por vía examen de oposición a profesionistas titulados egresados de las escuelas normales. Si hoy esos maestros no dan la talla para mejorar la calidad educativa tendríamos que irnos al fondo y reconocer que la formación en las escuelas normales es más que deficiente, que no contribuye a crear maestros de calidad y con actitudes y valores orientados al compromiso por la calidad en la educación.

Pero también no hay que olvidar que hay maestros veteranos. Muchos de ellos auténticos pedagogos que han sabido trabajar en las condiciones en las cuales se formaron, y que a simple vista, hoy con la modernidad educativa se han modificado.

Si nos atendemos a la garantía constitucional del trabajo, es obligación del patrón el proporcionarle al trabajador los elementos necesarios para su propio desarrollo laboral. Al final el patrón es el que debe estar más que interesado en que sus trabajadores lo hagan con calidad para optimizar los mejores resultados. A diferencia de la iniciativa privada, la capacitación de los docentes hoy es algo más que deficiente por no decir nula. No hay un programa específico que permita que los “viejos” logren alcanzar los estándares de las nuevas tecnologías educativas.

Si la evaluación universal únicamente se va a limitar al diagnóstico del nivel de conocimiento, sin que se consideren las habilidades y la medición del compromiso del docente hacia la tarea educativa, la evaluación estará “mocha”, carente de un sentido integral en cuanto los elementos que definen una competencia laboral como lo son los conocimientos, habilidades y actitudes. ¿Podrá la evaluación universal hacer honor título y ser integral en cuando evaluar no sólo el conocimiento, sino también la habilidad como la observación directa del trabajo docente y algún test que determine el grado de valores y actitudes hacia el compromiso docente?

Por lo que establecida la evaluación universal y convertirse en un instrumento para sacar a los malos elementos, sin que el patrón, en este caso el Estado mismo representado en la Secretaría de Educación Pública, otorgue todos los elementos formativos y de capacitación, se caería en un conflicto que atenta contra la dignidad de la clase docente trabajadora. Quienes ya tienen plaza, siempre y cuando haya sido adjudicada bajo procedimiento que garantiza la legalidad y sustancia la calidad al elegir a los mejores, no puede ser motivo de rescisión por el hecho de reprobar o salir mal en el examen, sin que antes se den los medios de capacitación formal.

AL CALCE. Decir que la educación es un completo fracaso es un absurdo lógico. No cito nombres, sólo por cuestión de espacio, pero he tenido la oportunidad de ser alumno de distinguidos maestros en la primaria Jaime Torres Bodet, la Secundaria Federal n° 1, la preparatoria 1, la Facultad de Educación (UADY) y ahora en el Centro de Estudios Superiores CTM. Mi convivencia con maestras, como mis tías Rosario y María Teresa Ripoll Navarro en el seno de familia, me motivaron a ser maestro, a formarme como docente. Comparto día a día con compañeros de trabajo preparados y comprometidos hoy en el Instituto México, al igual como ha sido cuando he tenido la oportunidad de trabajar en el Colegio Juana de Asbaje, el Hispano Mexicano, el Cobay en Umán, en el Conalep de Sámbula.

Al final todos somos productos de la educación, que aún con todas sus deficiencias si han producido ciudadanos exitosos. Si verdaderamente nos preocupamos de esta importante y fundamental tarea social, hagámoslo encontrando lo que podemos mejorar. Muchas felicidades a todos mis maestros y quienes son mis compañeros de trabajo. Feliz 15 de mayo.

 


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