Pero tal parece que ante la urgencia de una campaña que ya perdió el rumbo y la dirección, no le queda más que tragarse sus propias palabras y hoy si crear una dependencia con el chantaje de no hacerle “cuchi-cuchi” al marido por un mes.

Esto es lo que pasa en la mente de un candidato que hoy se encuentra en tercer lugar, sorprendentemente cuando se suponía que tenía todo el apoyo del sistema político que le asegure, por lo menos, un mejor papel que hoy encontrarse derrumbada, tanto que la hace divagar en la fuerza del argumento.

En conclusión, las mexicanas no tiene por que reflejarse en ellas las frustraciones de la derrota, ni los traumas “chuchi-cuchi” de la candidata.


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