La sociedad mexicana es muy sui generis. En la vida cotidiana aflora las grandes contradicciones que enmascaran los traumas sociales del mexicano. México es una nación compleja que se origina por los matices diferenciados en el pluralismo cultural, político, social e ideológico. Lo que sin duda hace difícil lograr los consensos que la democracia moderna necesita para escuchar y defender a todos en igualdad de circunstancias legales y políticas.

Lo anterior es la conclusión a la reflexión sobre la mediocridad del mexicano en cuanto a la defensa de los valores fundamentales de la sociedad. Esta se originó por el análisis del linchamiento mediático en contra de la conductora de televisa Andrea Legarreta que, en ejercicio de una libertad de expresión, manifestó una opinión con respecto a la subida del dólar y su efecto en la economía del mexicano.

Más allá de cualquier consideración sobre una posible orden de la televisora a la conductora para quedar bien el consorcio televisivo, con el grupo de poder gobernante o de que fueron indicaciones de los patrocinadores de la emisión, lo que nadie puede dudar es que sus comentarios deberían encajar dentro de la manifestación libre de ideas y del ejercicio de libertad de opinión. Ambos consagrados como Derechos Humanos en nuestra Constitución.

Debe quedar claro que la libertad de expresión no significa estar de acuerdo con lo que se opine. En una sociedad democrática todos tenemos el derecho de generar ideas y de manifestarles de forma libre. Si ella acepto y dio su consentimiento para expresar lo dicho, es un parte esencial de una nación demócrata escuchar, y en su caso, combatir con argumentos sólidos los puntos débiles de la idea o propuesta manifiesta.

Sin embargo, es más que lamentable ver expresiones de odio y de discriminación que enlodan el respeto que merece la libertad de expresión. No es cuestión si Andrea es o no experta en el tema. No es necesario ser un erudito para decir lo que uno piensa o acepta decir.

Hasta cierto punto Andrea no ha fallado del todo en la base de su argumento. La inestabilidad en el cambio monetario aún no ha impactado en los datos duros de la microeconomía. De hecho, se trata de un ajuste en el mercado de cambio monetario donde el dólar ha experimentado una presión por los precios del petróleo y de las expectativas de crecimiento económico de China. Factores externos que han movido la economía mundial.

Desde hace dos décadas el precio del dólar frente al peso mexicano no es determinado por las autoridades financieras mexicanas, sino que depende de las condiciones del libre mercado. Lo que saben son conscientes que no estamos ante una devaluación, que en sentido estricto se presentaría cuando se determina el precio por una decisión gubernamental. El fenómeno real es una “depreciación” que tiene que ver con el establecimiento del precio con base a las condiciones de mercado y de las leyes de oferta y demanda.

Se ha publicado análisis de la realidad financiera por organismos expertos, como la Revista Forbes y otras publicaciones, que nos explican las causas y síntomas de la actual presión monetaria con el dólar. A ninguno de ellos se le hace la crítica mediática y viral. Posiblemente porque quienes leen dichos artículos no es el tipo de población que usualmente ve el tipo de programas de revista televisiva como el conducido por Legarreta. Lo que nos lleva a reflexionar sobre el nivel de conocimiento que tiene la gente en cuestión de cultura y educación financiera. Una situación que no permite darle un seguimiento objetivo a la situación económica mundial y como afecta a nuestro contexto económico.

Lo que es incongruente en definitiva es que los que hoy usan con mayor libertad los medios parecen que quieren monopolizar el ejercicio de la misma. La descalificación de la persona constituye toda una falacia lógica. Al final las personas se pueden equivocar por lo cual es importante centrarse en el argumento. Por lo cual ha resultado excesivo el escrutinio público contra una simple opinión, sea verdadera o falsa, que debe valorarse como tal.

En el camino de la democracia deberíamos dar cabida a un respeto irrestricto de los valores fundamentales que la sostienen, entre ellos, la libertad de pensamiento, manifestación de ideas y de expresión y opinión. Juzgar para debatir las ideas en función de los argumentos, no de las personas. El respeto a la persona es fundamental en la construcción de una sociedad. El detrimento por el ejercicio de los derechos fundamentales es inaceptable, el verdadero demócrata la debe repudiar y condenar.

No olvidemos la frase de Voltaire que afirmó “Puede ser que no esté de acuerdo con lo que digas, pero defenderé hasta la muerte el derecho que tienes de decirlo”

Ante la evidencia de los hechos… qué lejos estamos de la auténtica y verdadera actitud tolerante, sustancial en la democracia.


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