Objetivos específicos:

1.    Describir qué es la sexualidad humana y las dimensiones que la componen
2.    Explicar el valor del matrimonio natural y las aportaciones complementarias del hombre y la mujer en él.

Desarrollo de Contenidos:

“Bendecimos a Dios por haber creado al ser humano varón y mujer, aunque hoy se quiera confundir esta verdad: “Creó Dios a los seres humanos a su imagen; a imagen de Dios los creó, varón y mujer los creó” (Gn 1,27).
 Pertenece a la naturaleza humana el que el varón y la mujer busquen el uno en el otro su reciprocidad y complementariedad” (Aparecida, 116).

1.    Sexualidad y amor conyugal*

La sexualidad es un elemento básico de la personalidad; un modo propio de ser, de manifestarse, de comunicarse con los otros, de sentir, expresar y vivir el amor humano.
Sexo es distinto que sexualidad. El sexo, la genitalidad, es sólo el aspecto físico-biológico de la sexualidad. La sexualidad es una dimensión de la persona que incluye tres aspectos esenciales de lo humano:
•    Lo biológico, ordenado a la procreación y preservación de la especie humana,
•    Lo psicológico, que es la “atracción erótica”, no simplemente “física”, que lleva a la persona a buscar una plenitud que se obtiene en y desde la complementariedad entre la masculinidad y la feminidad, y
•    Lo espiritual, que es el aspecto más profundo del ser humano y se va descubriendo en la medida que la persona va madurando como tal. Lo espiritual une a lo biológico y a lo psicológico, por lo que la persona es capaz de manifestarse a sí misma en la sexualidad, por el lenguaje propio de ésta.
Gracias a este aspecto espiritual de la sexualidad se va descubriendo también en el otro precisamente a la “persona” en su suprema dignidad, es decir, la persona dotada de un valor y belleza tales que la hacen merecedora de ser amada en sí misma y se descubre que merece el don de uno mismo, instituyéndose así una comunión entre personas que buscan el bien del otro.
La sexualidad tiene como fin intrínseco el amor; el amor como donación y acogida, como dar y recibir.
El acto sexual no es sólo la unión de unos órganos sexuales, ni la unión de dos deseos hormonales, entre el hombre y la mujer. En la relación sexual la persona (cuerpo, mente, espíritu) comparte no sólo su cuerpo, sino también su espíritu. Cuando la relación sexual se realiza verdaderamente por amor, en el contexto de un compromiso estable, el matrimonio, cumple los requisitos de la madurez amorosa: unión, permanencia, exclusividad (fidelidad) y apertura a la vida (fecundidad, procreación).
La educación de la sexualidad es un proceso constante que debe abarcar todas las etapas de la vida y debe ser especialmente atendida por los padres de familia y la formación escolar. Lamentablemente a veces los padres de familia no están preparados para proporcionar respuestas adecuadas.
“Por otra parte, la revolución biotecnológica en el campo de la procreación humana ha introducido la posibilidad de manipular el acto generativo, convirtiéndolo en independiente de la relación sexual entre hombre y mujer. De este modo, la vida humana, así como la paternidad y la maternidad, se han convertido en realidades componibles y descomponibles, sujetas principalmente a los deseos de los individuos o de las parejas. Una cosa es comprender la fragilidad humana o la complejidad de la vida, y otra cosa es aceptar ideologías que pretenden partir en dos los aspectos inseparables de la realidad. No caigamos en el pecado de pretender sustituir al Creador. Somos creaturas, no somos omnipotentes. Lo creado nos precede y debe ser recibido como don. Al mismo tiempo, somos llamados a custodiar nuestra humanidad, y eso significa ante todo aceptarla y respetarla como ha sido creada” (Amoris Laetitia, 56).
La sociedad y los medios de comunicación, la mayor parte de las veces, proporcionan información despersonalizada, de diversión y en ocasiones pesimista en relación a la capacidad de los jóvenes para controlar sus impulsos y orientar su vida. Se reduce el sexo a algo común y corriente, vulgar y sin un sentido trascendente. Esa información está influida por un concepto de libertad distorsionado e individualista, en un ambiente carente de los valores básicos de la vida, del amor humano y de la familia. Se exalta el placer como una necesidad inaplazable…, pero eso sí, “hazlo seguro”.
Con esta conceptualización, cualquier modo de comportamiento sexual es producto de la elección de cada persona, libertad que todos los demás deben respetar. Toda acción sexual resulta justificable, por patológica que sea.
Toda la moral queda librada a la decisión del individuo y desaparece la diferencia entre lo permitido y lo prohibido en esta materia. Las consecuencias religiosas son también obvias.
“La ideología de género no tiene nada que ver con la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, y sí tiene mucho que ver con el pansexualismo: es, decir, con la superstición fantasiosa que dice que cuanto más sexo haya, y más libre, cuando todos tengan sexo con todos y en cualquier momento y modalidad, el mundo irá bien, será feliz y habrá llegado el futuro luminoso” (Como responder a la ideología de género, pag. 2).
La banalización y trivialización de la sexualidad está contribuyendo, inevitablemente, a la deshumanización de las personas y de las sociedades.
La “revolución sexual”, pretende, y va avanzado, en la separación radical entre los comportamientos sexuales y cualquiera de las dimensiones específicas del ser humano.
Han avanzado en la disociación entre sexualidad y procreación, en la disociación entre afectividad y sexualidad, y en la disociación entre género y sexualidad.
Al correr de los años, ha aumentado el libertinaje sexual, las violaciones sexuales, el uso indiscriminado de anticonceptivos, la esterilización, los abortos, el cambio de sexo, la normalización de la pornografía infantil y hasta la pederastia.
Quieren imponer un falso estilo de vida en contra de la verdad de la sexualidad humana. Actuando a nivel nacional o provincial, dichos organismos buscan suscitar entre los niños y los jóvenes el temor con la “amenaza de la superpoblación”, para promover así la mentalidad contraceptiva, es decir, una mentalidad “anti-vida”; difunden falsos conceptos sobre la “salud reproductiva” y los “derechos sexuales y reproductivos” de los jóvenes. Promueven el aborto, la eutanasia, la esterilización y la contracepción. Además, algunas sostienen clínicas que, violando los derechos de los padres, ofrecen el aborto y la contracepción para los jóvenes, promoviendo la promiscuidad y el incremento de los embarazos entre las jóvenes.
La vida ya no se ve como una bendición sino como un peligro del que hay que defenderse.
Obviamente, ellos asocian la castidad con ignorancia y con criterios morales severos, absurdos y anacrónicos.

