La primera parte de la historia se consumó. Joaquín Díaz Mena renunció la PAN y se va para Morena para encabezar la planilla como candidato a gobernador por el partido del Peje, de Andrés Manuel López Obrador.

En los días previos y como un capítulo antecedente de este drama, el entonces legislador federal del PAN había denunciado la “imposición grosera” en las postulaciones de Mauricio Vila y Raúl Paz en las candidaturas por el gobierno del estado y la senaduría, respectivamente. En su dicho confirmó que la distribución de candidaturas se hacía con acuerdos en lo “oscurito” por no ser públicos y del conocimiento por lo menos de la militancia.

Con esto demostraba lo que bajo la mesa en la negociación política se discute y se acuerda a espaldas de los militantes y la sociedad. Tenía que suceder una supuesta ruptura de esos acuerdos para que el ánimo de venganza política se dé a conocer públicamente.

Esto es producto de convertir una contienda electoral que debería ser abierta para los militantes en proyectos cupulares y personales.

Ahora se dice que Joaquín Díaz Mena se va a Morena no para buscar cargo, ni tiene asegurado alguno. ¿Cómo poder creerle a quien esconde en los oscurito de tratos y acuerdos a espaldas de la ciudadanía?

Es una “salida grosera” que contribuye al desprecio y el hartazgo social por la ambigüedad que demuestra en sus acciones. Es claro que por no salir adelante y tener un cargo público se le salga el ánimo de ajuste de cuentas y proceda irse con el “enemigo político”.

En definitiva, ya no hay principios políticos y mucho menos partidistas. No es asunto menor esta salida en el contexto de la falta de confianza que se percibe en la ciudadanía con respecto al compromiso de los diferentes actores políticos. Tal parece que es el impulso de la utilidad lo que más importa que, junto con la conveniencia, uno es capaz de irse, de traicionar, de olvidar y hasta de exponer el lodo y podredumbre de la negociación política.

Atrás queda la decencia y el buen oficio político. La institucionalidad es lo que menos cuenta como vías para la resolución de los conflictos. La denostación sigue siendo un camino para minarle el avance al otro.

No hay proyectos sociales generales sino intenciones y aspiraciones personales que están por encima del presupuesto social, del interés público e intereses colectivos.

El partido Morena tampoco se queda atrás. Igualmente nos muestra una cara de aceptar lo que sea sin importar que tanta “basura” social y política representa para el colectivo mexicano.

¿Veremos a Joaquín Díaz Mena alzando la mano a la secuestradora Nestora Salgado?

¿Estará Joaquín Díaz Mena apoyando el regreso del corrupto líder sindical Napeleón Gómez Urrutia para que goce de impunidad y fuero como senador de la república?

¿Aceptará Joaquín Díaz Mena el apoyo del grupo de los acompañantes activos de la maestra Elba Esther Gordillo que apoyan a AMLO?

Dime con quién andas y te diré quién eres – reza un dicho popular.

En el hoy  de la política, ahora sabemos, quién es Joaquín Díaz Mena.


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