Al momento de escribir este artículo estoy viendo el debate entre Obama y Rommey, candidatos a la presidencia de USA, con un formato abierto,contestando preguntas directamente a norteamericanos, interpelando a su opositor cuando así lo consideran necesario, moderados de forma insistente para cuestionar y obligar a respuestas concretas. No hay tomas de cámara estáticas. En ocasiones cuando uno habla del otro se enfoca ambos rostros, lo que permite ver las reacciones que también cuenta en la construcción de la percepción que construye o destruye confianza.

En otro momento pasado, igualmente me tope con la transmisión de la televisión española en un debate abierto y directo entre el presidente español Zapatero y el parlamento ibérico en cuanto al cuestionamiento de la política del poder ejecutivo.

Es muy claro que tales escenarios son muy ajenos a la realidad política de nuestro país. Los debates políticos electorales de México son verdaderamente inhibidores del contraste en los planteamientos políticos. Tan discutidos su organización que en el acuerdo final parecería que se pactó un guión cómodo para cada uno de los participantes. La producción, que por cierto se reporta millonaria en su costo, es deprimente, estática, de poca calidad en imagen y sonido. El colmo en el caso del anterior proceso electoral lo constituyó la discusión de la edecán en lugar de las ideas políticas que estaban en juego.

Pero tal situación es el resultado de la incapacidad de debate que caracteriza a la clase política mexicana. En nuestro país no ha existido el fomento de una cultura del debate, abierto, honesto y con base en las ideas entre las diferentes fuerzas políticas, y entre los actores políticos con la ciudadanía.

Ha pesado en mucho la creación de escenarios a modo para que los candidatos y los políticos se desarrollen, sin caer en sobresaltos ni traspiés que les ocasionen problemas en el posicionamiento político. Así, en el contacto directo en los encuentros con los ciudadanos, los presentes sólo lanzan vítores, porras y saludos afectuosos, evitando el encuentro con los disidentes, con los que no piensan igual.

Creo que es importante en el proceso de consolidación de la democracia obliga rhacia el paso a comunicación directa, inclusive la cultura del debate, ya que con ello se puede confrontar las ideas y encontrar coincidencias que permitan resolver los problemas.

Sin embargo, también es necesario para llegar a ese punto olvidarse de los traumas personales y polarizaciones que estropean el libre flujo de intercambio de ideas. Ponderar que lo más importante es el país, su proyecto y el camino que juntos debemos recorrer.

Por lo menos algo si está sucediendo a favor de una mayor cultura del debate.Precisamente el cambio en la reforma penal al sistema de juicios orales que privilegia el debate litigioso para llegar a la verdad legal más cercana de la histórica, es un ejemplo de ello. Con ésto se ha reforzado los planes de estudios de las carrera de derecho con el desarrollo de la retórica y la oratoria. Igualmente se ha organizado concursos juveniles de oratoria y de debate desde dependencias oficiales hasta instituciones privadas.

Todo lo anterior debe influir en el sistema político para abrirse las nuevas generaciones de políticos más preparados y conscientes de que la retórica y el debate son elementos esenciales en la democracia en México, porque un principio básico debe ser: político que no sabe debatir, al final no sirve para nada.


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