Tengo poco más de 20 años de desempeñarme como maestro en diferentes niveles del sistema educativo nacional. Si algo he aprendido con respecto a la relación con los estudiantes es que nunca terminamos ni siendo del aprecio o desprecio de todos. En algunas ocasiones se cuenta con el reconocimiento de quien sabe valorar y apreciar el trabajo que uno realiza. Pero también hay quienes despotrican contra el docente, especialmente cuando no logran obtener un resultado esperado aportando poco trabajo.

También es necesario reconocer que no en todos los docentes se cuenta con la responsabilidad y el compromiso para aportar un trabajo académico de calidad.

En los últimos días se dio a conocer el caso de un profesor, de nombre Ramón Bernal Urrea de la preparatoria 10 dependiente de la Universidad de Guadalajara por proferir palabras soeces y comentarios misóginos en la semana que conmemora el día internacional de la mujer. El tema se hizo viral por la publicación del video donde se observa expresiones del maestro, y que la postre, ocasionó un linchamiento mediático tanto al docente como para el centro universitario que motivo al segundo abrir un proceso de investigación.

La plataforma Change.org lanzó una convocatoria para que la Universidad castigue al docente y evite la normalización de la violencia basándose en el minuto y medio del video.

En la defensa, el profesor ha proporcionado otro video de la clase cuestionada en donde analizaba la realidad del machismo mexicano, por lo cual el uso de determinadas expresiones que en solitario podría configurar sin duda un pensamiento misógino. Lo que lleva a concluir que el primero fue editado para presentar un corte de la realidad en conveniencia y dolo para lastimar al maestro y la institución.

En el nuevo video se observa que el trato del maestro a los alumnos es respetuoso y pertinente.

No obstante, las autoridades de la institución afirman que el proceso de investigación sigue abierto, pero determinan en una primera instancia que la clase fue incorrecta por el uso de vocabulario soez.

Valdría la pena establecer que hasta las palabras que consideramos soeces están definidas en el Diccionario de la Real Académica de Lengua Española. Depende mucho de la interpretación, el contexto y uso de la palabra dentro un marco de referencia determinado.

Un gran ejemplo es el análisis de la diferencia entre los que es un “hijo de puta” y un “hijo de la chingada” y por qué México somos unos auténticos hijos de la chingada establecida en la obra “Los laberintos de la Soledad” de Octavio Paz, premio Nobel de Literatura. Una obra que retrata la naturaleza de la mexicanidad de forma tan severa, cruda y real. Si el caso fuese no usar palabras soeces entonces tendríamos que usar la “letra escarlata” a la aportación de Paz y censurar sus dichos dentro de un salón de clases.

¿O cómo podemos dejar de mencionar en una clase de literatura “Memoria de mis putas tristes” obra de otro premio Nobel de Literatura y monstruo de las letras como lo es Gabriel García Márquez?

No estuve en la clase del maestro Ramón. Algo que tendríamos que tomar en cuenta para poder hacer un veredicto conclusivo sí estuvo bien o mal la clase. Para ello la autoridad educativa y competente debe hacer la investigación y deslinde de responsabilidad correspondiente. Pero también es un riesgo calificar el hecho de forma a priori.

Si el maestro no justifica un comportamiento ético, educado y respetuoso para la institución y alumnos hay procedimientos o protocolos que deberán usarse para garantizar el derechos y obligaciones de todos.

Si algo se exige en el nuevo modelo de competencias es la vinculación de los contenidos áulicos a la realidad cotidiana de los estudiantes. Entonces entramos en un tema controversial al permitir la sociedad espacios cargados de insultos, barbaridades léxicas y palabras soeces y censuramos el uso de estas expresiones dentro de un salón de clases. Esto en el entendido de que no se trata de empezar a insultar por insultar, sino del acercamiento del contexto semántico en el vocabulario del joven actual.

Lo que no se vale, es que la descalificación de facto y la exposición del maestro en las redes sociales para el linchamiento público cuando el contenido sea justificable y corresponda a un análisis con contenido y ajustado a la realidad.

Es una lástima que los educadores que si están comprometidos por el mejoramiento y desarrollo de los estudiantes sean calificados genéricamente por un detalle que antes de calificar negativo se debe investigar.

Al maestro se le condenó sin conceder el beneficio de la presunción de inocencia. Tampoco se le ha dado un derecho de audiencia ante las autoridades de su plantel y ya lo están descalificando. Se pide sanciones sin saber el resultado de una investigación para saber si hay algo que castigar.

El caso es un ejemplo de lo mucho que falta para realmente respetar la dignidad de cualquier persona ante una acusación independientemente si es responsable o no de lo que se imputa. Situación que se agrava con la viralización y el linchamiento en las redes sociales.

El aula, al final, es el reflejo de lo que pasa en la sociedad.


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