2.    El matrimonio natural

El matrimonio es un pacto de amor conyugal. Es una elección consciente y libre por la que el hombre y la mujer aceptan la comunidad íntima de vida y amor que exige su naturaleza.
•    El matrimonio es una unión de voluntades. Entrega libre y consciente. Públicamente afirmado.
•    Comunidad del hombre y de la mujer en el amor, para el desarrollo humano mutuo.
•    Es un contrato exigido por el amor conyugal y por el orden social en el que se compromete la entrega total de la persona.
•    Es un pacto de amor en el que se comprometen a amarse, respetarse y ser fieles toda la vida.
•    Tiene la misión de la procreación y educación de los hijos.
•    El matrimonio es el fundamento de la familia.
“Ningún poder puede abolir el derecho natural al matrimonio ni modificar sus características ni su finalidad. El matrimonio tiene características propias, originarias y permanentes” (CDSI, 216).
En los cristianos el matrimonio reviste, además, la dignidad de sacramento que santifica la unión indisoluble entre un hombre y una mujer, y les concede la gracia para cumplir fielmente sus deberes de esposos y de padres.
El matrimonio natural es una institución anterior a cualquier legislación y es el origen natural de las civilizaciones. Jurídicamente es una institución pública y de interés social, por lo que el Estado la tutela y defiende, no por el amor que se profesan un hombre y una mujer, sino por el bien que representa para la permanencia de la especie y para la educación de las personas.
El artículo 16 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, definió al matrimonio como la unión entre hombre y mujer y a la familia como el elemento natural y fundamental de la sociedad.
“El valor institucional del matrimonio debe ser reconocido por las autoridades públicas; la situación de las parejas no casadas no debe ponerse al mismo nivel que el matrimonio debidamente contraído” (Carta de los Derechos de la Familia, artículo 1).
La ideología de género pretende imponer en las legislaciones el “derecho” al “matrimonio igualitario”, entre personas del mismo sexo, y la adopción de niños por parte de esas parejas.
“Han conseguido modificaciones legales que hieren gravemente la dignidad del matrimonio, el respeto al derecho a la vida y la identidad de la familia” (Aparecida, 40).
Sin embargo, en julio de 2016, el Tribunal de Estrasburgo (Corte Europea de Derechos Humanos) declaró que el “matrimonio” entre personas del mismo sexo no es un derecho fundamental y recordó que el artículo 12 del Convenio consagra “el concepto tradicional del matrimonio como la unión de un hombre y de una mujer” y que no impone a los gobiernos la “obligación de abrir el matrimonio a las personas del mismo sexo”.
“En un marco de libertades nadie puede imponer a una persona con quien vivir o a quien amar, pero no es admisible, con el argumento de la igualdad de derechos, llamarle matrimonio a cualquier clase de unión y pretender atribuirle a otras formas de convivencia las características esenciales que solo corresponden al matrimonio natural” (La Dictadura de la ideología de género en México, pag. 42).

