En días pasados la noticia sin duda fue el avance hacia territorio mexicano de un huracán que, por sus mediciones meteorológicas, se definía como la tormenta del siglo. Una situación inédita para la costa del Pacífico, una magnitud de fenómeno que rebasaba hasta los más altos indicadores de fuerza de viento, presión y longitud.

Las autoridades federales, desde el Presidente Enrique Peña Nieto, hasta los gobernadores de las entidades federativas involucradas – Colima, Nayarit y Jalisco principalmente –, las instituciones del Ejército que activo de antemano su programa DN-III, emprendieron la tarea de salvaguardar la vida de los miles de posibles damnificados, la conservación de su infraestructura, habitación, vías de comunicación, servicios básicos como electricidad, abastecimiento de agua, entre las medidas más pertinentes y necesaria.

Lo que es cierto, para quienes hemos sufrido del embate de estos fenómenos hidrológicos, es que no hay reglas de predicción al cien por ciento seguras. Recordamos el caso de Isidoro, que ninguna proyección indicaba su paso sobre nuestra ciudad capital del Estado. Sin embargo, cuando se encontraba en el norte de Puerto Progreso, en un giro inédito, cambio su ruta por 90 grados y llegó hasta nuestra propia ciudad causando una serie de destrozos por la condición de quedarse estático por varias horas.

Patricia entró en una zona no prevista. Cambio a última hora su ruta hacia el sur y con ello esquivar los puertos turísticos donde se esperaba el mayor embate y daños por la fuerza de los vientos. También hay que considerar que entró en estados que se caracterizan por sistemas montañosos que, por lo mismo, causó una barrera natural que rápidamente ayudo a degradar la intensidad del fenómeno.

Mientras tanto hay quienes ya dicen que el huracán fue un recurso más mediático de la Presidencia de la República. Afirman que la intensidad fue un invento del equipo presidencial para “parecer el héroe de la película” a Enrique Peña Nieto. Inclusive hay quienes han afirmado que el huracán fue un “encargo del EPN a Barack Obama” en lo que se conoce como guerra climatológica. Una cuestión que raya en lo absurdo que supera cualquier ficción literaria, posmoderna o apocalíptica. Y resulta irónico que los que consideran hoy tonto con “p” al presidente, el darle esa capacidad de crear huracanes, o por lo menos, de encargarlos para una estrategia mediática, el resultante es que no es tanto lo que dicen que es. Pero es la incapacidad reflexiva que les impide darse cuenta de las consecuencias, efectos y fondo que encierran sus propios dichos.

Otras naciones han felicitado a las autoridades mexicanas por la pronta respuesta, la salvaguarda de la vida humana y conservación de la infraestructura social, pública y privada de los lugares donde se sintieron los efectos. Pero algunos mexicanos aprovechan una vez más la oportunidad para que con medias verdades y medias mentiras denostar contra las autoridades.

Esto va más allá de una simple problemática relacionada con la falta de credibilidad en las instituciones. La amenaza fue real. Las imágenes que mismos usuarios transmitieron en vivo demuestran que la situación era seria y que, por lo tanto, se requería la atención de las autoridades y la confianza de los ciudadanos. Dos factores que combinados de forma correcta propiciaron en gran medida un saldo bastante blanco de lo que realmente se esperaba.

Hoy queda muy claro quiénes y qué medios se caracterizan por el simple hecho de denostar y golpear a las autoridades. Si estuvo el presidente actuando como jefe de Estado y atendiendo a la ciudadanía estuvo mal y es mediático. Si hubiese sido diferente, entonces estarían acusando de insensibilidad, falta de compromiso, incumplimiento de la tarea de salvaguardar la integridad de los estados. El punto es tener siempre algo que decir en contra del Titular del Poder Ejecutivo.

Es la incapacidad de ser objetivos en el análisis de la realidad, ya que el argumento está viciado de origen por la subjetividad de buscar únicamente “joder” por “joder”.


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