Hemos pasado el primer tercio de las campañas y la situación de los candidatos presidenciales aún no varía. Si fuesen hoy las elecciones, de acuerdo con la información que arrojan las encuestas y la percepción y ánimo en las calles, el ganador resultaría Andrés Manuel López Obrador.

De poco ha servido el ataque “a montón” en el debate, como tampoco le afectan los errores o inconsistencias entre los dichos entre el candidato morenista y su equipo de campaña.

¿Cuál fue el efecto de la exposición del uso de un avión privado? Ninguno. Ni siquiera hay un seguimiento sancionador preciso y contundente por la autoridad electoral si supuestamente la aeronave en cuestión no debería ser arrendada, por la matricula, a un particular.

¿Qué sucedió con la exhibición de los departamentos que en caso de comprobarse su propiedad serían regalados al candidato José Antonio Meade? Pues a pesar de que López Obrador aún conserva en el registro público de la propiedad el asiento de los bienes inmuebles a su nombre, se ha salido por la gran tangente y ha evadido este tiro. No regaló, como prometió, los departamentos. Su explicación tiene “lagunas legales” pero el pueblo la ha aceptado y no ha pasado nada.

¿Qué podemos decir sobre las aseveraciones de Taibo II, fundador de Morena, que confirma intenciones de expropiar empresas a quienes presionen a la eventual presidencia de López Obrador, pero que también, ha exhortado al fusilamiento de quienes han propuesto los cambios a la reforma energética? Pues pasa solo a darle color y comentario a una campaña, pero no parece afectar las preferencias. Al contrario, parece que se afianzan más en la primera posición separándose más de sus contrarios.

López Obrador está invencible. Lo que en los otros procesos electorales significan los errores caídas en la preferencia electoral del tabasqueño, hoy no permean en sentido contrario en la masa de votantes.

Esto debería llevar a todos a una profunda reflexión del tipo de país que hoy tenemos, lo que el sistema político ha permitido y hacia donde nos está llevando la realidad política.

Escuchamos que es posible que México se recupere de la embestida de la administración de Donald Trump y logré sacar adelante las negociaciones del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica. Así como también, en los últimos días se ratificó en el Senado el tratado de libre comercio con países de la cuenca del pacífico. Con esto México demuestra que tiene una economía dinámica al abrirse al mercado internacional y comerciando libremente con alrededor de 50 países del mundo. Pero como siempre sucede, un logro macroeconómico que solo satisface los intereses de inversiones de grandes capitales sin beneficios directos en los bolsillos de familias y lo ciudadanos.

Porque la pobreza sigue creciendo. El salario queda corto para satisfacer realmente las necesidades básicas de los ciudadanos como se afirma en la Constitución Política. Los servicios públicos son deficientes. Las repercusiones positivas de las reformas no se perciben en la realidad económica de las familias. Pero lo peor es el maltrato institucional que se evidencia ante una burocracia que no afable con el ciudadano.

Situaciones que alimentan el hartazgo social que influye en el ánimo del electorado mexicano que ve en López Obrador una nueva opción. Lo dijo muy bien el astronauta mexicano Rodolfo Neri Vela. Ante dos oportunidades fallidas, es momento de pensar en una tercera opción, en el candidato López Obrador.

Para los ciudadanos comunes, que sufren las inclemencias del sistema político alejado de la atención y satisfacción de las necesidades ciudadanas, parece que la situación es clara y ya han elegido. Pero el sistema político y empresarial que tienen bases más racionales para decidir ven hoy a AMLO un peligro para sus intereses.

¿Tendrá el sistema político y económico la capacidad de entender, comprender y convivir con la eventual presidencia de López Obrador?


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