En la actualidad parece que los ciudadanos estamos extraviados en cuanto por quién se debe votar. Con el trapecismo político que caracteriza a la clase política mexicana pocas veces vemos caras nuevas en la oferta político electoral. Luego entonces, qué sería lo más importante ¿la propuesta o los resultados?

Es claro que todos los candidatos suelen “bajar las perlas de la virgen” siguiendo el también adagio popular “prometer no empobrece”. Una vez en el cargo se olvidan de aquellas promesas y en la realidad de la ejecución del acto de gobierno o de la función pública se responden a intereses particulares y partidistas.

Luego entonces ¿nos deberíamos irnos mejor a los resultados en cuanto el candidato ya haya ejercido cargo político?

¿Cuántas veces se ha evidenciado a los legisladores incumplidores, los que nunca han subido a tribuna ya sea para proponer una iniciativa o discutir con el ánimo parlamentario la protección genuina de los intereses ciudadanos?

Debemos revisar los actos de gobierno, en cualquiera de los tres niveles de la administración pública mexicana, para evaluar de forma objetiva la eficacia en la resolución de los problemas y carencias sociales.

Queda fuera de una supervisión los miembros de los poderes judiciales – federal o del fuero común – por ser un área muy técnica. Sin embargo, la percepción en cómo se aplica la justicia deja dudas a la ciudadanía en términos generales. Al final, en las organizaciones de nuestro sistema político si podemos inferir, por la actividad legislativa en la creación de leyes y del poder ejecutivo al hacerlas cumplir, un área de oportunidad para analizar la constitución de los poderes que están en las manos ciudadanas su conformación por la vía electoral.

Lo que los ciudadanos queremos y aspiramos son los resultados. Es decir, en la resolución de los rezagos, problemas y carencias sociales. En nuestras manos está la conformación de los poderes legislativo y ejecutivo. Para una coordinación efectiva entre los tres poderes la fuerza electoral debe jugar un papel importante en la concreción del acto de gobierno.

Muy seguramente volveremos a ver muchas caras conocidas. Es importante por ello saber qué evaluar. El ejercicio de la reflexión democrática nos debe conducir hacia un cómo vamos a calificar el desempeño de los candidatos por los frutos y resultados en gestiones anteriores. Definitivamente la corrupción será un tema más recurrente por la exigencia de una política más democrática y con valores de honestidad, probidad y honradez que exigimos a la clase política.

Aún estamos a tiempo de enderezar el camino analítico rumbo al 2018 para que la pregunta inicial y preocupación base de cualquier contienda electoral – ¿por quién vamos a votar? – tenga un fundamento y podamos elegir al mejor. Al final, los que elegiremos será la conformación de un nuevo gobierno y será nuestra responsabilidad.


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