3.    Aportaciones del hombre y la mujer en el matrimonio

Paternidad y maternidad son complementarias, no opuestas. Sin la combinación de lo masculino y femenino no se constituye un nuevo ser. En lo psicológico ocurre algo parecido, se necesita la acción de padre y madre, para que el hijo crezca y se desarrolle de manera plena y armónica.
La complementariedad no significa que las aportaciones del padre y de la madre sean equitativas y simétricas en la educación del hijo. Cada uno aporta algo específico que no puede ser aportado por el otro, pero no es equitativa porque cada uno no cubre el 50 % de las necesidades del hijo.
Aporte de la mujer en la maternidad
En el concebir y dar a luz el hijo, la mujer se realiza en plenitud a través del don sincero y generoso de sí. Aunque la maternidad es un elemento clave de la identidad de la mujer, no se le debe considerar exclusivamente bajo el aspecto de la procreación biológica.
La mujer como madre y como primera educadora del hombre tiene una precedencia específica sobre el hombre. La mujer tiene un papel insustituible en los diversos aspectos de la vida familiar y social que implican las relaciones humanas y el cuidado del otro. En efecto, el papel de la madre es fundamental para el futuro de la sociedad.
La madre que estima la vocación materna y su puesto en la casa, ayuda enormemente a desarrollar, en sus propias hijas, las cualidades de la feminidad y de la maternidad y pone ante los hijos varones un claro ejemplo, de mujer recia y noble.
Las madres que quieren dedicarse plenamente a la educación de sus hijos y al servicio de la familia han de gozar de las condiciones necesarias para poderlo hacer, y para ello tienen derecho a contar con el apoyo del Estado.

Aporte del hombre en la paternidad

“El varón juega un papel igualmente decisivo en la vida familiar, especialmente en la protección y el sostenimiento de la esposa y los hijos… Muchos hombres son conscientes de la importancia de su papel en la familia y lo viven con el carácter propio de la naturaleza masculina” (Amoris Laetitia, 55).
El padre, por su parte, tiene el deber de ser verdaderamente padre, que ejerce su indispensable responsabilidad y colaboración en la educación de sus hijos. Los hijos, para su crecimiento integral, tienen el derecho de poder contar con el padre y la madre, para que cuiden de ellos y los acompañen hacia la plenitud de su vida.
La relación entre padre e hijo tiene un especial influjo en la seguridad personal del niño. El padre representa el punto de referencia en la conducta del niño. El padre aporta al hijo identidad, seguridad y lo introduce en la realidad.
El padre que inspira su conducta en un estilo de dignidad varonil, sin machismos, será un modelo atrayente para sus hijos e inspirará respeto, admiración y seguridad en las hijas.
“La ausencia del padre marca severamente la vida familiar, la educación de los hijos y su integración en la sociedad. Su ausencia puede ser física, afectiva, cognitiva y espiritual.
Esta carencia priva a los niños de un modelo apropiado de conducta paterna” (Amoris Laetitia, 55).
Cuando falta la presencia de alguno de los padres, los niños son más proclives a usar drogas, a la desorientación, al libertinaje y a evitar el matrimonio

