En otros tiempos, cuando se agotaba dentro del ámbito nacional la capacidad de luchar contra el sistema hegemónico y absoluto de la imposición, no quedaba otro camino que salir de las fronteras y acudir a las instancias internacionales para ejercer presión mediática. Sin embargo lo que hemos visto, y seamos consciente de ello, es que la OEA y la ONU han reconocido la fortaleza del sistema electoral mexicano, por ello, ya han felicitado al ganador, a Enrique Peña Nieto. Por lo que él que diga que las acciones de compra de voto fueron la clave para imponer a un candidato terminado además de ser supuestos por la incapacidad de comprobar realmente el cuerpo y las circunstancias de tiempo, modo y lugar, hoy se quedan como solos, sin que tenga otro elemento más que establecer una verdad mediática que no necesariamente signifique que se tiene la razón. Una verdad que termina polarizando y dividiendo a la sociedad por quienes de forma incondicional, sin aceptar ni validar contrargumentación se la creen.

Al momento en que se escriben estás reflexiones se desconoce el camino que tomará Andrés Manuel López Obrador, el candidato que no acepta que dos tercios de los mexicano no lo consideraron para ser presidente de nuestra nación. Sin embargo es claro que quedará en la decepción del tercio restante la sensación de que si existió un superfraude en las elecciones del 2012; cuando el mundo entero no lo ha visto así, ni siquiera el presidente venezolano Hugo Chávez que ya ha expresado su deseo que con el cambio de gobierno se reestablezcan las relaciones diplomáticas entre México y Venezuela.

Es entendible que exista desconfianza en muchos mexicanos después de que nuestro sistema jurídico electoral en tiempos pasados no ha sido capaz de darnos certidumbre. Aún está presente la sombra del 2006, la imprecisión del actuar de las autoridades electorales y la presunción de fraude ante el casi nula distancia entre el ganador y el segundo lugar, cuando éste último era el encabezaba las encuestas durante todo el tiempo de campaña.

Sin embargo las cosas han cambiado. A lo largo de este sexenio de Felipe Calderón, todos los partidos participaron en la definición de las reglas de juego del proceso electoral. Lo que fácilmente podemos deducir como los primeros responsables de que no pudieran solucionar lo que hoy no pueden demostrar jurídicamente. Ellos fueron los creados de la ley y de las consecuencias a las conductas que emanan de ésta.

La izquierda pudo haber gobernado en 2006, confirmándose la alternancia en la democracia. Pero no han podido lograrlo con Manuel López Obrador, que vuelve en esta ocasión a la rijosidad y a intentar violentar la paz y armonía social cuando la diferencia a este proceso entre sus votos conseguidos y el primer lugar es más de 3 millones de electores que significa alrededor de 6 puntos porcentuales.

Esto implicaría que la izquierda se obligará a partir de este resultado a reflexionar sobre las decisiones y hasta de la candidatura de López Obrador que no ha resultado tan efectiva que no termina de convencer la suficiente para alcanzar el triunfo. Es importante resaltar que la toda la izquierda no es AMLO.

No obstante de todo lo que critican de la imposición, en la realidad también el PRD cayó en esa práctica, por ejemplo, en el caso de Yucatán donde su presidente nacional Jesús Zambrano no le importó el trabajo desarrollado por la directiva estatal y a última hora, de zarpazo y sin mediar aviso, llegó a Yucatán para que desde su vestidura y argumentando los estatutos interno los cambie.

Por ello le urge a la izquierda ya no ver hacia afuera, sino hacia adentro. Olvidarse de intentar racionalizar lo absurdo que no le lleva a nada seguro, ya que desde esa posición no se construye con compromiso y responsabilidad.

Regresando a la idea inicial, seamos conscientes que un péndulo, por la dinámica del movimiento oscila, sin que pueda llegar a quedarse en el centro. Una alegoría que nos llva a concluir que por mucho movimiento, el ir de un lado a otro, nos impide observar el centro, el fondo de la realidad.

México necesita de una izquierda competitiva, que implica que sepa jugar y ser responsable cuando salga el resultado.

AL CALCE. Dicen que no hubo equidad en el manejo de dinero, pero queda a la historia el charolazo de 6 millones de dolares, los otros 130 millones de pesos que le exigían a un empresario de metales mexicano, y ya se sabe de unos 56 millones de pesos que el SME entregó a López Obrador, sin importar que los trabajadores despedidos por el gobierno federal pasen hambre y necesidades en la lucha por sus derechos laborales. Así de grande es el cinismo de la izquierda incongruente que quiere llevar el paz hacia la intranquilidad social. Si tanto los movimientos como el #yosoy132 se dicen demócratas y apartidistas ¿en qué momento han condenado este actos de deshonestidad, incongruencia y voracidad de colaboradores de AMLO?… al tiempo.


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