Una de las cosas que más me han quedado claras en la vida, es que hay dos tipos de personas. Aquellas que hacen que las cosas sucedan, y otras, que se quedan esperando que sucedan. En los primeros hay decisión, proactividad y asumen el compromiso personal en la acción emprendida. Los otros, son quienes se dejan llevar por la inercia y la apatía.

¿Qué tipo de mexicanos deberíamos ser para lograr el avance en el crecimiento y desarrollo social, económico y político? ¿De los primeros? ¿De los “otros”?

En un ejercicio simple de autoconocimiento patriótico si nos ponemos a explorar lo que significa y es México, como bien decía el filósofo universitario Leopoldo Zea hace 50 años, encontramos que una de las características comunes en la respuesta siempre es la falta de algo. México faltan oportunidades de trabajo, mejores empleos, un salario digno, una vivienda reconfortable, en fin, muchas cosas que nos provocan que la estima nacional esté por los suelos. Somos, algunos dicen con orgullo, que somos productos de una conquista, de una dominación cultural e ideológica que atento con el libre desarrollo de los pueblos originarios en el territorio de lo que hoy es México.

Si nos vamos a las causas de esa incertidumbre cultural e ideológica tendríamos que caer en el tema educativo. La educación, así lo establecen todos los teóricos de la docencia, constituye un eje significativo en la conformación de una conciencia colectiva en un pueblo. La educación es la forma, construye una personalidad; ajusta al individuo a un modelo social; otorga los conocimientos, las herramientas y las actitudes y valores que guían al hombre dentro de la comunidad.

¿Qué podemos esperar de quienes en la responsabilidad de formar no hay compromiso que conduzca a la mejora de los procesos educativos?

En las redes sociales han imperado muchos pensamientos,tanto a favor o en contra de la llamada Reforma educativa. En una entrada se publicaba la foto de un cartel, supuestamente pegado en la reja de una escuela, donde alertaba a los padres de familia con respecto a todos los gastos operativos de un escuela, que según la reforma educativa aprobada correrán a cargo de los padres de familia. Cuestionada la persona del fundamento legal me cita un artículo 5 transitorio de un ley que no especifica donde se afirma que “alguien” emitirá “… en las escuelas de educación básica, lineamientos generales para formular programas de gestión escolar, mismos que tendrán como objetivos: mejorar la infraestructura; comprar materiales educativos; resolver problemas de operación básicos y propiciar la participación entre alumnos, maestros y padres de familia bajo el liderazgo del director”. Por lo tanto, en lo que se refiere la compra de materiales educativos y la participación de alumnos, maestros y padres de familia lo interpretan como el primer paso a la “privatización” de la escuela básica.

Es muy claro que la Reforma Educativa no cambio del texto constitucional el principio de gratuidad. Que aún cuando ha existido en el tiempo actual las escuelas que desean superarse hacen varias actividades para la recaudación de fondos para la mejora de la infraestructura educativa del plantel. Como cualquier otra actividad humana que compete a dineros no ha estado exenta de malas acciones y abusos que cuestionan el integridad de dichas acciones. Pero no por ello se puede generalizar el problema.

Si antes ya se hacía, lo que ahora se establece es un principio legal que obliga a ser más específicos en como se deben desarrollar las funciones y actividades. Sin embargo recibo como respuesta que “…desgraciadamente se tiene que recurrir a eso, pero una cosa es que lo hagas por amor al arte a que lo hagas por que hay una ley que te obliga a hacerlo”.

Pero me detengo a pensar que si ya las “cosas se hacen con amor”, lo que es lo mismo, con compromiso, entonces no debería haber problemas para hacer cumplir un precepto legal. Si algo estamos más que conscientes es el periodo de entrada en vigencia de una ley, es precisamente, para crear las condiciones que permitan que la sociedad conozca, entienda, interiorice y por convicción cumpla con la norma jurídica. Si las cosas se hacen ya con amor, no se ve ningún problema para cumplir con un precepto legal porque el camino del convencimiento ya recorrió importantes pasos.

Es por ello que cuesta entender el por qué hay maestros que no quieren evaluarse, que se niegan de forma sistemática a reflexionar sobre fortalezas y debilidades.

Reconozco que hay un largo camino que recorrer, que hay los medios legales de impugnación y defensa, así como también, de que el sendero no conduce a un camino sin final, ya que las leyes siempre serán perfectibles en la medida que en la implementación y adecuación con la realidad surgiran nuevos retos y cambios.

El hecho es que es urgente darle un giro al problema de la educación. Hoy los maestros tienen una gran posibilidad de ser motores de un cambio que saque a la educación del letargo.

No tengo duda de que el maestro comprometido no le teme a la evaluación. En Yucatán se tiene ya más de 10 años de asignarse las plazas definitivas después de un proceso de evaluación. Otros muchos se inscribieron y lucha a diario para mejorar sus calificaciones en Carrera Magisterial donde se capacitan y se evalúa.

Los que verdaderamente peligran con la Reforma Educativa son los mentores que sin mayor compromiso sólo cumplen sus horas de clase por lo cual esperan a la quincena su cheque. Son los que se quedan esperando que las cosas pasen.

Los que si están acostumbrados a la estar continuamente preparados y son conscientes de los procesos de evaluación no tienen ningún problema.


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