4.    Situaciones que hay que superar*

No podemos dejar de mencionar los retos que el hombre y la mujer tienen respecto al matrimonio para superar situaciones adversas que enfrentan:
•    Propiciar una formación integral para que mujeres y hombres puedan cumplir su misión en la familia y en la sociedad.
•    En algunas familias persiste aún por desgracia una mentalidad machista. El hombre debe transformar su mirada hacia la mujer. Ella necesita para su realización el reconocimiento amoroso del esposo, padre y hermano.
•    No se terminan de erradicar costumbres inaceptables, como la vergonzosa violencia que a veces se ejerce a las mujeres.
•    Valorar la maternidad como misión excelente de las mujeres.
•    Reconocer el significado profundo de la complementariedad y lograr un cambio de mentalidad para que el hombre contribuya con la mujer en el hogar y en la educación de los hijos.
•    Reorientar la dinámica familiar para que cada miembro de la familia tenga una responsabilidad en las tareas del hogar. Guiar la educación de los hijos hacia una verdadera equidad entre hombres y mujeres.
•    Falta de conciliación de la vida familiar y laboral. Lograr esquemas de trabajo más flexibles y mayores beneficios para hombre y mujer en su periodo de maternidad y paternidad.
•    Trabajar en conjunto con gobierno y empresas para propiciar una formación integral para hombres y mujeres, de manera que cada uno pueda cumplir su misión en la familia y en la sociedad.
•    No estigmatizar socialmente a las mujeres que dedican la totalidad de su tiempo al trabajo doméstico. Las madres que quieren dedicarse plenamente a la educación de sus hijos y al servicio de la familia han de gozar de las condiciones necesarias para poderlo hacer, y para ello tienen derecho a contar con el apoyo del Estado. En efecto, el papel de la madre es fundamental para el futuro de la sociedad.
•    Superar el falso concepto de la independencia entre los cónyuges. Concepto de libertad como autoafirmación egoísta.
•    Incremento de divorcios.
•    Mentalidad que favorece la anticoncepción, la esterilización y el aborto.
Las feministas consideran que la sociedad trata de reducirlas a la condición de procreadoras quitándoles su dignidad y autonomía. Orilla a la mujer a no aceptar la distribución de roles típica de la familia nuclear y a trabajar fuera del hogar.
Una de las principales consecuencias de la ideología de género es “el abandono cultural de la maternidad”, lo que ha provocado una distorsión de la identidad femenina. Es la distorsión de la maternidad, pues una sus consignas defiende que la mujer, para liberarse completamente y alcanzar la plena igualdad con el hombre, debe controlar por completo su fecundidad. Equiparan la maternidad a una prisión y la califican como un freno para el desarrollo de la mujer. Por eso sus defensores reivindican el aborto libre y gratuito como una medida imprescindible para alcanzar la igualdad._ (cfr. Dra. María Lacalle en la Presentación del libro “La ideología de género. Reflexiones críticas”).
Bibliografía
•    Pontificio Consejo “Justicia y Paz”. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia. Ed. Paulinas, 2006.  G
•    Pontificio Consejo para la Familia. Sexualidad humana: verdad y significado. 8 diciembre 1995
http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/family/documents/rc_pc_family_doc_08121995_human-sexuality_sp.html
•    Consejo Pontificio para la Familia. Carta de los Derechos de la Familia. 22 de octubre de 1983
http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/family/documents/rc_pc_family_doc_19831022_family-rights_sp.html
•    Exhortación Apostólica Postsinodal Amoris Laetitia, sobre el amor en la familia. S.S. Francisco, 19 de marzo de 2016.
http://w2.vatican.va/content/francesco/es/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-ap_20160319_amoris-laetitia.html
•    Hombre y mujer: iguales sí, idénticos no. Artículo
•    Como responder a la ideología de género: hablan los expertos. Libro digital de Religión en libertad
http://www.religionenlibertad.com/los-expertos-vapulean-ideologia-genero-por-falsa–55604.htm
•    Artículo: Presentación del libro “La ideología de género. Reflexiones críticas”
https://es.zenit.org/articles/ideologia-de-genero-la-mas-insidiosa-y-destructora-revolucion-social/
•    La dictadura de la ideología de género en México. Frente Nacional por la Familia.

Fuente: http://frentenacional.mx/


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