I. La deuda histórica. A lo largo de muchos años se ha considerado a la mujer como poca cosa. Basta revisar antecedentes históricos para ver como las diversas culturas han reducido el papel de la mujer a la reproducción y cuidado de los hijos, sin participar de forma activa de las decisiones de la familia, denostando sus capacidades y talentos para contribuir a la sociedad. Fue a mediados del siglo pasado que cuando apenas se le otorgó el derecho de voto en las democracias del mundo. Esto fue un gran avance en la procuración de una igualdad ante la responsabilidad de elegir gobiernos. Un derecho vetado a la mujer. Pero aún falta mucho por hacer para que la mujer participe de forma activa y contundente en la definición de la vida política de la sociedad donde viven.

II. Sociedad de violencia contra la mujer. Es claro que vivimos lamentablemente en la sociedad hechos que violentan a las mujeres. La sociedad machista que aún existe persiste la percepción de un sentido utilitario de la mujer por encima de sus derechos, emociones y necesidades. Los datos de la realidad sobrepasan una sencilla comprensión. Más del 50 por ciento de mujeres de Yucatán reportan actos violentos de diferente índole, desde la física, emocional, patrimonial y sexual.

III. La mujer tiene el legítimo derecho a vivir en una sociedad libre de violencia contra ella. Como parte del esfuerzo para revertir la deuda histórica y la sociedad de violencia hay esfuerzos de instituciones de gobierno, académicas y sociedad civil en acciones concretas para erradicar la violencia y construir una mejor sociedad. Una que vive en paz y armonía social, con igualdad, equidad y respeto a los géneros.

De acuerdo con el Protocolo de investigación ministerial, pericial y policial con perspectiva de género para la violencia sexual de la Fiscalía Especial para los delitos de violencia contra las mujeres y trata de persona, se define violencia contra la mujer: cualquier acción u omisión, basada en su género, que les cause daño o sufrimiento psicológico, físico, patrimonial, económico, sexual o la muerte tanto en el ámbito privado como en el público.

Por su parte el primer artículo de la Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer de la Naciones Unidas, producto de la Conferencia de Viena de 1993 se define el término violencia contra la mujer: Todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino, que causa o es susceptible de causar a las mujeres daño o sufrimiento físico, psicológico o sexual, incluidas las amenazas de tales actos y la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la privada.

Como muchos sabemos, el pasado fin de semana se suscitó una polémica principalmente en las redes sociales por un cartel publicitario del Festival Internacional de Libros del Estado de Yucatán (FILEY). Se entiende que quisieron utilizar secuencias de películas para llamar la atención a la más importante feria de libros en el sureste mexicano.

Lamentablemente una de ellas, inspirada en la obra “Las 50 sombras de Gray”, no se midió el alcance de la composición visual. Una mujer con el torso desnudo, en posición de cuclillas de espaldas al encuadre de la foto, mientras que en primer plano aparecía un brazo de hombre que sostenía un látigo en posición de golpe contra la mujer. El remate de la imagen fue la frase “Castígame, pero déjame leer”.

Para quienes entendemos lo que es violencia contra la mujer la interpretación de la imagen publicitaria constituía una “apología de violencia”. Por lo cual el rechazo fue contundente no por una persona, sino por una sociedad que, expresada en las redes sociales, entendió la inconveniencia de la imagen ante los esfuerzos sociales en contra este tipo de violencia.

Hay quienes intentan justificar la alusión al sadomasoquismo y que se trataba de una novela de corte erótico. Efectivamente tanto la literatura erótica como la práctica sexual del sadomasoquismo existen. Basta ver los cuentos del Decameron de Boccacio y el célebre Marqués de Sade de donde se deriva el termino de sadismo. No es un cuestionamiento a este tipo de literatura que cualquiera puede producir y leer en el ejercicio de su libertad.

El detalle es el uso para un fin público, enmarcado en un evento que auspiciado por la Universidad Autónoma de Yucatán que se ha comprometido en esos esfuerzos para erradicar la violencia contra la mujer. En días pasados se ha anunciado la participación de la máxima casa de estudios como entidad académica e investigadora en el Observatorio contra la Violencia contra la Mujer. Más que claro que no es admisible una incongruencia entre un compromiso institucional y una publicidad que no tuvo el tacto de coherente con los valores institucionales firmados en convenios de colaboración en este compromiso por los derechos humanos a favor de las mujeres.

Por un lado, hay que agradecerle a la FILEY este exceso que nos ha permitido a la sociedad darnos cuenta quienes son conservadores en cuanto aún quieren justificar la violencia como algo normal, que es admisible por la mujer siempre y cuando otorgue consentimiento. Y se distinga a quienes en avanzada evolución de los derechos de las mujeres consideramos que merecen ante todo un respeto y un compromiso congruente con valores institucionales y principios personales.

Se les reconoce a los organizadores de entender la molestia y retirar la publicidad. Al rector Jesús Williams de dar la cara a la sociedad, repudiar la campaña al señalar que va contra los valores institucionales de la Universidad. Esto queda como una anécdota. La FILEY debe enmendar, corregir y avanzar. La sociedad no debe satanizar un evento de probada importancia para el desarrollo de la cultura y la lectura en la entidad.

Lo que es cierto es que tenemos que seguir avanzando. Aún falta mucho para cambiar patrones de comportamiento que son conservadores y constituyen la justificación y normalización de la violencia contra las mujeres.

El inciso g del Articulo 8 de la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, conocida como Convención de Belém do Pará, afirma con respecto a obligaciones de los Estados: “… alentar a los medios de comunicación a elaborar directrices adecuadas de difusión que contribuyan a erradicar la violencia contra la mujer en todas sus formas y a realzar el respeto a la dignidad de la mujer”. El Estado no solo es el gobierno, sino todos los organismos públicos y sociedad. Ahí va inmersa la UADY y en su caso la FILEY.

Así que la tarea de eliminar los anuncios sexistas y contrarios a un clima de respeto a la mujer es compromiso de todos eliminarlos. No por ser mojigato ni conservador. Tampoco es un asunto religioso. Luchar contra la violencia contra la mujer es de avanzada, de ir contra los estereotipos y patrones culturales que justifican la violencia.

Quien la justifique solo demuestra ignorancia, ser un conservador y con una personalidad no ajustada a la exigencia de los tiempos actuales.

 


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